El Color Perfecto

Capítulo 13. ¿Qué está pasando?

– ¿Dueño? – El simple hecho de que alguien se crea con derecho de disponer su vida le da cierto temor, no temor, es más bien pánico. Ya pasó la época en la que sólo obedecía y, sentirse propiedad de alguien que no sea ella misma no es lo que más emoción genera en su interior, por eso no puede evitar la cara de desconcierto que surge en ese momento, pero él parece que no se percata o le resta importancia y responde con simple asentimiento y hace un pequeño encogimiento de hombros.

Sin dudas Carlos Alberto está acostumbrado a tener lo que quiere y aunque hasta ahora Paulina está comprendiendo algunas de sus actitudes, es algo que la mantiene con cierto recelo, pues siente que hay muchas partes de él que aún no conoce y no es solo por el tiempo que tienen de conocerse, es que no sabe cómo interpretar sus silencios o como llenar ciertos vacíos de información, se siente tanteando a ciegas. Este hombre le gusta, más de lo que cualquier otro en cualquier época de su vida. Con él se siente vibrar, es como si todo su cuerpo despertara de un largo, muy largo letargo y se siente viva, pero esa misma sensación es la que también genera el estado de alerta donde su propia conciencia le grita que no confíe a ciegas.

Pero se hace la sorda y hasta ahora está ignorando todo, solo está disfrutando de las nuevas sensaciones.

– Si, yo.

Sin añadir nada más se baja del carro, lo rodea y abre la puerta, Paulina se siente extraña con esa situación, pero lo afronta con la frente en alto. Se baja y un beso en los labios acaba con cualquier duda.

– Te llamo más tarde. – Otro beso y se sube a su auto y desaparece del lugar.

– Oye, pelá. – Dice Aurora, su amiga y compañera de trabajo. Con una mano puesta en la cintura y mirándola con gesto de desaprobación. – ¿ese quién era?

– Necesitamos hablar. ¿dónde está Alma? Ven y siéntate, necesito hablar con ambas. - Señala la silla que está a su lado y le hace cara de susto – Esto es importante.

Alma y Aurora han sido como su familia en esta ciudad, si bien es cierto que su relación con sus hermanos es buena, las distancias y ocupaciones han generado espacios que han sido llenados por otras personas. En los momentos más negros de su economía ellas le tendieron la mano sin preguntar, en más de una ocasión Aurora le dejó una de sus tarjetas de crédito para que comprara víveres, en esos momentos que nunca le dijo a su familia que no tenía dinero ni para comprar un pan para sus hijos, fueron sus compañeros de trabajo los que le ayudaron, en especial estas dos mujeres que siempre han estado allí para ella.

Estando las tres sentadas, les cuenta todo lo ocurrido desde que conoció a Carlos Alberto. Alma con el rostro inexpresivo la escucha atentamente, Alma es una mujer de 46 años, con la piel tostada, de estatura similar a la de Paulina y un cuerpo envidiable. Aurora, por su parte, con 39 años es mucho más baja que ambas, rubia con ojos verdes y siempre con el ceño fruncido, parece la mamá de las dos.

– Ustedes saben que no soy de tener novios o parejas de fin de semana. No sé qué me pasa con él. Me siento... diferente, creo que me siento más joven. Quiero darme una oportunidad con él. Quiero saber que es tener eso que ustedes tienen. – Su tono de voz es bajo, no por secretismo sino por timidez o vergüenza, quizás.

– ¿Has pensado en los niños Paulina? ¿Qué piensas hacer con ellos? – Pregunta Alma.

– Si, no solo los niños, piensa que él es joven y no tiene hijos... – Aurora la invita a pensar con esa oración a medio terminar, su reflexión es bastante acertada

– En eso no he pensado. Con relación a los niños, Sebas y Vero ya están grandes y necesito hablar con ellos, pero debo esperar a que las cosas avancen y ver si realmente hay posibilidades de una relación estable, no quiero estar presentando a mis hijos a todo aquel que me salude.

– Tu eres una mujer joven, tienes que meditar en que es lo que quieres, tú puedes darte una oportunidad, ya es tiempo, pero debes ser precavida. Debes ser paciente y conocerlo para saber si te conviene o no.

– A mí no me parece, ¿para qué se va a complicar la vida? ¿Tú estás segura que quieres tener que atender un marido? Yo me aguanto a Edgar porque seguimos juntos. Así que piensa bien el lío en el que te metes.

Ambas tenían razón, desde la óptica de cada una, aun así, Paulina no sabía muy bien que hacer, se estaba dejando llevar, cosa que nunca había hecho antes y eso le daba miedo, solo que esta vez estaba enjaulando el miedo porque le gustaba sentirse viva.

– Ustedes son tan extremistas, solo les estoy diciendo que conocí a alguien y que me gusta, no les he dicho que me voy a casar mañana.

En ese momento se escucha la voz de Pablo, el coordinador, que les pide entrar al auditorio para comenzar y de inmediato el trio de mujeres pone pausa a la conversación.

Al terminar todas las actividades del día, Paulina camina hasta su hogar, allí la recibe Daviani que está que se para sobre las pestañas porque no podía comunicarse con ella.

– Heriberto dejó a los niños hace dos horas, preguntó por ti y le dije que estabas trabajando. – de inmediato susurra para que los chicos no escuchen y con cara muy seria le dice – tenemos que hablar.

– En un rato te cuento todo, mi cel se murió como a las siete y media. Voy a saludar a mis ángeles.

Al entrar Paulina en la habitación en la que se encuentran los chicos jugando se percibe una gran alegría. Sebastián y Verónica abrazan a su mamá, jugando se le suben hasta en la cabeza, había sido un fin de semana largo y en esos casi cuatro días los extrañó mucho. Aunque estuvo distraída con Carlos Alberto, los demás pensamientos siempre eran para ellos. Jugaron un rato hasta que Daviani les dijo que el almuerzo estaba servido, los cuatro lavan sus manos, se dirigen al comedor y se sientan, agradecen a Dios por los alimentos y comparten el platillo que mejor prepara Daviani, pastas a la boloñesa. La mamá número dos está feliz de estar con ellos en esos días.




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