El chico del segundo B

Capítulo 27 Un auto rojo.

No se cómo terminó la fiesta, sólo se que fue el día más largo de mi vida. De estar viendo fuegos artificiales con Alex pasé a llorar borracha en el hombro de Lía y todo sucedió demasiado rápido. A eso le pueden sumar la llegada repentina de mi padre.

—¿Me vas a seguir ignorando? —Le pregunté a mi cliché personificado. 

Los dos estábamos en el campus viendo a los chicos jugar un partido de fútbol. Entre ellos estaba Ethan y por esa razón yo estaba en ese lugar. 

—Miseria no es un buen momento. 

Su voz sonó áspera, su rostro no reflejaba nada a parte de unas ojeras muy marcadas y una palides extraña. 

—¿Me puedes decir qué te pasa conmigo? Ayer en la fiesta cuando dijiste...eso te fuiste y la que debería estar molesta soy yo e increíblemente no lo estoy porque se que lo que hay entre nosotros va más allá de un revolcón con la idiota de Rita pero necesito saber qué pasa por tu mente para entenderte. 

—Pasa que la vida está siendo injusta... —Su voz se apagó y su mirada neutra se enfocó en la lejanía. No parecía estar observando nada sino pensando. Algo lo estaba preocupando. 

—¿Injusta con qué? No te entiendo.

—Injusta conmigo —Sus ojos azules volvieron a la realidad y se enfocaron en los míos —Injusta contigo, con todos. Últimamente todo lo que toco se vuelve oscuridad y no quiero eso para ti, no quiero que sufras. No por mi culpa. 

—No me vas a hacer sufrir, eres una de las mejores cosas que me ha pasado últimamente. 

—No soy esto que vez, hay muchas cosas de mí que no sabes. 

—Y qué, no tengo que conocer tu pasado para saber que eres un excelente chico. Sólo tengo que verte a los ojos y ellos me dicen que confíe en ti. Por eso lo hago y por eso sigo aquí. 

—Miseria, hay algo que tienes que saber y es...es muy complicado y difícil de entender pero se que lo mejor es que sepas toda la verdad. 

—¿La verdad? ¿Qué verdad? —A mi mente llegaron las palabras de Rita en la cafetería y me empecé a asustar. 

—Hoy en la noche te espero en el lugar de siempre. Te juro que esta vez vas a conocerme de verdad y trataré de que no hayan más secretos entre nosotros. Lo de Rita fue algo insignificante, eso te lo juro. Sólo que a veces me cuesta aceptar las cosas buenas que me suceden y entonces es cuando meto la pata...

Tras decir eso se puso de pie y se marchó. Mis preguntas quedaron en el aire sin respuesta alguna. Alex volvió a ser el chico raro y lo peor de todo es que tenía demasiado miedo a desilusionarme con él. 

Me asustaba pensar que todo fura una farsa.  

Después de salir de clases iba con Lía por el aparcamiento. Detrás de nosotros venían Ethan y el chico de cabello rizado del día de la fiesta, Miguel. Ambos venían charlando sobre el partido de fútbol o algo así. Lía por otro lado venía hablándome sobre el viaje que tendría su madre con su papá y de lo mal que le caía tener que cuidar a su hermano. En realidad no le estaba prestando atención. Estaba pensando en cierto chico de comportamiento voluble.

De una forma involuntaria mi visión captó algo. Un rostro conocido estaba en un auto negro. Al verme me dio una sonrisa tímida y salió del auto. Traía un vestido azúl ajustado y unos tacones plateados. Aquella persona era mi padre. 

—Miseria, necesito hablar contigo. —Su mirada me esta suplicando y bajé la guardia. Había pensado mucho en ese tema y en parte quería saber su excusa para haber hecho lo que hizo. 

—Chicos, marchense sin mí. Luego hablamos. 

Ethan y Lía asintieron y siguieron su camino sin preguntar nada. Me subí al asiento del copiloto y mi padre se puso frente al volante. 

—¿Quieres hablar aquí o en otro sitio? 

—Aquí no, por favor.

Tras escucharme puso el coche en marcha y nos alejamos del instituto. Fuimos a un parque. 

 Hacía un día caluroso por lo que decidimos bajarnos del auto y caminar un rato. 

—¿Ese chico que venía contigo es tu novio?

Lo miré extrañada —¿Ethan? Claro que no. Él es sólo mi amigo. Si hubieras estado más tiempo en mi vida sabrías eso. —Hablé en tono de reproche y dudé de si fui muy dura o no. 

—Miseria yo...

—Mise, llámame Mise por favor. 

Sonrió —Otra de las cosas que sabría si no te hubiera abandonado ¿no?

Me encogí de hombros. —No vine reprochar nada. Esta ves vine a escucharte. 

—Gracias.

—No me agradezcas nada, aún no te he perdonado.  

—Lo se y no te juzgo, estás en todo tu derecho pero si supieras todo lo que he pasado entenderías que no todo fue color de rosas para mí. Sólo mirame —Dio una vuelta para que observara su ropa —¿Crees que soy un padre normal? 

—Si esa era tu identidad sexual por qué te casaste con mi mamá. Nunca entendí eso. 

—Fue por amor, de eso no tengas dudas. Cuando conocí a tu madre me cautivó su belleza, su forma de ser. Tu madre era elegante, representaba todo aquello que yo quería y en ese tiempo no tenía claro quien era yo. Sólo sabía que me gustaba lo que veía en ella y terminé enamorado. Cuando me di cuenta que me gustaban las personas de mi mismo sexo fue un golpe muy duro para mí. No quería destruir lo que tanto nos había costado construir. Tu madre representaba lo correcto, lo que debía ser, lo que todos esperaban de mí. Nadie sabe lo difícil que es mirarse en un espejo y no encontrarse a uno mismo. Eso me sucedía, lo que veían mis ojos no era yo, nadie merece sentirse así. No sabes todo lo que sufrí cada día, cada silencio amargo sobre lo que quería hacer. Mi voz estaba oculta en mi interior..todo cambió cuando nació Piter, él representó todos mis miedos. 

—¿Piter? —Mi voz logró salir. —¿Qué tiene que ver Piter en todo esto?

—Piter es un chico, cuando lo vi por primera vez, tan pequeño, tan inocente  sentí mucho miedo de que sufriera todo lo que yo sufrí. Me aterró pensar que fuera igual que yo y temí que si me quedaba a su lado terminaría influyendo en su sexualidad. 




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