– Vero y Sebas están dormidos, nosotros nos vamos para que descanses, debes estar muy cansada. – Karina mira primero a Paulina, luego dirige su mirada a Carlos Alberto y continúa - seguro tienen mucho de qué hablar.
– Mi hermanita, gracias por la ayuda de estos días. No sé qué habría hecho sin ustedes. Mamita, papito, otra vez, los quiero mucho. – Paulina abraza a cada uno, dándoles un beso en la mejilla al final.
– Pau, mañana regreso para acompañarte. Estos días han sido agotadores. Solo quiero descansar un poco. – apunta Cecilia, con su acostumbrado tono seco.
La despedida no tarda mucho más, Julio está muy silencioso, las cervezas le han hecho efecto y solo le da un abrazo a su hija. Todos se marchan dejándolos solos.
Sumergidos en un largo y silencioso abrazo se quedan durante un tiempo en el pequeño sillón azul oscuro. Estos días separados parecieron haber sido una eternidad. Los pocos, pero intensos, momentos vividos los han llevado a extrañarse más de lo imaginado. La calidez de los brazos de él la reconfortan y le hacen sentir ese enjambre en su estómago, ahora que están solos vuelve ese sentimiento de deseo y de anhelo que no los ha abandonado desde que se conocieron.
– Gracias. – Mirando a sus ojos con un verdadero sentimiento de gratitud. Le toma la mejilla y continúa – Me sentía perdida sin ti.
– No hay nada que agradecer. Se lo importantes que son los chicos para ti. – Le sonríe y besa su mano – Yo quería dejar todo para acompañarte.
– ¿Cómo te fue en el viaje? – cambia de tema, ella quiere olvidarse de la clínica - ¿Todo bien? Te esperaba en tres días.
– Si, todo bien. El cambio de horario me tiene incómodo, pero no hay problema. Tuve muchas reuniones, miré muchas muestras, escuché muchas propuestas. La próxima semana debo definir algunos proveedores. Solo negocios. Siempre estaba pensando en ti. Quería estar contigo, abrazarte, besarte... – Suspira y hace más fuerte el abrazo – Moví algunas reuniones para poder venir antes y algunas cosas que puedo hacer desde acá las aplacé para esta semana, es más trabajo aquí, pero así pude llegar antes.
Su sonrisa se hace un poco coqueta y su mano acaricia el lóbulo de la oreja de Paulina y llega hasta su cuello. Ella nota lo que está pensando él y se ríe. Le da un beso corto en la boca y se pone de pie. Ella lleva puesto un pantalón de tela de hilo en azul claro, con una blusa blanca de medias mangas, ligeramente holgada. Va hasta la cocina y le ofrece algo de tomar. Él acepta con un silencioso asentimiento. Jugo de maracuyá bajo en azúcar, dice ella al colocar la pequeña bandeja blanca en la mesita de centro. Al sentarse nuevamente a su lado en el sillón azul rey, retoman su conversación, luego de un rato él pregunta por Luka, Paulina se tensa, pero responde con la verdad, le cuenta a grandes rasgos su historia con Luka.
– Hace un tiempo atrás, pensaba a menudo en él, siempre tenía la esperanza de verlo de nuevo, quería saber qué sentiría yo al verlo nuevamente, ahora ya lo sé. – Concluye con una sonrisa – pero sabes algo, – hace una pequeña pausa para mirarlo nuevamente y agrega – creo que todo esté tiempo no lo esperaba a él, sino a ti.
– Guao. La competencia esta dura, pero... – Dice con una medio sonrisa, mientras peina con sus pulgares la cejas de ella.
– Pero... – Lo insta ella a continuar, recibiendo esa caricia con los ojos cerrados, se siente tan bien estar así de cerca, se siente como si fuera desde siempre.
– Pero... yo tengo ventaja ahora. – Asegura dándole un suave beso que hace suspirar a Paulina.
La risa de Paulina lo contagia y él la mira con ternura. Un beso largo y dulce que ambos disfrutan es su despedida. Paulina se queda con una amplia sensación de tranquilidad por estar en casa con sus hijos. Observa detenidamente el árbol de Navidad y todas esas decoraciones doradas y rojas que tiene y se transporta a su infancia, recuerda como su mamá escondía los regalos en Noche Buena en diferentes lugares de la habitación que compartía con Karina y Nasly, para que ellas pudieran descubrirlos en la mañana de Navidad y pensaran que había sido el Niño Dios.
La mañana llega fresca y muy luminosa, sale a trotar a la playa y su cuerpo se relaja después de tantos días de tensión, de clínica, de angustia. Necesitaba esto, piensa mientras observa dos niñas corriendo en la orilla con un labrador chocolate. Sus zapatos se mojan, cuando distraída entra en el agua. Es la primera vez que le sucede esto y ríe recordando el día que Carlos la llevó hasta el agua.
Sebastián se levanta unos minutos después de haber llegado. Ella le da un beso en la frente de buenos días y lo ayuda a llegar a la sala. El día transcurre tranquilo, planeando la cena de Navidad que es en cuatro días. Quieren aprovechar que casi toda la familia está en la ciudad para hacer una gran reunión familiar, lo que no saben es dónde hacerla.
"Te mando flores" suena en el celular de Paulina y su rostro se ilumina. Los niños y Cecilia la miran sorprendidos, nunca la habían visto tan feliz por una llamada. Se saludan con las mismas palabras de siempre y la voz de Paulina se escucha suave y dulce. Carlos Alberto la invita a cenar esta noche y le dice que quiere presentarle a alguien. Paulina está intrigada y de cierta forma preocupada. No sabe que ropa usar, sabe que es algo formal, pero no tiene idea qué tan formal podría ser.
– ¿A quién quieres presentarme? – Reclama en tono infantil y haciendo puchero – Dime porfa, si, si, si. – Intenta convencerlo, solo que Carlos Alberto tiene otros planes.
– Es alguien a quien quiero mucho. No te preocupes por nada. Paso por ti a las 4:00 p.m. Te llevaré de compras. – El tono que usa no da cabida a réplicas y Paulina no sabe que decir ante sus palabras.
Paulina se sonroja por la última frase, y trata de disimular su incomodidad, imagina que es algo muy serio para que él la lleve a comprar algo de vestir para esa ocasión.