El chico del segundo B

Capítulo 25 Una ayudante de cocina.

—Vete de aquí... —Ahogue el llanto, tenía los puños apretados de la rabia que estaba sintiendo. —¿Tanto tiempo y te apareces así como si nada? 

—Chicos es mejor que nos vallamos. —Susurró Ethan a mi lado y todos se pusieron de pie. 

—¡No! El que se tiene que ir es él. 

Mis amigos frenaron el paso pero al final avanzaron y desaparecieron por la puerta. 

—Lo siento, se que es injusto para ustedes que después de aprender a convivir sin mí ahora aparezca en sus vidas. —Su voz me trajo muchos recuerdos y me trasladó a la familia que éramos antes, cuando Piter era pequeño. 

—No sabes de lo que hablas, dile madre, dile que no nos hizo falta para nada ¿te digo por qué? —Tomé a mi madre que estaba llorando también por un brazo —Ella fue nuestra madre y nuestro padre en todo este tiempo. Ella es la que se levanta cada día y nos prepara el desayuno para después irse a trabajar. Ella es la que nos ha llevado al médico todo este tiempo no tú. No sabes, no tienes ni la menor idea de como ha sido nuestra vida en todo este tiempo. 

—Yo lo se pero... ¿Crees que ha sido fácil para mí estar lejos de ustedes?

—No lo se y no me importa. Para mi el día que nos abandonaste dejaste de ser parte de esta familia.

—Miseria las cosas no son como tú crees. —Murmuró Piter saliendo detrás de él. 

—¿Lo estás defendiendo? Esto es increíble —Solté una risa amarga —Habla el que más le ha hecho falta un padre. Te actualizo porque creo que se te está olvidando tu historia. Ese hombre o mujer que está ahí a tu lado te abandonó cuando a penas tenías un año. Ni siquiera lo conoces así que no lo defiendas. 

—Miseria, se que esto no es fácil y me opuse desde el principio a que viniera a arruinar tu cumpleaños pero insistió. Hay muchas cosas que tienes que saber para que lo entiendas. —Por fin habló mi madre y lo miró con los ojos llenos de resentimiento. 

—¿Es en serio, también lo vas a defender tú? —Me pasé la mano por el cabello y empecé a caminar de un lado a otro con rabia —Yo no tengo que entender nada en esta historia. El que debería entenderme es él. Ahora me voy, sigan jugando a ser la familia perfecta. Yo si no quiero respirar el mismo aire que respira él y de una vez te digo una cosa. —Me detuve frente a él. —Si alguna ves creiste que te iba a rechazar por tu identidad sexual nunca conociste a la hija que tienes. Me hacías falta tú como ser humano y no me hubiera importado lo que fueras pero ya es demasiado tarde ¿no crees?

Cuando terminé de hablar también estaba llorando él pero no dijo nada. Salí de mi casa tan rápido como pude y comencé a bajar las escaleras. Me sentía ahogada, no podía respirar y un dolor presionaba mi pecho. Nunca sentí las escaleras tan largas como aquella noche. Al llegar al primer piso salí lo más silenciosa que pude. El conserje estaba en la garita dormido y no sintió mi presencia. Yo sólo necesitaba respirar y que esa presión que estaba sintiendo desapareciera. 

Al llegar a la calle me senté en la acerca y hundí la cabeza entre las rodillas.

Aún recordaba cuando él se fue y toda la tristeza que sintió mi madre después de eso. Piter no tenía ni idea, él era muy pequeño para acordarse de lo mal que lo pasamos mi madre y yo. Recuerdo que nos costó mucho salir adelante, fueron muchas las noches en las que me quedaba despierta, delante de la habitación de mi madre con miedo a que ella me abandonara también. Por mucho tiempo me pregunté qué habíamos hecho mal, en qué habíamos fallado hasta que el tiempo me dio la respuesta. El que falló fue él no nosotros, el que nos abandonó sin mirar atrás fue él, el que quiso alejarse fue él..

 Una mano tocó mi hombro y me asusté. No es que mi barrio fuera peligroso pero era de noche y estaba un poco oscuro. Los ojos azules de mi vecino me devolvieron la calma. 

 Y sin decir nada se sentó a mi lado, fue como si hubiera entendido lo que estaba sintiendo. Sólo me abrazó con el brazo derecho y sentí que debía desahogarme. —Mi padre.. Él apareció ahora y...—Empecé a llorar de nuevo. Sus ojos me observaron y con la mano derecha secó mis lágrimas. 

—Ven, hace frío aquí. Es mejor que hablemos dentro.

—No, no quiero volver a mi casa, él sigue ahí. 

—Vamos a la mía. Mi madre hace horas que está durmiendo. —Me quedé procesando la información pero se adelanto a mis pensamientos —Te juro que sólo es para hablar, hoy soy Edu ¿recuerdas? A menos que quieras que sea Alex, ahí si tendría que responder como toda un seductor. 

Le di un golpesito en el hombro y por mas increible que pareciera sonreí, ese chico era capas de hacerme sonreír hasta en los peores momentos de mi vida. 

—Está bien pero antes quiero saber qué haces tú a esta hora aquí fuera. 

—Aunque no lo creas Alex tiene sus necesidades. —Me miró con cara de pícaro y soltó una risita al ver mi ceja levantada. —Estaba fumando, mi madre no me deja hacerlo en casa y para evitarme discusiones con ella vengo aquí. —Después de decir eso me tomó del brazo y avanzamos hacia el edificio. 

Cuando entramos ya el conserje estaba despierto charlando con la señora Morgana. Ambos nos vieron pero fingieron que no lo hicieron. En fin, el romance. 

Nunca había entrado a la casa de Alex. Bueno, una vez fui pero me quedé en la puerta. Esta ves entré con todas las de la ley. Era un lugar acogedor. Demasiado bueno para ser verdad. Sospeché que su madre era muy mandona o algo así porque a diferencia de mi casa todo estaba demasiado pulcro. Temí que mis zapatos dejaran marcas por donde caminaba pero no dije nada, sólo me senté junto a Alex en el sofá. —Bienvenida a mi humilde hogar. —Dijo elevando la comisura de sus labios y de humilde no tenía un pelo. Cada cosa que veían mis ojos decía ( soy demasiado caro no me admires pobretona ). En otro momento me hubiera parecido raro que alguien con todos esos lujos vivieran en un edificio tan feo como el nuestro pero estaba demasiado triste para percibir eso en aquel momento. 




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