El atardecer había sido hermoso, el cielo estuvo bañado de diferentes tonos de rosa, púrpura y azul, había sido realmente relajante caminar descalza en la playa después de tantos días de carreras y afanes. La culminación de otro año escolar daba inicio a la temporada vacacional, que se pretendía tomar como un tiempo de reposo, ese anhelado descanso, donde lo que realmente quería era dormir y dejar de lado los quehaceres del hogar.
Jissel logró convencer su joven tía de acompañarla un rato a algún lugar de la Zona Rosa para relajarse y salir de la rutina. Su mundo era bicolor - trabajo e hijos - nunca buscaba algo diferente, siempre estaba de un color o del otro. A veces de ambos al tiempo. Salir un rato a hacer algo diferente de seguro la iba a animar a sacar de esa vida tan aburrida en la que siempre se mantenía. Jissel en definitiva buscaba sacarla de su ensordecedora rutina. Si no fuera por ella ahora estaría viendo alguna serie de asesinos seriales o X Files.
– Jissel termina de maquillarte y llama a tu amigo. Pregúntale si vienen por nosotras o si llegamos a algún lugar en específico. – dice mientras remueve varias prendas en su ropero y la mira a través del espejo.
– Listo tía, voy a ver qué me dice. – Después de escuchar su celular llegar hasta el mensaje de buzón de mensajes continúa - Nada tía, no me responde.
– Intenta más tarde. - Coloca una prenda frente a ella y cuestiona - ¿Será que está blusa se me ve bien? No estoy acostumbrada a usar este tipo de ropa.
Jissel la mira de reojo y ve esa blusa en seda color bronce con pequeños brillantes en el busto que no mostraba nada, pero la hacía ver realmente hermosa y sexi. Su tía era una mujer de 28 años que lucía muy bien, tenía 2 hijos, pero su cuerpo no lo evidenciaba. Era la primera vez en mucho tiempo que salía, así que no se sentía cómoda con la situación. Jissel se gira y le dice:
– ¿Crees que cualquier mujer se vería como tú?- Después de una corta pausa con el celular pegado a su oído prosigue - este loco no me responde, tía.
-Me siento preocupada, si no te responde ¿qué hacemos? - responde peinándose el rojizo cabello, tratando de hacerlo ver "decente".
Desde hace más de siete años no se esmeraba tanto en verse bien, antes salía con algunas compañeras de trabajo a almorzar, pero nada fuera de la rutina, maquillarse, ponerse tacones, ropa que muestra un poco más no es lo que realmente le emociona, prefiere unos jeans y tenis para salir a algún parque con sus hijos o tal vez algo más cómodo para pasar un tiempo en la playa.
– No te preocupes tía... ¡¡¡Todo es cuestión de actitud!!! – guiña su enorme ojo izquierdo exquisitamente delineado.
Jissel tenía toda la frescura de la juventud, veintidós años y una genética que era la envidia de muchas mujeres, incluyendo a su joven tía. Alta, delgada, trigueña de labios carnosos, un trasero genial y una hermosa sonrisa. Tenía puesto un short negro, que dejan ver sus hermosas piernas, una blusa verde menta con pequeños vuelos al rededor del busto y unos altísimos zapatos que la hacían ver aún más alta.
Unos minutos más tarde sin que les contestaran el teléfono celular, decidieron ir a dar una vuelta "por allí", para no quedarse "vestidas y alborotadas". Llamaron un taxi que las recogió frente al diminuto apartamento. Bajaron las escaleras entre carcajadas y repetían la frase de la noche: TODO ES CUESTIÓN DE ACTITUD.
Cuando llegaron al centro amurallado, vieron el acostumbrado alumbrado navideño, sin mucho afán caminaron bajo la Torre del Reloj. Jissel, que era tan pilas para las salidas nocturnas, toma la iniciativa de sentarse en la única mesa libre de ese bar al aire libre, allí sentadas en las rústicas mesas de madera, piden dos cervezas.
– Nena, no estoy acostumbrada a tomar cerveza, ni siquiera me gusta su sabor – dijo en voz baja – ¡no me tomo más de una! – afirmó.
– Uff tía, no me vengas con eso, yo tampoco tomo, pero tú sabes que una al año no hace daño. Más bien espérame aquí que voy al baño, no dejes que me roben mi silla – dijo sonriendo de oreja a oreja y mirando indiscretamente hacia la mesa a su lado, donde había unos chicos muy guapos, parecían tener la edad de ella. A penas estaba recibiendo las cervezas cuando un hombre completamente rapado, con un marcado bronceado, vistiendo una camisa negra desabrochada en el pecho y pantalón blanco se acerca a la mesa y le pregunta, en un mal español.
– ¿Puodo sentarme con te? - una sonrisa inolvidable sucedió a estas palabras sin sentido inicial – ¿ehh?
– Creo que sí, pero estoy acompañada – titubeó ella en tono bajo y un poco sonrojada.
– Non capito, io estoy con amicci, ¿puodo? – Dijo siempre sonriendo – El mío nonme e Luka ¿puodo?
En ese instante llegaba Jissel y con una imperdible cara de asombro saluda con dos besos a Luka y a su amigo.
– Hola ¿cómo estás? Soy Jissel, ¿tú eres amigo de mi tía? – pregunta con una amplia sonrisa.
– No, yo acabo de conocerlo – dijo a toda prisa, avergonzada.
– Guao tía que HOMBRES – le dijo en el oído.
– El mío nonme es Luka. – Dijo sin desaparecer la sonrisa de sus labios.
– Yo me llamo Alessandro – era un hombre maduro, de unos cincuenta y tantos, definitivamente muy atractivo, pero definitivamente fuera del rango de edad de ambas. De una vez miró las largas piernas de Jissel y sonrió con esos verdes ojos que matarían a cualquiera.
– Paulina, yo soy Paulina Valiente, mucho gusto, es un placer. – dijo tratando de imprimir más seguridad de la que realmente sentía en ese momento.
– Molto placere, io Luka Di Lorenzo.
En ese momento mil colores flotaron en el lugar y la música, el viento, las voces y todo se hizo imperceptible. Luka se sentó al lado de Paulina, al otro lado Jissel y Alessandro conversaban de datos generales, en ese mal español de Luka, Paulina entendía todo, era absurdo, ella nunca había escuchado personas que hablaran italiano antes de ese día.