El Color Perfecto

Capitulo 33. Lo que yo obedezca

Ante la mirada de todos los presentes, Carlos Alberto se levanta tocando su cara y mira a Luka con infinitas ganas de responderle, pero hace uso de su racionalidad para no dejarse llevar por sus primitivos instintos.

– ¿Estás loco? – dice a punto de lanzar un golpe, un golpe que quería darle desde la primera vez que lo vio y no sería tan honorable siendo que él le saca al menos diez centímetros y más que el doble se eso en peso.

– Tu... – No sabe cómo decir en español lo que piensa y siente, las palabras se le atoran en la garganta y no logra crear una frase coherente en este idioma – ¿Qué haces te a Paulina?

Luka, cálmate por favor, ahora no es momento para pelear, piensa en Paulina. – Dice Jessica en inglés tratando de apaciguar el momento – ¿Lo conoces?

Si, él es Carlos Alberto, el hombre que ha hecho sufrir a mi Paulina. – respira ruidosamente por la nariz, mientras con sus ojos acuchilla al hombre frente a él.

No es tuya, ella no es tuya – responde en el mismo idioma y camina hacia él y lo señala con el índice – No te atrevas a llamarla de nuevo así.

Un ambiente más que tenso se respira en las afueras de la clínica. La brisa de la lluvia que amenaza con caer no logra enfriar el ambiente.

Los verdes ojos de Jess se clavan en Carlos Alberto, entiende porque su amiga está loca por ese hombre, es muy atractivo, a pesar de ser blanco. A ella le atraen mucho, mucho más, los hombres con piel morena. Pero ese hombre tiene un aspecto impresionante.

Carlos Alberto la observa con detenimiento, es alta, casi como él mismo, y es que en Colombia el promedio de estatura femenina está muy por debajo de la que alcanza está mujer, "sus hermosos ojos deben tener loco a más de uno", esa combinación de ojos verdes, cabello oscuro y piel blanca no es común, y a pesar de su aspecto habla bastante bien el español, tiene el acento en el idioma como el más costeño. Se ve a simple vista que quiere mucho a Paulina y se preocupa por ella.

Ella se le acerca en un intento por calmar los ánimos dejando a Luka en compañía de Mary y Susi. A pesar de que Sussi lo conoce de antes no hace esfuerzos por acercarse, ella lo mira un tanto molesta al parecer sus emociones están más cerca de Luka.

– Hola, soy Jessica Sutermeister, amiga de Paulina. – Se presenta mirándolo a los ojos, esperando conocerlo y tener alguna explicación de lo que sucedió con su amiga.

– Hola, soy Carlos Alberto...

– Si, ya lo sé. El perdido novio de mi amiga que vuelve para ponerle la vida de cabeza. – Lo interrumpe ella.

– No era mi intención, no sabía que ella estaba... – No puede continuar, su voz se quiebra y reconoce en silencio su perdida.

– ¿Qué pasó? – Lo interroga ansiosa.

– Llegué está mañana, a penas ustedes se fueron, no fue la mejor conversación que hayamos tenido... – Se lamenta, quiere gritarle al mudo lo estúpido que se siente.

– ¿Sabes lo que hiciste? ¿Sabes lo ilusionada que estaba con ese bebé? – Es directa, él debe comprender la situación.

Su mirada no oculta nada, deja ver el gran dolor que siente, estas horas allí, esperando cerca de ella, pero muy lejos al mismo tiempo, le permitieron ser consciente de que habían perdido algo que había soñado y deseado y que ahora veía tan lejano.

Esta triste, muy triste. No sabe que pasará entre ellos ahora, seguro que ese italiano se va a aprovechar de lo que pasa para estar más cerca de ella.

Tengo que hacer algo, no puedo permitirme perderla, la he hecho sufrir y ahora debo hacer algo... ¿Qué hago? Cada segundo en su mente es media eternidad de tortura y soledad, esto no es, ni por asomo lo que deseaba.

Sus agolpados pensamientos le llevan hacia caminos que nunca pensó. Recorre, mentalmente, todos los caminos que lo puedan acercar a ella, no se dará por vencido. Él la ama y ese amor es la cuota inicial para recuperarla.

La inminente salida de Paulina, lo saca de su ostracismo. En una silla de ruedas es llevada hasta el lugar donde están reunidos sus seres queridos. Paulina no quiere hablar, no quiere ver, no quiere sentir, solo quiere estar sola.

Verla tan frágil en esa silla, con la mirada perdida, pálida y con la figura diferente a la de hace unas horas termina de romperlo, sus ojos escuecen y no puede evitar que rueden cuesta abajo las saladas gotas que le sorprenden y retira presurosamente. Quiere abrazarla, protegerla, aislarla solo para él, llenarla con su presencia.

– Mi amor... – se hinca frente a ella con los ojos llorosos y mostrando nuevamente ese movimiento en su barbilla – Paulina, estoy aquí...

Paulina cambia la dirección de su rostro para evitar mirarlo. En este momento lo que menos desea es su presencia. Desea convertirse en una ostra y aislarse de todo y de todos. Su vida, como se la había planteado hasta hace unas horas, ha desaparecido y debe tratar de retomar las más antiguas o proponerse unas realmente nuevas, no lo sabe y no quiere pensarlo en este momento. Dios arráncame este dolor, prefiero morir a seguir sintiendo este vacío, ya fue suficiente. Su mente está en una conversación con ese Ser Superior que tantas veces le ha demostrado amarla y cuidarla, no entiende por qué ahora la ha dejado sola y ha permitido que su bebé no esté más con ella. En su mente solo hay un culpable y aunque no lo señale con su dedo, lo deja claro con su actitud, no hay nada más que decir. ¿Cuándo podre tener algo bueno sin que me cueste demasiado? No debí robarme ese momento de felicidad, nunca fue mío y ahora…




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