Durante algunas semanas Paulina y Sussane se visitan en los tiempos libres, en especial los fines de semana, cuando Sebastián y Verónica se van con su padre. Paulina aprovecha este tiempo para salir de tarde con Sussi o para cocinar en la casa de esta. Siempre están hablando de costumbres, cultura, gente y de sus relaciones.
Sussi ha dejado su vida por estar con Javier y en un momento de sinceridad le confiesa a Paulina que no es lo que ella esperaba.
– Lo dejé todo por estar con él y ahora... Siento que fue un error. Me gusta Colombia y quiero estar aquí, pero nuestra relación no es como se supone que debería ser. – Dice mirando las líneas del piso y en tono muy bajo, casi como si nadie debiera escucharla.
– Lo siento mucho. No sé qué decir. Había notado algo, pero no sabía si era la impresión correcta. - Las palabras de Paulina solo hacen suspirar a Sussi que desde hace varios meses se siente agotada emocionalmente.
– Quiero que las cosas mejoren, pero aquí las relaciones son diferentes y los espacios dentro de la relación también. Un alemán te dice lo que quiere y lo hace y respeta lo que tú quieres, aquí no siempre se puede así. Javier es muy dulce y divertido y me encanta como pareja, pero hay detalles en él que me molestan, es demasiado machista, cree que por ser mujer debo cocinar, lavar y planchar y en mi país las cosas no son así, los dos hacen por igual las tareas de la casa. - Paulina la observa detenidamente y no alcanza a entender como alguien deja todo, donde las cosas parecen maravillosas para estar en esa situación.
– Entiendo. – En la mente de Paulina trata de rebobinar muchas cosas y se da cuenta que es más real de lo que quiere aceptar, así había sido su relación con Heriberto. Reconoce que el hombre latino, colombiano, costeño es educado para que le sirvan, para que la mujer sea servil y ellos puedan gobernar y reinar sobre ellas siempre, al igual que a las mujeres las educan con el mismo pensamiento, ellas deben servir.
– ¿Cómo puedo cambiar las cosas? Tú tienes experiencia con los hombres de aquí. – Sussi la mira de forma extraña, casi como rogando una receta o una fórmula mágica para salvar su relación con el hombre que la motivó a cambiar todo en su vida.
– Todos son iguales, pero tan diferentes. – Suspira Paulina pensando en todos los hombres de su vida, su padre, sus hermanos, amigos y hasta el que la hizo llorar por amor por primera vez. – Hay cosas que son de casa, Sussi, la costumbres que su mamá les haya transmitido...
– Si, – exagera al alargar es i – su mamá quiere venir y doblar sus calzoncillos, imagínate. - Dice haciendo una mueca en la cara provocando que ambas rían por el comentario.
– Mi experiencia en relaciones amorosas no es la más amplia... Con Heriberto, mi ex, fue tan extraña, él siempre tomaba las decisiones y yo como buen corderito obedecía y después de él... Realmente poco – por no decir nada, dijo para sí misma, una pensativa Paulina - creo que debes buscar otra consejera. – Dice bromeando.
Cuando ya termina la tarde, Paulina y Sussi se despiden y en ese momento llega Javier, le da un tímido beso a Sussi y sigue hasta su habitación. Paulina se va un poco pensativa y se da cuenta que de su vida de pareja no tiene mucho para rescatar. Heriberto había sido quien siempre llevó las riendas y ella no opinaba y mucho menos controvertía nada.
Iba a ser un fin de semana largo, siempre es así durante las fiestas de independencia de Cartagena. Las reinas, desfiles, balleneras, conciertos y demás. Heriberto tiene a los niños, solo es jueves y ya está aburrida. En las mañanas va a trotar por la playa hasta el aeropuerto y de regreso y el resto del día se dedica a organizar actividades para sus estudiantes o a cocinar para una sola persona, ella misma, cosa que la aburre muchísimo y a algunas veces prefiere no hacerlo y solo come una fruta o algo similar. Esa es su vida.
El viernes muy temprano, cuando camina de regreso llega a casa de Sussi, quien la recibe con desayuno y una invitación.
– Mañana es el cumpleaños de Javier, vamos a bailar un rato. Ven con nosotros y la pasas super. – Dice una muy emocionada Sussi, haciendo que esas dos últimas letras suenen como una A.
– No sé. No tengo el hábito de salir de noche y la verdad... – dice bajando la voz, más por las dudas y las restricciones económicas que por otro motivo – no tengo ropa adecuada para salidas nocturnas.
– No me vas a salir con esas, te pones unos jeans y una blusa NO POLO, por favor y listo. – Puntualiza una muy segura mujer alemana.
– Yo te aviso más tarde. – responde tratando de evitar el tema, para después poder excusarse.
– No, – marca su respuesta alargando la O, para hacer énfasis – no te acepto esa respuesta. Tú vas con nosotros. Te recogemos a las 8:30 p.m.
– Pero...
– Está noche invito yo, así que no te preocupes por nada. – da por terminado el tema la rubia.
Paulina usa los únicos jeans en buen estado que tiene y una hermosa blusa roja que le había regalado su hermana en Navidad, se calza unos tacones medianos y peina su cabello en rizos naturales a medio recoger. Se mira en el espejo y se ve bastante delgada, pero ya está acostumbrada. Desde que Nasly se casó y se fue a vivir a Estados Unidos ella no salía, siempre recordaba aquellos años en los que Mike, su cuñado, era muy, pero muy generoso con ella y los invitaba constantemente a comer fuera o a pasear, pero desde su partida, las cosas habían cambiado mucho, o más bien habían vuelto a la normalidad, a la rutina y a la escasez de siempre.
La noche comienza en la Plaza de la Trinidad, allí conversan con muchos extranjeros y algunos colombianos amigos de Sussi, toman una cerveza y se van a la calle del Arsenal, hay un lugar pequeño con buena música al cual han sido invitados los amigos de Javier, al entrar todo es una locura, todos bailan y ríen y Sussi parece querer acabar con el bar. Javier toma algún whisky y Paulina solo toma un coctel dulce en toda la noche. A las dos de la mañana Sussi vomita hasta su conciencia. Terminan sentados a las afueras de un restaurante alemán que está cerca, ocupando una de las mesas que están en el exterior de este.