El Color Perfecto

Capítulo 25. Tu medio limón

Paulina no puede creer que está en un yate tan hermoso, en el "Legacy" todo allí son lujos y comodidades, no puede creer que le pertenezca a él.

– Por fin tengo el gusto de conversar contigo, este hombre me ha vuelto loco cada día de las últimas semanas hablándome de ti. Parece que encontró su medio limón. – Dice Hans con un tono agradable y juguetón.

Hans, el mejor amigo de Carlos Alberto, es un hombre de unos ojos negros impresionantes, da la impresión de tener un abuelo hindú, tiene unos rasgos muy peculiares, pero es bastante atractivo, es alegre, jovial, amable y parece que ama a Paulina de solo escuchar a su amigo hablar de ella.

– Hola, no recuerdo que él te mencionara para nada, en estos días hemos hablado de tantas cosas, – La risa de Paulina deja ver que es una broma y todos ríen. – mentiras, él me ha hablado muy bien de ti.

– Mi hermosa dama siempre sabe cómo hacerme quedar bien. – la mirada de Carlos Alberto refleja picardía y marca el inicio de una larga conversación a la que más tarde se unen los otros adultos.

Las risas son contagiosas, Paulina y Hans se toman mucho tiempo para hablar del amigo en común, hay mucho tiempo para conversar con todos los presentes durante el día

La tarde es increíble, todos están muy animados, hay mucha comida para los invitados. El capitán y el resto de la tripulación, en total cinco personas, están atentos a todas las necesidades de los asistentes.

Juegos de mesa, música en vivo, mucho espacio para disfrutar de la maravillosa vista, un jacuzzi. La bahía interna de Cartagena es un espacio agradable, el recorrido de la embarcación muestra el contorno de la isla de Tierra Bomba, que está frente a la bahía, recorrer otras islas del Parque Natural Corales Islas del Rosario y observar el cristalino mar fueron lo más relajante que pudieron haber hecho después del incidente de la noche anterior.

Cada minuto del recorrido tiene su propio encantó, no hay tiempo de aburrirse, ni siquiera cuando anclan frente a la bahía nuevamente al atardecer.

– Esta vista es maravillosa, el cielo tiene tantos colores hoy, parece que luce su mejor gala.

– Tienes toda la razón, está vista es maravillosa, – apunta Carlos Alberto, dando la espalda al deslumbrante cielo para fijar su vista en Paulina – quiero esto para siempre.

En ese momento ella se percata de su mirada y trata de ignorar sus palabras, agradece de corazón que él se mantenga a raya y que no sea tan evidente delante de su familia, aún no se acostumbra a la idea de que la vean con pareja.

Las dudas de Paulina se mantienen y trata de ocupar su mente en las conversaciones entre sus padres, hermanos e hijos y la maravilla del paisaje. No quiere pensar en nada de fotos o noticias de besos en discotecas o cosas similares.

El contacto con él se reduce al máximo, aún le cuesta que sus hijos la vean acompañada y las muestras de afecto se reducen en todo el día a cortos besos robados en los pasillos o la cocina, roces de mano al entregar algo de tomar o caricias disimuladas al estar juntos en algún lugar.

Carlos Alberto le tiene mucha paciencia, sabe que para ella es algo nuevo y que debe esperar a que las cosas avancen.

El paseo llega a su final ya entrada la noche y todos bajan en una lancha rápida, que debe hacer tres viajes, hasta el muelle de Manga. En los dos primeros van Cecilia, Julio, Sebastián, Verónica y cuatro de los músicos de la banda que estaba abordo. En el segundo Rodolfo, Karina, Hans, otros tres músicos y varios instrumentos musicales, y en el tercero solo Carlos Alberto y Paulina.

Los acompañantes de Paulina viajaron hasta sus lugares de estadía en el mismo vehículo de la mañana, Paulina en un carro diferente junto a Carlos Alberto.

Paulina llega antes que sus hijos a casa están en la sala cuando suben acompañados de su abuela, ella no los dejaría viajar solos en auto, por nada en el mundo, hace cara de tranquilidad cuando llega y encuentra a su hija preparando algunas cosas para la celebración de la Navidad.

Cecilia es llevada a casa de Mary por el conductor, despide de sus nietos con un beso de abuela, esos que están reservados solo para los niños más queridos del mundo. Da su hija un abrazo a manera de despedida y a Carlos Alberto un ligero palmeo en el hombro, acompañado de un "cuida a mi hija" que podría atemorizar al más valiente.

Después de un baño, pijama y oración los chicos quedan profundamente dormidos, el cansancio de la jornada los deja noqueados y fuera de combate hasta el día siguiente.

Katia aparece nuevamente en casa de Paulina, le agradece que la haya llamado de nuevo, ella la conoce de varios años atrás, cuando fue su profesora. Le había tomado mucho aprecio después de graduarse cuando le había ayudado en varias oportunidades, le había colaborado con pequeñas cantidades de dinero para sus gastos diarios en la Universidad. Sabía que Paulina no tenía mucho, pero aun así la ayudaba con mucho más de lo que realmente podía.

Katia le tiene gran aprecio a Paulina, tanto que la quiere como a una tía. Esa noche se queda por segunda vez con los chicos, aunque están relativamente grandes, Paulina no es capaz de dejarlos solos en casa.

– Profe, no se preocupe, yo me encargo del desayuno de los chinches, – esa es la forma cariñosa de decirle a Sebastián y Verónica – mañana no tengo mucho que hacer.

– Está vez si vendré, pero no te preocupes que puedes quedarte hasta mañana. – La incómoda conversación fue más vergonzosa cuando Carlos Alberto, le hace señas a Katia diciendo que no es cierto, que no regresará esta noche – En serio hija, regreso más tarde y tú no me hagas muecas.

– Eso está por verse. – Susurra en su oído y lo besa.

Paulina encoge el hombro por el sonoro beso y da una pequeña palmada en el hombro de Carlos Alberto.

– Mañana es lunes, – suspira con desgano mirando por la ventanilla del coche – que lástima.




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