Alex :
Aún recuerdo cada detalle de la noche que destruí mi vida. Iba un poco borracho, no sabía por que pero las cervezas me habían mareado más de la cuenta. Mis pasos eran torpes y de ves en cuando sentía que me iba para los lados. Entonces detuve mi camino y saqué mi celular para ver la hora. Cuando enfoqué la vista en el vi la pantalla distorsionada, los colores iban y venían de una forma extraña. No supe como pero sabía lo que significaba eso, otras veces había estado así. Alguien me había drogado. Pensé que había sido cuando intercambié las bebidas con unos chicos que ni siquiera conocía o quizás cuando estuve en el baño y me dieron un porro. No estaba seguro, a esas alturas no sabía nada de lo que había hecho, aquella fue una noche alocada.
Apreté los ojos y volví a intentar ver la pantalla pero sólo logré que me entraran náuseas.
Aturdido seguí mi camino hasta mi casa. Al llegar a la puerta me detuve para buscar las llaves, entonces lo escuché, alguien del otro lado estaba discutiendo.
—¡¿Me lo vas a negar?! Te vi, no fue que nadie me lo dijo. —Era la voz de mi madre, estaba llorando.
—¡Cállate! —Grito mi padrastro y me molestó la forma en la que lo hizo —Cállate o...
—¿O qué? ¿Me vas a volver a pegar? ¿No te bastó con lo de la otra noche?
Sus palabras resonaron en mi mente, primero lento, después rápido. Eso fue lo último que escuché, a partir de ahí no recuerdo nada más. En dos minutos estaba dentro de la casa, lo primero que hice fue darle un puñetazo a mi padrastro. Los ojos de mi madre se abrieron como platos... Esa mirada, estaba cargada de miedo. Entonces la vi, tenía un moretón aún en la mejilla. Eso fue lo último que recuerdo con claridad. Después de eso todo se tornó confuso, no pensé en lo que estaba haciendo. Era mi madre, yo debía protegerla, ella era como una flor frágil y nadie debía maltratarla. Se lo había prometido a mi padre antes de morir y era lo que estaba haciendo, protegiéndola.
Cuando reaccioné, él estaba en el suelo, no respiraba, mis ojos buscaron a mi madre, ella me sostenía por un brazo a mi lado, sus ojos estaban como platos y de ellos corrían lágrimas sin parar. Mis manos estaban aún en su camisa aferradas a la tela. De su cuello brotaba sangre. Nunca olvidaré esa imagen, mi padrastro estaba sin vida frente a mí. En el forcejeo se dio un golpe en la cabeza.
Asustado lo solté, mi cabeza me daba vueltas. Un dolor hizo que emitiera un quejido, al levantar mi sudadera vi la sangre saliendo de una herida. Eso fue lo último que vi, mi vista se nubló y desperté horas después. Desde entonces nada sería igual, debíamos guardar aquel secreto o de lo contrario iría a prisión. Por eso escapamos, por eso dejamos nuestra casa, todo para que pudiéramos vivir tranquilos hasta que todo acabara.
—¿No vas a ir verdad? —Preguntó mi hermano desde el sofá devolviéndome al presente. Mi madre estaba a su lado con el ceño fruncido. Acababa de escuchar toda la historia. Segundo había abierto la boca y ahora sabía todo sobre mis encuentros con Miseria.
—Él no va a ninguna parte, se va a quedar aquí con su familia.
Apreté los puños y negué con la cabeza. —Tiene que haber una forma.
—No la hay —Dijo mi madre. —¿Quiéres que descubra la verdad y vallas a la cárcel?
La miré a los ojos sin dudarlo ni un segundo y su mirada se cruzó con la mía. La estaba retando, al final fue ella la que la desvío y rompió el contacto visual.
—Están armando una tormenta en un baso de agua. Sólo es un tonto baile de fin de curso no es como que de ello dependa todo. —Volvió a hablar Segundo ladrando la cabeza.
—Si tú no sabes amar no te metas —Espeté de mala gana y levantó las manos en son de paz.
—Desde un principio te lo dije, no te acerques a los demás más de lo necesario. Pero no, no me prestaste atención. Tú y esa manía de romper las reglas.
—Sabes que no te pedí esto. Si fuera por mí estuviera en una cárcel ahora mismo, no tenía nada que perder. Los de la idea de huir como unos criminales fueron ustedes.
—¿Ahora nos vas a culpar a nosotros? ¡Todo esto lo hicimos por ti!
—No se los pedí, me las hubiera arreglado yo sólo. Si me acerqué a Miseria, si jugué a ser normal por unas horas fue porque aún estoy vivo. Aún respiro, al menos déjenme vivir aunque sea un rato...
Los dos se quedaron en silencio, sabía que ese tema los afectaba, nos afectaba a todos pero era cierto. Tenía derecho a ser feliz mientras pudiera.
Angustiado me dirigí a la cocina y saqué del refrigerador el frasco con mis pastillas. Tomé una y llené un baso de agua. Entonces antes de introducirla en mi boca miré mi reflejo en el metal del refrigerador y dudé de si todo ese esfuerzo merecía la pena. De si al final iba a dar resultado. Entonces tiré la pastilla a la basura y me tomé el baso de agua. Para qué quería aquellos medicamentos si no podían aliviar el dolor que estaba sintiendo por dentro. Debía ver a Miseria, sabía que ella me iba a estar esperando y no iba a ir. Le estaba fallando a la chica que amaba una vez más y eso me desgarraba el alma.
Miseria :
A unos metros del salón de fiestas del instituto Ethan frenó el auto. —¿Qué pasa? —Pregunté, yo me encontraba a su lado en el haciendo del copiloto. Lía nos observaba desde atrás.
—¿Se dan cuenta de que quizás esta sea la última vez que las llevaré en mi auto a algún lugar? —Mis ojos chocaron con su mirada, estaba triste y al ver esos ojitos negros llorosos se me estrujó el corazón.
—Puedes venir..no tiene por qué ser la última vez.. —Esta vez fue Lía la que habló. Por un momento el silencio nos consumió. Ethan estaba mirando hacia el frente y supe lo que veían sus ojos. Delante de nosotros estaba todo lo que siempre habíamos tenido. Nuestros compañeros de aula, nuestros amigos y enemigos. Todo continuaría lo que en lugares distintos, unos cerca, otros lejos. Algunos quizás estábamos a punto de vernos por última vez. La vida estaba a punto de cambiar para nosotros y no lo podíamos evitar. No sólo Ethan se iba a alejar sino todos nosotros, Lía y yo, Alex y yo. Cada uno de estaba a punto de irse para alguna universidad a conocer gente nueva.
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Editado: 15.04.2022