El Color Perfecto

Epílogo

Cada día de su luna de miel había sido de ensueño, en cada uno pudieron demostrarse cuanto se amaban y no solo en la intimidad, sino también con esos pequeños detalles que les permitieron compenetrarse mucho más. Los recuerdos de esos días no serían fácilmente olvidados, cada imagen o sensación retenidos en la memoria de sus protagonistas, revive en ellos el deseo, la tranquilidad y la felicidad de esos días. No es que la rutina de tener una familia sea mala, por el contrario, es lo mejor que les ha pasado, nunca podrían arrepentirse de la decisión tomada hace ya más de dos años, es que recordar esos días siempre les genera el anhelo de repetir la experiencia.

Todo el proceso para llegar hasta allí fue doloroso, en especial las fechas que los marcaron como pareja, el accidente y la pérdida de su hijo, pero eso los hace estar más unidos.

Un abultado vientre celosamente guardado entre hermosas prendas de maternidad y hacen lucir a Paulina llena de vida.

- Mami, este color me gusta, de este no tengo, - Apunta Verónica mientras muestra una diminuta caja redonda de pintura color uva, que se utiliza para pintar sobre la piel - ya sé que diseño quiero hacerte este sábado.

- ¿Cuantos colores más vas a comprar, Vero? - Cuestiona la futura madre mientras la mira sonriendo al tiempo que acaricia su vientre con treinta semanas bien cumplidas.

- Te prometo, que solo quiero este... - piensa un momento y enmienda su respuesta - Tal vez uno más, ¿si mami?

- Esta bien, pero ya estoy muy cansada, creo que tenemos todo lo que necesitamos. Carlos Alberto, ya tiene todo lo demás.

Caminan hasta el parqueadero del centro comercial donde un sonriente Raúl les abre la puerta de la camioneta en la que habitualmente se trasladan.

A sabiendas que aún quedan unos días para las ansiadas vacaciones de Semana Santa, Paulina quiere ultimar algunos detalles en el laboratorio para que todo transcurra bien durante esos diez días en los que se ausentaría para ir con su familia de vacaciones, y es que las vacaciones habían cambiado radicalmente, ya no eran en la casa de su madre visitando amigos y familia, no, ahora eran viajando a diversos destinos nacionales e internacionales, hasta había tenido la oportunidad de visitar a Nasly en un par de ocasiones, cosa que antes solo podía soñar.

Esta vez irían de vacaciones a visitar Aruba, más por solicitud de Vero y Sebas, pues en ese lugar habita su única tía paterna, Libia. Esa enana rubia que los adora y aún no considera a Erika miembro de su familia y que considera a Paulina su única y eterna cuñada.

Esos días pasan con una calma impresionante, las salidas a la playa eran permanentes, pero no pudieron librarse de las invitaciones de Libia a diversos lugares de la Isla, lugares maravillosos llenos de encanto y de colores que dan la impresión de ser diseñados por computador.

Una muy pesada Paulina, trata de seguir el ritmo, pero en más de una ocasión se excusa de acompañarlos y se queda en compañía de un Carlos Alberto, que parece cada día más enamorado y embelesado de su redonda mujer.

Las excusas están más que justificadas, su cuerpo no es tan atlético como hace unos meses, pero también quieren tener unos recuerdos un poco más románticos de la Isla. Así que, una vez solos en el hotel, aprovechan para tener unos rezagos de su luna de miel, el prominente abdomen de Paulina no permite tanta plasticidad como antes, pero hace más interesante y retador el descubrir nuevas posiciones y sensaciones.

Se aman.

Se aman y de eso no hay dudas, han aprendido a compartir todos sus espacios, hasta los de la paternidad aventajada. El tiempo de las tareas también es compartido, en algunos momentos, Paulina ayuda en lo que más se dificulte a sus hijos y en algunos casos es él quien se encarga de temas más espinosos como unas matemáticas de los grados superiores que se le dificultan a Sebas.

Lastimosamente el tiempo de descanso llega a su fin y deben tomar el vuelo de regreso a su adorada Cartagena. Miles de fotos tomadas y compartidas dan evidencia de los momentos vividos como la familia que son. Sus bronceados cuerpos, más que de costumbre, se introducen en el bicho volador que aún genera cierto temor en Paulina, Carlos Alberto siempre a su pie, no le suelta la mano y mucho menos deja de decir palabras tranquilizadoras a la mujer que lo hace suspirar.

Una hermosa foto del vientre de Paulina con un hermoso dibujo sobre su piel, donde ella está posando frente a las hermosas playas de Aruba, le sacan muchas sonrisas a Cecilia y Julio que la observan en un marco en la pared del pasillo principal de la casa de su hija. Verónica se dio el gusto de hacer muchos dibujos en el vientre de su mamá desde que comenzó a notarse su embarazo y unas cuantas fotos de estas acompañan otras de su boda, de cumpleaños, que están haciendo de ese rincón un museo con sus recuerdos.

La llegada de los abuelos tiene un motivo, el nacimiento de la pequeña Marcela, todo es una locura, ya está sobre las cuarenta semanas de gestación y su cuerpo está tan amplio que es imposible dejar de mirarla y admirarla.

Cada noche Carlos Alberto acaricia su vientre, le habla a su hija de lo mucho que la ama y de cuánto desea tenerla en sus brazos, es agradable verlo cerca de su esposa, todas las atenciones se desbordan para hacerla sentir bien. Esta noche están teniendo la misma conversación de las últimas dos semanas.

- Me siento bien, amor. Puedo trabajar unos días más, además tengo unas reproducciones de Bettas iniciadas y quiero ver qué se puedan obtener el mayor número de crías posibles. - Habla con una sonrisa mientras juega con los dedos de Carlos Alberto.

- Ya basta, Paulina. Éstas poniendo tu trabajo por encima del bienestar de nuestra hija. - Su tono es suave, pero se evidencia su inconformidad por la situación, quiere que ella descanse, que tenga tiempo para disfrutar lo que ahora tienen.




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