El Color Perfecto

Capítulo 7. Una llamada perdida

El sonido de la alarma de su celular la despierta, sacándola de un delicioso, profundo y reparador sueño. 4:45. Eso muestra la pantalla.

- Ufff. Hoy es lunes festivo. Quiero dormir. - expresa somnolienta, metiendo su rostro en la almohada, respirando sonoramente, lo que indica que ya no puede dormir más.

Paulina sonríe y abraza una almohada y de inmediato se ubica. No está en su cama, no está en su habitación, ni en su casa. Está compartiendo una comodísima cama doble con sus ángeles. Es cierto, está en el apartamento de Jissel aún. Sólo hace unas horas que se ha acostado, después de una noche fuera de lo común y no por la salida nocturna como tal. Ella, en una discoteca, con sus hermanas, con sus sobrinas y con Sussi. El hombre del baño, ese hombre tiene un nombre, Carlos Alberto Leal. Cierra los ojos tratando de conciliar nuevamente el sueño, pero su reloj biológico no la deja.

Después de media hora de estar dando vueltas en la cama se decide a tomar una ducha. Ese baño le encantó, la regadera sale del techo en un verdadero despliegue de chorros masajeadores. Es imposible no amarla. Allí está varios minutos, pensando en la noche que aún no termina. A penas despuntaba el alba, cuando terminó de ponerse ropa. Su cabeza aún da vueltas por el licor consumido la noche anterior. En la cocina hay muchas cosas para comer, pero se decide por jugo de naranjas embotellado y por una manzana verde.

Desde el balcón del apartamento tiene vista a la bahía interna, así que ver el amanecer es un hermoso inicio de día. Allí, sentada en una cómoda silla de mimbre es sorprendida por los dulces brazos de Verónica, que acaba de despertar. Durante unos minutos se quedan en el balcón y luego van a la cocina. Allí ella prepara huevos, chocolate y pan caliente, los acompaña con papaya, melón, queso crema y mantequilla.

Verónica con su buen apetito devora todo feliz. Sebastián hace su aparición, pidiendo ir a la piscina.

- Mami, buenos días ¿puedo ir a la piscina ya? - Pasando la mano por sus ojos y bostezando.

- Buenos días, amor. Primero te comes el desayuno y miramos. También quiero disfrutar de la piscina, es nuestro último día aquí.

Le da un beso en la frente y pone su desayuno en la mesa. Ella se sienta al lado de él y come una tajada de pan. Siente el estómago embolatado, fue demasiado licor para su cuerpo, nunca había tomado tanto.

La mañana transcurre sin novedad, hasta que Mary y Karen hacen su aparición y comienza el interrogatorio.

- ¿Quién es? ¿Dónde lo conociste? ¿Qué hace? ¿Soltero o casado? _ Karen hace tantas preguntas que no alcanza a decir nada y de casi al tiempo Mary también interrumpe.

- ¿Vive aquí o esta de paseo? ¿Qué te dijo? ¿Cuándo se ven de nuevo? Mary no es tan vivaz como su otra hermana, pero interroga como la que más.

Definitivamente está más que preparada para eso. Sabe que sus hermanas querrían saber todo. Con las manos en alto y sonriendo cuenta en un tono de desinterés, como si hablara del currículum de alguien a quien no conoce.

- Su nombre es Carlos Alberto Leal, tiene 36 años, es ingeniero industrial, trabaja o eso creo. Vive aquí en Cartagena. Creo que es barranquillero. Lo conocí en la discoteca y no quedamos en nada.

- Mentirosa, - dice Karen frunciendo el ceño - lo vi con tu celular en la mano.

- Si, guardó su número telefónico en mi aparato, pero eso no significa nada. Creo que solo estaba aburrido y sin compañía y por eso me habló. - Le resta importancia a lo que sucedió la noche anterior, más que restarle importancia trata de ser sensata, ningún hombre se podría interesar realmente en ella.

- Pero se tomó muchas molestias. ¿Cómo sabía que tu solo tomas agua?

- Eh, no lo sé. Creo que... Adivinó. A demás, si no fuera por ti no sabría mi nombre. - Dice mirando a Karen, quien sonríe con picardía - ahora, si ya tienen toda la información que necesitaban, quiero disfrutar de la piscina.

En ese momento se quita el pareo blanco que lleva para dejar a la vista el traje de baño agua marina que le quedaba sensacional. Se lanza al agua y juega por más de 2 horas en la piscina con sus hijos. Desde la alarma de la mañana no ha mirado su celular, cuando sale del baño, lista para tomar el almuerzo se acuerda que esos aparatos existen. Lo mira para saber la hora y le llama la atención encontrar una llamada perdida, no presta mucha atención y se viste con un fresco vestido de grandes flores rosadas en fondo azul oscuro. El almuerzo es realmente divertido, todos hablan, ríen y hacen bromas de las cosas que pasaron este fin de semana.

Jissel entra a la sala del aeropuerto Rafael Núñez a las 4:38 p.m. Allí todos se despiden y retornan su mundo. Mary va con su esposo y los dos muchachos a agradable sector del barrio Manga donde hay casas grandes, Karen con sus gemelos y el padre de estos viajan en su automóvil a Sincelejo donde residen y Paulina a su apartamento.

Ya en su cama, revisa de nuevo su celular y ve la única llamada del día. En la pantalla se lee "llamada perdida de Carlos Alberto Leal". Su corazón se acelera y parece no tener freno. Va hasta su cocina, toma agua y trata de tranquilizarse. Cuando está más calmada devuelve la llamada y esta solo puede escuchar en dos oportunidades el sonido que indica que está conectando la línea. Esa voz.

- Buenas noches, hermosa... - escuchar esa voz y combinada con esas palabras hace que su estómago se convierta en una jungla donde las mariposas son lo menos importante.

- Hola. Buenas noches. - Paulina no tiene la menor ideas de que debe decir, debió pensar antes llamar y así practicar un diálogo o algo parecido - Acabo de ver tu llamada, que pena contigo.

- No te preocupes, pensé que estarías recuperando las fuerzas perdidas de anoche.

Sonrojo. Así se define el rostro de Paulina, nunca antes se había pasado tanto. Hasta Sussi hizo chistes del tema.




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