El chico del segundo B

Capítulo 16 Una lluvia imprudente.

—Llegas media hora tarde. —Sentenció Alex malhumorado. Llevaba unas bermudas oscuras y un suéter de algodón. No parecía cansado, en cambio yo estaba hecha un contenedor de excremento. Llevaba gafas de sol, una camiseta ancha y un chort corto. Mi cabello estaba atado como una soga en un chorongo a medio hacer. ¿Por qué no me arreglaba un poco? Porque quería dormir y evitar hablar lo más mínimo.

—Alex vine a decirte que no tengo deseos de bailar hoy. 

—¿Qué? Claro que vamos a bailar. Pronto será la presentación y quiero que estemos preparados para ser los mejores. 

Maldije por lo bajo pero esto sólo lo hizo sonreír y dejó a la vista esos dientes tan perfectos que tenía. 

—Alex en serio. ¿No estás cansado por la fiesta de anoche?. —Pregunté incrédula. 

El se encogió de hombros y negó con la cabeza. —Yo no tomé. 

—¿Que no qué?. Claro que tomaste, te vi anoche con un baso en la mano. Además tenías un tufo a alcohol horrible cuando nos fuimos de la fiesta. 

Se quedó mirando a la nada, caminó a un metro y se sentó en el borde del muro que daba el límite de la azotea de nuestro edificio. Yo hice lo mismo y me senté junto a él.

—Miseria eres muy inocente aún. No porque alguien tenga olor a alcohol significa que está tomándolo. Las apariencias a veces nos juegan una mala pasada. 

Me quedé absorta pensando en Ethan que coqueteaba con las chicas y al parecer pasaba de ellas. Por un segundo se me ocurrió algo que no había pensado más pero que ahora encajaba perfectamente. Y si Edu no era ningún desconocido, y si vivía más cerca de lo que pesaba. Y si era... 

—¿Eres tú? —Le dije con el corazón en la boca.

—Si, soy yo. —Me respondió con una mirada fría. 

—¿Por qué me engañaste? —Le pregunté enojada. 

—Yo nunca te he engañado, siempre te he dicho quien soy.

—No te hagas el inocente Edu. 

—¿Qué? ¿Quién es Edu? Ah ya me acordé. ¿Edu es el que te escribe cursilerías  por chat? —Su tono paso a ser de diversión.

Le di un manotazo en el hombro derecho —Si no eres Edu por qué me dijiste que eras tú.

Soltó una carcajada —Me dijiste que si era yo y si, soy yo, el vecino que te encanta —Subió y bajó las cejas con su mirada maliciosa.

—No seas idiota. —Me puse roja, como siempre mi rostro llevándome la contraria con todo.

—Vamos Miseria Elizabeth, ¿me vas a negar que te gusto? —Se empezó a acercar peligrosamente. 

—Claro que no me gustas. Ya quisieras tú. 

—¿A no? Y si me acerco lentamente y comienzo a hablarte despacio. ¿Cuánto aguantarías si estuviéramos así de cerca sintiendo nuestras respiraciones y nuestro aliento uno con el otro? —Mi conciencia como siempre quería que saltara y lo besara. ¿Qué podría pasar si hiciera eso? Seguro sus besos eran tan... 

No, no, no, no podía hacer eso. Me separé de golpe —No pasaría nada porque no me gustas. Ahora si quiero ensayar, así que mueve el trasero y pon la música que quiero irme a dormir. 

—Que pesada eres, de verdad. —Dio unos pasos alargados, puso la música pero lo pensó un segundo y la quitó. 

—¿Qué pasa? —Pregunté caminando hacia él.

—Una vez leí que un verdadero bailarín lleva el baile en la sangre y no necesita de música para poder bailar.

Lo miré con cara de incredulidad y prstañee varias veces —¿Tu sabes leer?

 El me miró indiferente y me tomó de las manos atrayendo mi cuerpo hacia él. Yo me reí por su cara.  Subí la pierna en un movimiento brusco pero conciso. 

—¿Miseria Elizabeth qué secreto escondes? —Preguntó mientras me daba la vuelta. La coreografía nos salía muy bien. Tanto que ya nos salía sola y podíamos darnos el lujo de conversar mientras practicábamos.

—Nada, yo no escondo nada.

—¡Venga ya! Algún secreto tienes que tener. No puede ser que sólo seas esto, esta Miseria que ven mis ojos. 

Frunci el ceño ofendida. —¿Y qué tiene de malo ser yo?

—Es aburrido. Pienso que deberías probar saltarte las reglas. Hacer algo que te identifique a ti y solo a ti. 

—Y tu Chico del segundo B. ¿Qué secretos escondes?

Me tomó con brusquedad y me dio la vuelta pegando su rostro en mi cuello. Estando tan cerca me susurró al oído —Mi secreto es amar a mi odiosa, infantil e impuntual vecina. 

Me separé de golpe —¿Por qué haces esto? —Cuestioné.

—¿Por qué hago qué? —Se hizo el desentendido. 

—Sabes de lo que hablo. Me besaste la primera vez que bailamos aquí y luego actuaste como si no hubiera pasado nada. Ahora vienes con lo mismo. ¿Me quieres volver loca? ¿Eso quieres? 

 Por un segundo me miró sin hacer ni el más mínimo gesto pero algo llamó su atención y cambió de semblante. —Miseria dime que traes tu celular contigo. 

—¿A qué viene eso ahora?

—¿Lo traes o no? 

Puse los ojos en blanco y palpé el bolsillo de mi short entonces recordé que la noche anterior lo había puesto a cargar y allí seguía. —No no lo traigo conmigo.

—Perfecto, sólo eso me faltaba. Quedarme atrapado contigo. 

—¿Cómo que atrapado? —Entendí cuando seguí su mirada hasta la puerta de entrada al edificio. Esa puerta no se podía cerrar por fuera. De hecho hasta hace poco tenía un taco de madera para evitar que se cerrara.

—Esto es malo, muy malo. 

10 minutos después

—Vamos a  morir aquí y nuestros cuerpos serán devorados por las aves hambrientas. —Grité con las manos pegadas en la cara asiendo alusión a la famosa pintura. 

—Sólo llevamos aquí 10 minutos —Dijo Alex mirando el horizonte. 

—Lo peor de todo es que moriré contigo y sin haber... —Me Callé en cuanto percibí lo que iba a decir. 

—¿Sin hacer qué?  —Al parecer si me estaba prestando atención. —¿A caso eres virgen? —Lo miré fastidiada y negué con la cabeza. —Si que lo eres, igual podemos resolver eso. 

—No seas estúpido. Estoy casi deshidrata y tu sólo piensas en eso.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.