En la distancia Carlos Alberto observa como Paulina ríe en compañía de Luka, se ve feliz, se ve radiante, se ve hermosa.
Parece que con él puede estar tranquila, no puede olvidar la noche anterior. Aquel maldito desgraciado quiso aprovecharse de ella, había tomado mucho, quería decirle que no siguiera, pero sabía que sería negativo, ella no quiere hablar con él.
Cada uno de los movimientos que hizo en ese bar fueron seguidos minuciosamente desde su esquina, no le había quitado el ojo de encima, excepto ese momento en que esa rubia había querido que la invitara una cerveza a lo cual se negó tratando de ser lo más amable posible y que ella entendiera que no estaba buscando nada, solo a Paulina, cuando logró deshacerse de aquella mujer ya ese cerdo le tenía las manos encima, no le quedó otro remedio que apartarlo.
Aún siente molestia en su mano por los golpes atisbados a aquel patán. Aunque la presencia de David ayudó a que no pasara a mayores, pues el guardaespaldas se encargó de la situación.
Vaya amigas, por estar pendientes de sus conquistas no la cuidaron.
Ahora parece que está noche va a ser eterna, ella parece disfrutar de la compañía de Luka, él siempre ha estado allí esperando su momento.
Quiere romperle el cuello, cómo se atreve a besarla... No puede ser... Se besan y ella se ve tranquila, no puede escuchar sus palabras, pero se da cuenta que hay mucha intimidad en sus gestos. Cuando ve que continúan caminando, ella aferrada a su brazo, siente como si una lanza gigantesca le atravesara el alma, quiere morirse.
No.
No se va a dar por vencido, debe esperar el momento en el que puedan hablar y pueda decirle todo. Quiere tener esa oportunidad. Ella no lo sabe, pero él está más cerca de lo que podría imaginarse. Solo es cuestión de tiempo.
Los observa caminar, el silencio entre ellos parece avivar las ganas que tiene de partirle la cara a ese maldito por acercarse a su mujer, porque para él ella sigue siendo su mujer.
Mientras camina a unos metros de ellos recuerda todo lo que vivieron y le molesta mucho su duda, hasta el punto de odiarse a sí mismo, su maldita duda derivó en lo peor de su vida, la muerte de su hijo no nato.
Su sangre hierve de verlos juntos, se entienden bastante bien y no encuentra excusa valedera para acercarse. Al interior de "Havana" ellos bailan y ríen y otra vez ríen, la música en vivo de ese bullicioso grupo de salsa es pegajosa, el presentador alardea sobre la altura de la orquesta y no hay porqué quejarse, lo hacen muy bien.
El administrador del lugar es un conocido que, en cuanto lo ve, se acerca a saludarlo, se toma un trago de ron cubano con él, este le quema el camino hacia el estómago, y le ofrece que toquen la canción que él prefiera, Carlos Alberto duda en hacerlo y después de negar se decide por la canción perfecta.
Se despiden entre calurosos abrazos y la promesa de encontrarse de nuevo. La pareja de su interés se encuentra mucho más cerca de la orquesta que él y cuando observa que su amigo conversa con el presentador acorta la distancia entre él y el sitio de su interés. "Idilio" suena para ellos, como aquella primera noche. Con valor se acerca hasta donde ella está con expresión incierta, no logra comprender si está así por verlo acercarse u otra cosa le causa su estado.
Ante la mirada asesina de Luka la toma para bailar, sin que ella oponga resistencia, sus ojos no dejan de mirarse y sus pies se mueven en total concordancia. Sin mediar una palabra completan la melodía y se despide de ella con un ligero beso en los dedos de su mano izquierda.
Los pensamientos de Paulina se tornan confusos, no entiende que está haciendo, porqué baila con él, cómo es que él está allí, sería mucha coincidencia que así fuera. Sentir su aliento fresco con trazas de alguna bebida alcohólica, le provoca que su cuerpo reaccione de una forma que nunca reconocería delante de otra persona y mucho menos a él. Recuerda la primera vez que bailaron, fue esa misma canción, Willie Colón expresa su poesía seductora a ritmo de salsa.
Esos labios sobre sus propios dedos la dejan sin respiración, esos minutos parecieron eternos, hace tanto no estaba entre sus brazos que realmente se sintió como en casa. Ya iniciada otra melodía, de la cual no logra comprender ni una palabra, observa el rostro de Luka. En un total mutismo salen del lugar, donde los recibe el agradable fresco de la noche.
Luka puede observar la forma tan perfecta en la que se movían, la forma tan íntima de mirarse, la reacción de ella ante aquel simple gesto de despedida. Desde antes sabía que ella seguía enamorada de aquel sujeto, lo había confirmado con el beso de esa noche. No pudo oponerse a que bailasen, no tenía derecho.
Caminar un poco para que ella se despeje, solo alarga la interminable noche, Paulina desea estar sola para poder colocar nombre a lo que siente. Para buscar una explicación a lo que su cuerpo siente, porque esa reacción, allí, en su centro la deja inquieta, lo desea y su cuerpo lo grita, pero su conciencia quiere callarlo, silenciarlo, asfixiar cualquier resquicio de duda que aún quede, no puede pretender amar al hombre que tanto daño le causó.
Carlos Alberto observa como salen y caminan conversando en voz baja, Luka le rodea los hombros con su brazo y le hace compañía. Puede percibir en la postura de Paulina que está cansada, se ve tan distinta a hace un rato, ya no sonríe con la misma fuerza. Un taxi los recoge y él imita la acción.