El Color Perfecto

Capítulo 35. No lo sientas

 

Proxeneta de peces: Estoy bien, estoy en mi casa, gracias por la rumba (3:42)

El mensaje en WhatsApp tranquiliza a Jess y Sussi, que marcaron mil veces a su número celular. Solas ahora, se dedican a disfrutar de la compañía, estos hombres son excelentes bailarines y piensan disfrutar lo que más puedan con ellos. Para Sussi este tiempo "sola" ha sido bastante complicado y no piensa desaprovechar su oportunidad, su acompañante parece agradable, buen conversador y se mueve como los dioses, esa forma de moverse es seductora, la palabra correcta es sexi. Bailan hasta que cambia la música, de ruidosa y movida a suave, muy suave, esa es la forma que tienen las discos de la ciudad de anunciar a sus clientes que se ha terminado la hora de atención al público y es que solo falta menos de una hora para que salga el sol.

La mañana calurosa de junio hace que Paulina se levante con más sed de la acostumbrada. ¿Qué hora es? Me duele la cabeza se me va a reventar como globo de fiesta. Sus pensamientos son casi inconexos, no tiene ni idea de cómo llegó la noche anterior y mucho menos como hizo para colocarse ese pijama.

No puede pensar y ni si quiera lo intenta, su cabeza aún da vueltas.

Que noche tan loca.

Es imposible pensar cuando no hay conexiones neuronales certeras, las sinapsis no se efectúan y es imposible dar sentido a algo que no se sabe cómo sucedió.

Muchos vasos de agua no son suficientes para calmar su sed, busca una pastilla para tratar de calmar esa punzada generalizada en su cabeza y la toma, se decide por una segunda sabiendo que una no será efectiva. Una larga ducha ayuda, pero no lo suficiente, se tira de nuevo en la cama y duerme, duerme más de lo que ella había conseguido en mucho tiempo.

Tranquila mi hermosa dama, estoy aquí, nada te va a pasar... Vamos eso es, ya estás a salvo... Duerme amor, duerme. Estoy aquí, estoy aquí para ti...

Cada palabra en su sueño se escucha tan real, tan vívido que se despierta agitada.

– ¡Carlos Alberto!

No puede ser. ¿Él estuvo aquí conmigo? No, no puede ser, fue… fue solo un sueño.

Revisa su celular y encuentra veintisiete llamadas perdidas, la mayoría son de Sussi y otras de Jess, también hay dos de Cecilia.

– ¡Mis hijos! Me olvidé llamarlos anoche. Oh, por Dios son casi las cuatro de la tarde.

Con la mano en la cabeza y caminando alrededor de la cama habla con sus pequeños, no se mide en el tiempo y su llamada termina porque se acaba su saldo.

Queda con un sabor agridulce, solo pudo hablar con ellos un rato y además no se pudo despedir. Revisa su WhatsApp y mira varios mensajes y solo ve la mayoría, responde a unos pocos y va al perfil de Sussi. No recuerda haber enviado aquel mensaje, eso la deja con la mente mucho más revuelta.

No recuerda haber llegado a casa, pero allí está, seguro es de esas personas que no recuerdan nada de cuando están tomadas, es la primera vez que lo hace, así que hace una nota mental: no lo haré de nuevo, es muy feo no recordar las cosas que hiciste.

– Por Dios, quién sabe qué cosas habré hecho anoche en ese lugar. – Suspira mirando sus manos y después una mueca de duda – Ojalá no haya hecho ningún espectáculo o peor... algo de que arrepentirme.

Su cuerpo no muestra evidencia de haber tenido sexo o algo parecido, cosa que la alivia, pero le incomoda no acordarse de cómo llegó.

Su celular comienza a vibrar en sus manos y se da cuenta que está en silencio. Jessica la está llamando y sonríe al recordar el hombre con el que estaba su amiga, no es el tipo de hombre con el que ella estaría, pero son los gustos de su amiga, realmente no es el color de piel, es el conjunto de vestimenta y forma de hablar, no parece un hombre de los que se hacen responsables de sus acciones.

Hello. – Dice bastante entusiasta Paulina, exagerando la pronunciación de esa palabra – ¿Cómo estás?

– Bien, ¿cómo llegaste anoche? – Mientras inicia esa conversación va sacando algunos vegetales de su nevera para prepararse algo de comer.

– No lo sé, no lo recuerdo, pensé que ustedes me habían traído... – Mira un tomate que parece demasiado maduro y lo deja en un lado.

– ¿En serio? No te encontrábamos, te buscamos en los baños, la barra y luego salimos y nos preocupamos mucho. Luego recibí tu mensaje y nos tranquilizamos. – La explicación de su amiga siembra más dudas en su interior, con todo esto entiende menos el haber llegado a casa.

– Si, ya vi sus llamadas, son unas exageradas, mira que veintitantas llamadas es una exageración – comenta riendo un poco – pero tampoco recuerdo haberles enviado el mensaje... – frunce el ceño y se dedica a lavar los vegetales – creo que no debo tomar tanto trago.

La risa de su amiga le cambia el ánimo, gracias a Dios que está en casa y está bien, parece que aún ebria sabe comportarse o eso quiere creer.

Una vez terminan su conversación e la cual su amiga le habla de lo increíble que es su nuevo “amigo” se despiden, en ese momento ya tiene lista una ensalada con muchos vegetales, parece que comerán unas cuatro personas con ella.




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