El Color Perfecto

Capitulo 26. Quiero que te vayas

No puede ser. Esto no puede pasar otra vez.

Justo antes de cruzar la calle un par de personas en una moto de detuvieron frente a ellos y les tomaron una foto. Estaban abrazados y sonriendo, felices de poder estar juntos. Sus miradas mostraban más de ellos mismos que cualquier currículum. La fotografía los tomó desprevenidos, David se dio cuenta justo antes de que la tomaran, pero no estaba suficientemente cerca para evitarlo.

– Eran profesionales, su cámara es de profesionales. – Al teléfono Carlos Alberto, trata de solucionar las cosas. Da indicaciones y levanta la voz en un par de ocasiones, tira de su cabello, en claro gesto de impotencia y molestia.

Paulina se siente turbada, es llevada por David, el guardaespaldas, al auto con rapidez, no entiende bien porqué ocurren estas cosas.

Al entrar al auto, Carlos Alberto intenta abrazarla y ella lo frena, poniendo su mano a la altura del pecho en señal de alto. No quiere que su cuerpo frene sus pensamientos.

– ¿Otra vez vamos a salir en las noticias? – Cuestiona irritada, molesta – Esto no es lo que quiero Carlos...

– No quiero que pase, no es mi decisión. – La interrumpe bastante irritado – Estoy haciendo todo para frenar cualquier uso de esa foto en medios. – Dice un poco más calmado, su irritación no es hacia ella, pero es ella quien la nota y no es agradable.

– Llévame a mi casa. Necesito descansar, mañana tenemos nuestra cena de Navidad y tengo que organizar muchas cosas. – Habla evidenciando su estado de ánimo, cruzando sus brazos a la altura de su pecho.

Carlos Alberto nunca la había visto tan molesta y, mucho menos, había visto tanta seguridad en ella. Sin decir nada más puso en marcha el motor del vehículo y desandan el sendero hacia el lugar de residencia de Paulina. Hay tanta tensión dentro del vehículo, que se puede percibir como niebla gris.

Abre la puerta de su apartamento y solo puede decir un "buenas noches" con algo más que tristeza. No hay beso, no hay abrazo, solo una mirada brillante a punto de romper en lágrimas, lágrimas que amenazan por salir. Paulina temía que volviera a ocurrir y ocurrió.

Su llanto ahogado por la almohada es escuchado por Katia, que aún está despierta. Se acerca hasta la habitación y con un par de suaves golpes anuncia su entrada.

– Profe, ¿qué le pasa? – Acaricia el cabello de Paulina y espera a que le diga algo, no puede creer que este en ese estado, se había ido tan feliz hacía unas horas.

– ¿Es que acaso su novio le hizo daño? – Ella niega con la cabeza – Entonces...

– Otra vez nos fotografiaron. – Cada palabra sale desgarrada y con fuertes sollozos – Eso no es lo que quiero para mí...

– Profe... No sé qué decir... Eso no es tan grave...

– No me despedí de él, quería hacerlo, pero no pude. – Solloza ella en un lamento que le arruga el corazón a su exalumna.

– Eso se puede solucionar... Llámelo. – Al decir esto le entrega su celular y la mira con ternura – Todo tiene solución, usted siempre me lo dice.

Paulina endereza su cuerpo y se sienta con las piernas cruzadas sobre su cama, con duda toma el celular y lo mira como si no supiera lo que tiene que hacer, unos segundos más y marca el contacto número dos del marcado rápido y él responde de inmediato.

– Perdóname, quisiera que estuvieras aquí, conmigo...

La llamada se corta. Paulina no entiende, su corazón se duele en gran manera, Carlos Alberto no quiere hablar con ella, Katia la abraza y continúa su melodía de sollozos y palabras de tristeza. Unos golpes en la puerta principal las sorprenden las sorprenden, hay mucho desespero en la forma de tocar. Asustadas, salen tratando de entender que sucede, se miran sin intentar abrir la puerta. De nuevo los golpes.

Todo tipo de pensamientos acuden a su mente. Tal vez los vecinos del apartamento de al lado pidiendo ayuda, o la dueña por algo urgente. Se anima a abrir, pero con precaución, no quiere pasar un sofoco con algún asaltante o algo peor a esa hora.

Carlos Alberto entra sin decir nada, solo la abraza con los ojos cerrados y acaricia su cabello desordenándolo, sintiendo cada centímetro de su longitud, respirando su fragancia, atrapando su calor, demostrado que la necesita.

Parece que han pasado horas cuando se separan. La respiración de Paulina se hace diferente, ya no solloza ahora parece que se ha encendido en pasión.

– Profe, nos vemos mañana. – ella sonríe viendo a su exprofesora más calmada y con esa cara de mujer enamorada que tiene desde hace unas semanas.

– Gracias Katia. Ven mañana para que hablemos. – Le sonríe agradecida. Ella sale cerrando la puerta tras de sí.

Al quedarse solos esa pasión que se sentía como densa niebla reaparece mágicamente. Un encarnizado beso lo demuestra y le hace sentir mucho calor a Paulina en aquellas partes de su cuerpo que parecen reclamarle por haberlas ignorado. Carlos Alberto está tan excitado que no puede y no quiere disimular la reacción natural de su cuerpo, que se evidencia en su entrepierna.

Sin pensar en nada se lanzan uno contra el otro, tomando todo y entregando todo, reclamando con caricias las caricias del otro. Es imposible que bajo tanto deseo y pasión puedan pensar, sus cuerpos solo pueden aferrarse a lo que sienten.

No saben en qué momento han llegado a la habitación, el recorrido parece ser un viejo conocido, sus pasos los llevaron hasta allí. Con prisa los botones de la camisa de Carlos Alberto son sacados de su lugar, la blusa de Paulina sale de su cuerpo. Las sensaciones de sus pechos unidos, piel con piel los hace perder la cordura aún más, si eso es posible. Se besan devorando todo, las manos de él hacen que la falda parezca un cinturón, está alrededor de su delgada cintura, ella le ayuda a soltar el broche que la mantiene aún aferrada a su cuerpo y continua con el pantalón de él. Sus manos no pueden estar quietas, acarician, agarran, aprietan todo lo que esté a su alcance.




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