– Eres la primera mujer, en muchos años, con la que puedo hacer cosas normales. Hamburguesas, reír, correr en la playa, parque de diversiones, esas cosas. Quiero ir a cine. Quiero pasear sin más. Quiero vivir. – Toma un sorbo de su copa y sonríe - Hace mucho no me sentía normal, vivo, feliz.
– Pero... ¿Esto que tiene que ver con mi pregunta? – Su voz tiene un toque de duda mezclada con incomprensión.
– Todo. – Una pausa con un pequeño sorbo a su fría bebida – La razón por la cual no he podido vivir con normalidad es esto – señala a su alrededor – las personas que me rodean solo ven lo que tengo y buscan como beneficiarse de su relación conmigo. Por eso quería que vieras a Carlos Alberto Leal, no a Carlos Alberto... Mishaan Leal.
El rostro de Paulina, que había permanecido expectante hasta el momento, cambia de repente. Ese apellido es muy conocido en todas partes, todos saben que es de una de las familias más adineradas de la región y del país. No puede creer que la ha engañado. Su enojo se hace evidente, su cara cambia completamente y se levanta del sillón, coloca la copa en un diván que está cerca y se para frente al acuario. No sabe cómo sentirse en este momento, es que no había necesidad de mentirle, ella no le iba a pedir nada, ella sabe vivir en la escasez y nunca ha estado en sus planes conseguir a alguien para obtener algún beneficio económico.
Molestia sería una forma muy suave de definir lo que está creciendo en su interior. ¿En qué momento se cegó tanto? ¿en qué momento decidió cerrar los ojos para no ver lo que era evidente?
Entonces comprende esa vocecita que la estaba molestando y que le gritaba que no confiara, que se detuviera, que no se entregara, esa que silenció solo porque le evitaba disfrutar del momento que estaba viviendo.
Fija su mirada en un punto vacío. No es capaz de mirar hacia donde él está. Carlos Alberto, está de pie, unos pasos detrás de ella, no tiene ni idea de lo que ella está pensando. Cuando por fin puede ver su rostro de nuevo, ella tiene una lágrima corriendo por su mejilla derecha. Su mente es una revoltura de ideas y pensamientos. Los reproches que salen de su corazón no tienen palabras
– Me siento usada. – Su mirada es de dolor y decepción y, tal vez, también de desconfianza – Entonces solo fui... tu espacio fuera de tu rutina, fuera de tu mundo perfecto y... maravilloso. No entiendo por qué me hiciste esto. No debí confiar en ti. Todos los hombres son iguales, no pierden la oportunidad para buscar una mujer que les pueda dar un ratico de placer.
– No. Eso no es cierto. No eres un... ratico de placer. Eres lo que quiero para mí vida. Solo quería que conocieras al hombre que hay en mí, lejos de los prejuicios que rodean a mi familia.
– Fue un placer conocerlo señor Mishaan. – Casi se podría decir que escupió esas palabras, es que esas palabras desgarraron no solo su garganta sino el corazón de ambos. La sensación de pérdida es inevitable y el dolor se muestra transparente y brillante acumulado en sus ojos, los de ambos.
Con pasos ágiles y rápidos Paulina camina hacia la puerta, aun así, su mente lo es mucho más, procesa cada uno de los momentos desde que lo conoció hasta ahora. Son miles de imágenes y enseguida se siente tonta y estúpida, no puede entender cómo creyó en este hombre y mucho menos la forma como se entregó a él, eso nunca le había sucedido, siempre fue precavida, ponía barreras, inventaba excusas y pretextos para no salir con nadie, ya sabía lo que era estar y vivir engañada y aunque este es otro tipo de engaño, al final de día es eso, un engaño.
– Espera preciosa, – suplica ansioso Carlos Alberto, sintiéndose necesitado de ella de su mirada cálida y amable – todo lo que te dije es cierto, solo... omití los detalles. – Dice como último recurso, no pensó que todo lo que a otros atrae hiciera que ella salga corriendo, lo sabía, ella es diferente.
Cada una de sus relaciones desde que tiene memoria han girado en torno a su apellido y lo que este significa, desde muy joven aprendió a no confiar, a pensar siempre mal de cada persona que se le acercaba, pocas personas habían sido sinceras y por eso su vida era relativamente solitaria, muy diferente a la de ella a la que le contaba fácilmente una docena de buenos amigos. Desconfianza había sido el acompañante de su café cada día, ahora era difícil hacerla a un lado.
– Así es. Solo fueron detalles. – Por primera vez ella levanta la voz en una notable ironía que incrementa la ansiedad de él en proporciones desmesuradas.
Paulina no puede concebir el engaño de esa manera. Su historia con Heriberto le dejó cicatrices muy profundas, tantas mentiras la habían marcado como ningún golpe podría hacerlo. A pesar de eso se abrió a él y dejó su alma desnuda a una mentira que terminaría de dañarla y de convencerla que es mejor estar sola que mal acompañada, después de todo Alma tenía razón. El consejo de Aurora llegó tarde, ya había perdido.
Avanza unos pasos y Carlos Alberto se lo impide, este no concibe la idea de que salga de su vida, aunque sea por un momento. Al sentir su mano en la cintura se frena, no quiere que la toque y levanta las manos. Él de inmediato la suelta y se interpone en su camino, quedando uno frente al otro. La respiración de ambos está agitada y sus miradas inician una silenciosa conversación.
Ella se siente decepcionada, él con miedo.
Ella necesita espacio, él necesita abrazarla.
Ella quiere espacio para pensar, él solo quiere que ella lo escuche.
Ella espera que él sea sincero, él quiere decirle todo, absolutamente todo.
Ella le pide que no la deje ir, él le pide que se quede.
En solo unos minutos se han dicho con sus miradas más que lo que las palabras podrían expresar. Sin saber cuál de los dos tomó la iniciativa se encuentran más cerca el uno del otro y sienten el calor de sus cuerpos. Sus respiraciones están tan agitadas como su corazón y saben que ya no hay una guerra que pelear, en este momento solo quieren caminar juntos.