El dolor en su costado le hace recordar todo lo que pasó el día del accidente. No puede evitar que esa lágrima recorra su habitual camino. Todo lo que había visto como real hasta el momento se esfumó, dejó de hacer parte de su presente.
Carlos Alberto no está.
La presencia de Luka en su casa solo hace que recuerde más aquello que no tiene. Parece que en lugar de hacerla olvidar, aviva el recuerdo de Carlos Alberto en su mente y en su corazón.
Hermosas rosas amarillas aromatizan el ambiente. Luka dice amarillas como Paulina, definitivamente ella no se siente para nada amarilla, se siente gris, frío e incompleto gris. Su teoría de los colores, no quiere discutirla con nadie, así que prefiere sonreír. Una sonrisa sin vida, solo tristeza hay en su ser. El dolor de la soledad es algo que nadie comprende a su alrededor, cuando piensan que la soledad es un estado físico y no del alma.
Año nuevo es en unas pocas horas y solo quiere dormir para que pase pronto. Cada día ha sido más difícil que el anterior y, aunque está tranquila sabiendo que sus hijos salieron ilesos, se siente morir cada minuto que no recibe al menos una llamada que le diga que él está bien. No ha podido comunicarse con el hombre que ocupa la totalidad de sus pensamientos y eso es algo que la abruma y la llena de miedo.
– Vamos manita, no quiero verte triste. Los niños están aquí, contigo, están bien. Hazlo por ellos. Te necesitan. – Insiste Karina una vez más. De cierta manera la comprende, sabe que no ha sido mucho tiempo, pero ha sido suficientemente intenso como para generar anhelo, dolor, tristeza, miedo, angustia y quien sabe cuántas cosas más.
– Kary... No puedo, es algo que no puedo dejar de lado... Siento que me rompí en dos. Él se llevó una mitad y ahora no se dónde está, ni en qué condiciones. – Otra lágrima hace su aparición.
– Así es, él no está, pero tu vida sigue, debes levantarte, ya lo has hecho antes... – Le habla con tanta seriedad y franqueza como nunca antes, pero no alcanza, aun no.
– No es lo mismo, ahora no tengo fuerzas. – Solloza y nuevamente mira sin mirar.
Las lágrimas no se contienen más y se desbordan en un caudaloso río. El abrazo que Kari le da a su hermana le toca el alma. Quiere que deje de sentir, que vuelva a ser la mujer alegre de siempre, la madre cariñosa, la hermana compinche, esa persona especial que todos quieren tener cerca.
– Ciao bella! – su tono suave y cariñoso las hace volver al presente – ¿Cómo estás?
– Mejor. Cansada de la cama, mi mamá no quiere que haga nada. – Se queja, pero su voz no expresa nada, es tan plana como el cristal de la mesa.
– Tu debes descansar, vas a tener mucho tiempo para los niños... Y para mi. – Habla en un tono bastante optimista, sacando un poco de sus deseos a flote y dejando ver entre líneas un claro panorama.
Paulina levanta la mirada y sonríe medianamente, cree entender lo que Luka está diciendo, ¿se queda en Colombia? No está segura y prefiere no entender.
– Si, acepté el contrato, quiero estar aquí. – Responde la silenciosa pregunta que ella hizo con su mirada. Sus ojos muestran algo de timidez, pero también de esperanza – me gusta estar aquí.
– No deberías aceptar, las condiciones no son buenas para ti. – Recuerda una parte de lo que habían conversado un par de semanas atrás, Muy en el fondo desea que se vaya, no lo quiere cerca.
– Son suficientes. Quiero tener el color del verano siempre en mi piel. – Ella sabe lo que eso significa y no lo va a reconocer en voz alta.
– No podrás llevar tu vida igual a la que llevabas allá. – Replica, tratando de convencerlo, solo que él no entiende, o no quiere entender las indirectas de ella.
– Pude negociar un buen contrato, mejor de lo que imaginas. Serán cuatro años...
– Guao, ¿en serio? Es bueno para ti. – Dice con tono mas acorde con la situación, de cierta manera se alegra por él, es su sueño desde que se conocieron.
– Si, así es... Se que las cosas serán mejor ahora. – Esa afirmación confirma lo que ella sospechaba, Luka se queda por ella. No quiere que sea así, quiere poder esperar por él, sin que nadie quiera cambiar eso.
– Gracias. – esa sola palabra hace que todo el ambiente cambie y Luka incluso, cambia de posición y se acomoda en la silla quedando un poco mas lejos de ella.
– No comprendo... – Muestra su mejor cara de confusión.
– Gracias por estar todo este tiempo conmigo y con mis ángeles. – Le da una sonrisa de labios cerrados y vuelve su mirada a la nada.
El año nuevo no fue más que un momento que Paulina vio como una película vieja, algo que ya sabes cómo termina. Besos, abrazos, buenos deseos, explosiones en el cielo, oscuridad, silencio, una cama vacía, soledad...
No es necesario decir cómo se siente, todos los saben, cada día pasa en medio de una rutina con tensa calma. Llamadas a un número que siempre está apagado, música que suena sin razón, comida desechada sin que nadie la pruebe.