– Esta es la casa de mi familia, todos están casi siempre fuera de la ciudad. Yo vengo algunas veces, como hoy.
Paulina escucha todo y parece que lo dice alguien desde muy lejos. Su mente está muy confundida, sabía que Carlos Alberto tenía dinero, pero parece que es mucho más del que ella podría imaginar. Esa casa es tan lujosa que le parece de mentiras, parece decorada para una revista. Su mente da vueltas en torno a la vida de él y no sabe que puede pasar allí. Al llegar a una habitación él le dice que puede tomar una ducha si lo desea y que en una hora llegaría esa persona a la que quiere presentarle.
La cama, las cortinas, el baño, por Dios el baño es impresionante, esa hermosa pintura en la pared. Todo en esa habitación parece de galería de arte. Por un momento se mira en ese lugar y parece no ubicarse, no se siente cómoda y se sienta en un somier tratando de asimilar todo esto. No creo que sea capaz de vivir de esta forma, son demasiados lujos, piensa para sí.
Echando a un lado estos pensamientos se maquilla, haciendo uso de un poco más de lo que usa habitualmente, resalta sus ojos usando máscara en las pestañas y se delinea los ojos en la parte superior, sus labios los deja con un labial rosa suave que la hace lucir muy joven. Una vez arregla su cabello se cambia de ropa, se decide por el vestido a media pierna en tonos pastel, de una seda hermosa, que parece que acaricia su piel. Se sienta en la cama y ajusta las sandalias que juegan perfectamente con el vestido, como si la hubieran hecho en exclusiva para ese diseño.
Se levanta y va hasta la puerta, pero no se ve rastro de Carlos Alberto, decide bajar las escaleras y escucha la voz de un hombre, no entiende lo que dice, y luego la voz de Carlos Alberto. Esto si lo entiende perfectamente.
– Ella es sencillamente perfecta, es inteligente, hermosa, alegre, carismática, comprensiva y una excelente madre.
– Eso es lo único que veo, sus dos hijos, ¿estás dispuesto a ser padre de dos niños en este momento? Si es así, adelante.
Paulina los escucha desde el umbral y casi se tiene que obligar a respirar y dar un paso, ellos se percatan de su presencia cuando ha dado unos pocos pasos hacia el interior del hermoso salón. Un estilo contemporáneo predomina en la mueblería de ese lugar, es impresionante el buen gusto con el que está decorado todo. El rostro de Carlos Alberto se ilumina al verla. El hombre que está con él es mayor y claramente debe ser su padre, el parecido físico es impresionante, unas canas asoman a los lados de su cabello haciéndolo más atractivo aun..
– Paulina, este es mi padre, te dije que es alguien muy especial para mí. – La recibe dándole la mano para acercarla a él – Papá, ella es la mujer que te dije, – Mira a Paulina que se ruboriza haciendo que se vea más adorable de lo que ya es – ella es quien ha logrado conquistarme.
– Mucho gusto mujer, yo soy Jacobo Mishaan, ya estaba más que interesado en conocerte. Veo que mi hijo se quedó corto en su descripción.
– Gracias señor, mucho gusto, Paulina Valiente, – Extiende su mano para saludar al hombre frente a ella que la acepta muy amablemente – espero no ser inoportuna, pero pensé que usted estaba fuera del país.
– Así era, llegué está mañana, algunos asuntos por resolver me trajeron de vuelta. –Asegura Jacobo. La mira complacido, ella tiene una elegancia natural que la hace llamativa. Es hermosa y a pesar de que aún no han conversado se nota que sabe expresarse y que no teme decir su punto de vista. Cuando le entregaron el estudio de seguridad que le habían hecho no encontró nada reprochable, todo lo contrario, su gran familia se puede considerar ejemplar, no hay personas con antecedentes judiciales o de drogadicción y su condición económica solo muestra que son personas que han aprovechado sus propias capacidades para salir adelante. En persona es todo lo que esperaba basado en lo que decía en el papel.
Los tres se sentaron en los elegantes sillones que se encontraban allí, Carlos Alberto al lado de Paulina en el más grande y Jacobo en uno sencillo que parece dominar a los demás. Durante un rato la conversación es solo entre Jacobo y Paulina, Carlos Alberto solo observa la naturalidad con la que ella habla con su padre y la mira embelesado.
Una mujer mayor que trabaja para la familia se acerca con una charola plateada que contiene tres copas de vino blanco. Un excelente vino, hacen un corto brindis, por Paulina. Un poco de rubor sube a las mejillas de Paulina, quien se une al brindis con una tímida sonrisa.
La cena es fabulosa, tanta elegancia para sentarse a comer hace que Paulina se sienta como en una de esas novelas que suele leer donde los personajes son extravagantemente ricos. La conversación es amena, en un momento el principal tema es a cerca del trabajo de Paulina, lo que ella hace, los peces con los que trabaja, la actividades que realiza con sus estudiantes, lo que ha aprendido, se nota gran pasión por lo que hace.
– ¿Qué planes tienen para el futuro? – Pregunta Jacobo de forma directa mirándolos a los ojos.
Paulina se sonroja y agacha la mirada, no tiene respuesta alguna para esta pregunta, no ha pensado en el futuro o no quiere pensar. Carlos Alberto en cambio parece que ha estado haciéndolo por los dos. Sonríe y toma la mano de su novia.
– Aún no hemos hablado al respecto papá, pero sé que quiero todo con ella. – Paulina no puede evitar más rubor en sus mejillas y toma un poco de agua de su copa. – de momento estamos conociéndonos.
Paulina agradece la respuesta que él ha dado. Si bien es cierto que ella ha pensado mucho en las implicaciones de una relación con él, también es cierto que su corazón o su cerebro esquiva todo lo relacionado con un compromiso más allá de lo que tienen en este momento.
– Conocerse... Eso sólo se logra en la convivencia, pero pueden intentarlo. – Sonríe para Paulina.