El chico del segundo B

Capítulo 14 Una historia diferente.

Alex:

 Hace un año 

   Dicen que podemos elegir el momento justo para contar nuestra historia, yo elegí el peor. Antes todo era mejor, antes lo tenía todo y ni siquiera lo sabía. En cambio ahora, de un segundo a otro toda mi vida había dado un vuelco dejando solo dolor y tristeza a su paso. Pero no todo resulta ser como queremos y aún así hay historias que merecen ser contadas. Por eso aquí está, mi nombre es Alexandro Montalvo Rodriguez y esta es mi historia..

.—Nunca, nunca serás como yo. Porque yo soy el puto amo. El puto amo tío. —La voz de Max, mi mejor amigo resonó en mis oídos. Los dos estábamos borrachos, él más que yo. Hacía unos meses que una enfermedad se había llevado a mi padre para siempre y lo único que lograba aliviar el dolor que sentía era emborracharme. Sólo así olvidaba por unas horas lo que estaba viviendo. O al menos intentaba hacerlo.

—No, yo soy el puto amo, siempre lo he sido y siempre lo seré.. —La palabra «siempre» se quedó en mis oídos y rectifiqué —O al menos mientras esté aquí. 

—¿Te vas? ¿Para donde te vas a ir tú? —Preguntó él y se sentó en el banco de un parque. Yo me senté a su lado y eché la cabeza hacia atrás. 

—Todos nos iremos, sin ecepción, todos de algún modo u otro desapareceremos sin dejar vestigio alguno de que alguna vez existimos...
 
Me incorporé y le arrebaté la botella de las manos. Entonces me di un trago e hice una mueca al sentir el calor del líquido bajar por mi garganta. 

—Estás fatal tío ¿esto tiene que ver con lo de Cristal? 

Negué con la cabeza pero no respondí, no quería hablar del tema.

—¿Entonces es por lo de la discusión del otro día con tu madre? —insistió.

—Ya te dije que todo fue un mal entendido, nunca me he drogado. Sólo soy realista, un día todos nosotros dejaremos este mundo y nadie lo podrá evitar. Somos como una burbuja que tarde o temprano desaparecerá.

—Como tu padre... —Indagó poniéndome la mano en el hombro.

—Como mi padre. Fue injusto ¿sabes? Fue injusto, él no merecía morir y lo peor fue que mi madre ya lo olvidó. 

—Claro que no, es imposible que ella lo haya olvidado, ella lo amaba. 

—Esa es la diferencia, para ella mi padre quedó en el pasado, lo amaba, hoy en día ama a otro y me niego a creer que su amor por él se esfumó, si es así no creo en el amor, no existe sentimiento alguno con ese nombre.  

—Alex, se que estás triste y entiendo como te sientas...

—No Max, te equivocas, no lo sabes. Nadie sabe como me siento, ni siquiera segundo lo sabe, a él tampoco parece importarle mucho la muerte de nuestro padre ni que mi madre le haya buscado un sustituto. 

Mi amigo no respondió. Sólo nos quedamos absortos en nuestros pensamientos. No había nada que hacer, estaba dolido por dentro y no era sólo lo de mi padre, era una sucesión de infortunios que amenazaban mi estabilidad emocional. 

Después de despedirnos me fui a mi casa. Ya estaba lo suficientemente mareado como para no lograr entrar la llave al cerrojo de la puerta. Un acto tan sencillo como aquel me fue imposible. Entonces me senté en el porche y me recosté de la pared. No llamé a la puerta porque me negaba a volver a ver la mirada de decepción de mi madre así que me quedé ahí boca arriba viendo el cielo estrellado. Tal vez era producto del alcohol en mi cerebro pero recordé lo que mi padre me decía de pequeño, que las estrellas son todas esas personas que queremos y se han ido de nuestro  mundo. Por un segundo imaginé que él estaba ahí mirándome y quise perderme en medio de aquel cielo, quise volar, quise estar con él, quise muchas cosas imposibles...


         ****

 Presente 

 Alex : 

Saliendo de clases me dirigí al campus con un libro en la mano y la mochila al hombro, en la boca traía  un cigarro. Caminé con tranquilidad mientras escuchaba música en mis audífonos y al llegar a las gradas me senté en lo más alto. 

 Yo no fumaba, me daba repugnancia el olor de la nicotina pero Alex si fumaba y por ahora debía ser él y seguir actuando. 

 Un sonido llamó mi atención. Debajo de las gradas había alguien. Miré por debajo de mis pies y lo vi, era Ethan aquel chico de cabello castaño, delgado que siempre estaba con Miseria y Lía. Se encontraba boca arriba con los ojos cerrados y su cabeza descansaba en una mochila. Por un segundo me pregunté si se encontraba bien. Ambos no nos llevábamos muy bien que digamos pero la noche que fui a la casa de Miseria y vimos la película intercambiamos algunas palabras no me pareció un mal chico. 

 Dejé mi libro allí mismo y bajé las gradas hasta rodear y estar junto a él. 

—Ajam —hice un ruido con la boca y de inmediato abrió los ojos. Por un segundo sólo clavó su mirada en mí. Tenía los ojos rojos y su mirada era cansada. Ese chico no estaba bien y no era muy difícil llegar a esa conclusión. 

—¿Qyé haces aquí? —Me preguntó con una mueca en la cara mientras se sentaba y apoyaba sus largos brazos en las rodillas.

—Lo mismo que tú.

—¿Y según tú qué estoy haciendo yo?. —Levantó una ceja asentuando 
la pregunta.

—Estas evitando a los demás porque quieres estar sólo, lejos de las preguntas.

—¿Cuáles preguntas?. —Su voz era irrigada. Al parecer lo estaba impacientando. 

—¿Por qué últimamente siempre tienes sueño? ¿Por qué estás tan raro? Y sobre todo ¿Qué estás ocultando?

 De pronto me miró desconfiado pero luego suavizó su semblante y cambió a uno más relajado. 

—¿Y cuáles preguntas estás evitando tú? —Preguntó y me lanzó un encendedor. Por un minuto había olvidado el cigarro apagado que tenía entre los dientes.

—¿Quién soy? ¿De donde vengo? ¿Por qué no aparezco en las redes sociales?

—Las personas olvidan que a veces las preguntas son difíciles de responder. —Tras decir eso se quedó mirando a la nada. Había dado en el blanco. Él estaba ocultando algo y debía saber qué era pues temía que fuera lo que estaba pensando. 




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