El Color Perfecto

Capítulo 37. PERDÓNAME

"Paulina Valiente"

Había olvidado por completo el sobre del día anterior, la sorpresiva visita de Luka la distrajo y lo que ocurrió más tarde borró de su mente la existencia de aquel elemento que permanece en la barra que separa la cocina de la sala.

Sudada por la caminata y su pésimo estado físico, toma el sobre de camino al baño y lo deja sobre su cama. Unos minutos más tarde, con la frescura conferida por la ducha, se sienta en su cama envuelta con una toalla blanca, como todas las de su casa. Toma el sobre y lo mira con detenimiento, no conoce la caligrafía que detalla su nombre, pero le parece elegante y hermosa, sobre todo hermosa.

Sus ojos se abren como platos al tener la tarjeta que contenía el sobre, porque esa letra si la conoce, solo tiene escrita una palabra y eso es suficiente para que su corazón se acelere.

"PERDÓNAME"

Qué puedo hacer, no puedo huir para siempre de él. No, no estoy lista aún. Necesito más tiempo. Lo mejor será poner tierra de por medio, ya sé que hacer.

El ambiente mundialista se siente por todas partes, los restaurantes, los almacenes y hasta su lugar de trabajo se han convertido en grandes espacios para la disertación de lo que está por venir. Colombia tiene muchas opciones para hacer un gran papel en este evento, el equipo que va a competir ha mostrado un alto nivel y eso eleva los ánimos de los hinchas del equipo tricolor. Faltan pocos días para que comience la copa de Brasil y está puede ser la excusa perfecta para escaparse temporalmente y tener tiempo para pensar.

Se queda en su casa el resto del día y solo hasta la tarde va un rato al mar a ver el atardecer, el cielo va cambiando de tonos en la medida que el sol hace su recorrido para besar el Mar Caribe, mientras está sentada sobre la arena es saludada para muchas personas de la comunidad, en su mayoría jóvenes que fueron estudiantes de su clase.

Cuando ya está suficientemente oscuro se levanta limpiando la arena de su blanco short, con sus sandalias en la mano, se adentra a las calles del sector para refugiarse nuevamente en su tranquilo apartamento.

En las escaleras que dan acceso a su residencia encuentra sentado a quien nunca pensó ver allí.

– Hola. ¿Qué haces aquí? – Pregunta Paulina a su inesperado visitante en un tono de esos que dicen: eres tú realmente o un extraterrestre tomó tu lugar.

– Quería hablar con alguien... – Por un momento duda de lo que está diciendo y de inmediato tratada de retractarse – Lo siento yo no... Mejor me voy, mañana debo trabajar y tengo cosas que hacer.

Heriberto se pone sobre sus pies e intenta salir, mesa su cabello hasta llegar a la nuca. Su rostro se ve cansado y con una expresión de tristeza mezclada con preocupación.

– Sube. Parece que si necesitas algo. – Paulina inicia el ascenso de las escalinatas y al llegar al descanso se detiene para observar cómo su exesposo parece dudar en si sube o no. – es en serio...

– Si, está bien. – conviene con ella e inicia el ascenso, en ese sencillo proceso parece arrastrar el mundo con cada pie, coloca ambas manos en los bolsillos de su pantalón. La camisa desencajada lo hace lucir en extremo cansado y fuera de su papel.

Desde que su relación explotó de forma tan estrepitosa, solo han tenido conversaciones tan simples y superficiales que no van más allá de las preguntas rigurosas a cerca de los niños.

Increíblemente Paulina se encuentra tranquila y con la necesidad de pensar en algo que no sea ella misma.

– Perdóname. – Dice Heriberto en tono compungido.

Los pies de Paulina se detienen y parece que se pegaran al suelo, a su mente solo se viene la tarjeta con esa misma palabra. No. No puede ser que ella haya confundido las letras, su mente se retuerce y da vueltas alrededor de cada símbolo y lo que juntos significan.

Respira profundo y pone la mente en blanco.

– No te puedo perdonar. – El rostro de Heriberto transmuta de cansancio y tristeza a ofendido – Yo te perdoné hace muchos años, no hubiese seguido adelante si no te hubiera perdonado.

– No entiendo por qué me lo dices de esa forma, yo solo quiero que no haya más malentendidos entre nosotros.

– ¿Malentendidos? Ah, claro, ahora tener una amante y llevarla hasta la casa en la que vives con tu esposa y tus hijos se considera un malentendido.

La cara de indignación de ella es más que suficiente para saber cómo se siente en ese instante, de verdad no está en condiciones de mantener esa conversación, aun así, su lado masoquista la obliga a sentarse frente a él y esperar su respuesta.

– No me mal intérpretes, eso no fue un malentendido, lo reconozco, eso fue… eso fue mi estupidez. Me refiero a la forma como todo sucedió. Fui un bruto. Nunca debí buscar fuera lo que tenía contigo. Me equivoqué en todo. – Con su respiración agitada y la mirada baja continúa su disculpa – todas las pendejadas que hice y que me llevaron cada día más profundo y sin vuelta atrás, cada uno de mis actos rompieron mucho de ti y eso es algo que ahora entiendo y me molesta, porque no lo merecías.

El tono pesaroso de su voz, evidencian su arrepentimiento, pero lo que Paulina no logra entender es por qué ahora, después de tanto tiempo, él llega y la busca para decir lo que quiso escuchar por mucho tiempo y que ahora ya no le importa lo más mínimo. Ella sabía que él se había equivocado, y también reconocía sus propios errores. Ahora todo es como esas historias que oyes y no tienen nada que ver contigo. Saca una jarra de la nevera con una bebida fría y la sirve en dos vasos, le ofrece uno a su acompañante y se sienta nuevamente para escuchar esa historia que sabe viene ahora.




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