El Club De Los Pelirrojos

¿QUIÉN TE CREES? ¿SHERLOCK HOLMES?

                                          

1

 

 

El comisionado Myers ingresó a su oficina en compañía de Smith, Thunder y Raven estaban allí. Todos estaban algo cansados y molestos, eran las cuatro cuarenta y cinco am.
—¡Señorita Dickinson, señor Collins! ¡Estuvimos buscándolos por toda Londres! — bromeó sarcástico el comisionado, y tomo asiento.
—No veo porque, señor Myers— dijo Raven, molesta por ese sarcasmo— ¿acaso hemos hecho algo fuera de la ley?
—Ciertamente, sabemos que estuvieron frente a la casa de Gina Morgan antes del ataque de esta noche— dijo Smith muy serio.
—No vamos a negarlo, hubo otras 300 personas o más allí. ¿También van a hablar con todos ellos? Porque no veo a nadie más aquí— dijo Raven fingiendo estar molesta, pero aliviada por el hecho de que ellos pensaran que habían estado en Grosvenor Cross.
—Esperamos que usted nos brinde la información para dar con las demás personas, señorita Dickinson— dijo Myers con una sonrisa falsa.
—No sé cómo podría yo saber los nombres de tantas personas— dijo Raven.

—Según tengo entendido usted es presidente de una institución virtual y todas estas personas son socios de esta institución. Lo que nos lleva a pensar que no sería muy difícil para usted colaborar con dicha información— dijo Myers, amablemente, sintiéndose muy listo por aquella deducción.
—Pues no creo que eso sea tan fácil como usted lo plantea comisionado—respondió ella—. Somos muchas personas en el club.
—¿Cuantas son muchas? — preguntó Smith molesto.
—7 475 012... 11— se corrigió—. Una de nuestras socias fue asesinada el 3 de diciembre pasado, supongo que ustedes saben eso— dijo sarcástica la pelirroja.
Los oficiales se sorprendieron al escuchar la cifra, y se preocuparon un poco por los pasos a seguir.
—Estamos al tanto, señorita. Aunque no es un crimen que nos competa dado que sucedió en Norteamérica—dijo Myers, intentando ocultar sus nervios.
—¡Por supuesto! Cuando este tipo de cosas no nos afectan de manera directa, solemos no involucrarnos— dijo ella—. Pero es algo que nos involucra a nosotros y es por eso que vinimos hasta aquí, como muchas otras personas de otras partes del mundo.
—No sé qué es lo que intenta decir con todo eso de no involucrarse, señorita, nosotros somos hombres de la ley en una jurisdicción de otro país e incluso de otro continente— dijo Smith, de mala manera y visiblemente muy molesto—. Ahora por favor necesitamos que nos brinde los datos personales de las personas que asistieron a las reuniones en esta ciudad, que es donde vamos a poner orden.
—Eso es imposible, inspector— dijo Raven, satisfecha—. No cuento con esa información.
—¿A qué se refiere? — dijo Myers, intentando no perder la calma.
—Verá, comisionado Myers, al registrarse un socio nuevo en el club, lo hace mediante un seudónimo. Por lo tanto, no tengo nombres reales de estas personas, otro inconveniente es que la mayoría de los correos electrónicos que se utilizan no siempre contienen nombre y apellido o cosas como: “LisaJones.avenidafreedom231" ¿me entiende? — Explicó sarcástica, burlándose de los oficiales—. Pero si usted está dispuesto a la investigación, le brindaré los 7 millones de correos.
—Quizás no necesitemos los 7 millones de correos, señorita— dijo Myers, serio—. Dudo que todos hayan viajado a Londres, pero quizás hubo algún tipo de conversación entre los organizadores y los asistentes que nos pueda aclarar el panorama.

—Por supuesto, si me lo permite, usaré su ordenador para acceder a la red del club y entonces podrán revisar los mensajes privados— dijo ella muy tranquila.
—¿Deberíamos llamar a un abogado o hablar con alguien de nuestra embajada? — preguntó Thunder.
—¿Cree que necesitan un abogado, señor Collins? — preguntó Smith, maliciosamente.
—Creo que están por acceder a información privada y hasta donde sé, eso es ilegal si no lo ordena un juez— dijo Brian muy confiado.
—No tenemos nada que ocultar, Brian— dijo Raven—. Que busquen lo que quieran, no arrojamos naranjas en la casa de Gina tampoco. Así que, si quieren pensar que somos vándalos, les pagaremos los vidrios rotos y ya— dijo Raven, burlona.
—Esto no se trata de vidrios rotos, señorita Dickinson. Hay una persona desaparecida— explicó Myers.
—No entiendo, ¿qué tenemos que ver con eso? — preguntó Raven, fingiendo.
—La señorita Regina Morgan está desaparecida y la última vez que alguien la vio fue 10 minutos antes de que la multitud ocasionara los disturbios frente a su casa— explicó Smith.
—No teníamos idea de eso, llegamos allí con la mayoría de la gente y al momento de empezar el ataque con las naranjas nos fuimos— se defendió Raven.
—¿Ustedes están acusándonos de algo? — preguntó Thunder.
—Por el momento, no— dijo Myers—. Pero conseguiré una orden y voy a llamar un perito en informática. Quizás necesiten ese abogado.

—¿Van a arrestarnos? — preguntó ella.

—No, pueden retirarse. No tengo pruebas en contra de ustedes, pero quizás pueda encontrarlas en sus redes, así que los visitaré con la orden.

—Por supuesto— expresó Raven—. Colaboraremos en lo que sea necesario, señor Myers.

 

2

 

Los chicos de Wayne salieron de Scotland Yard rumbo a su auto. Antes de subir Raven detuvo la marcha y Thunder se detuvo a su lado, ella estiró los brazos abiertos como en señal de que quería abrazarlo, entonces él se agachó a su altura y se dieron un gran abrazo. Él sonrió por eso, dado que Raven le gustaba. Ella tenía un propósito para eso.

—¡Quizás pusieron micrófonos en el auto! — le susurró ella al oído.

—¿De qué hablas? Eso es ilegal— le susurró él también.

—No conozco las leyes de este país y ese auto es rentado, así que te diré esto de esta forma ¿está bien?

—Por supuesto— dijo Thunder, muy a gusto por esa conversación abrazados.

—Ellos no tienen nada y no lo tendrán tampoco, había mucha gente allí y ella no nos vio. Todo estará bien y no debemos hablar sobre esto, a nadie.




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