Caminar por la playa siempre trae a Paulina la paz y serenidad que necesita, esta vez no puede concentrarse, no puede dejar su mente en blanco, han pasado demasiadas cosas en estos cuatro meses, había aceptado esa perfecta propuesta de matrimonio en la cual no podía y no quería decir que no, pero aun así, tiene mucho miedo de lo que sería convivir con alguien, aunque ese alguien fuera Carlos Alberto, el hombre que se robó su corazón, que logró cambiar su forma de ver el mundo.
Caminando observa como el mar embravecido golpea fuerte la arena y hace pequeñas lagunas cerca de la orilla. Algo llama su atención, puede observar el movimiento del agua sobre la arena de la playa, allí donde se abre camino para recuperar su espacio, es allí donde se inclina y observa con más cuidado ese movimiento que ha captado su atención, parecen pequeños peces nadando, pero al observar más de cerca puede ver que en realidad son larvas de camarón, logra tomar uno en su mano y lo observa embelesada, siempre reacciona de esa forma cuando algo tiene que ver con lo que tanto la apasiona, la vida acuática.
Sus pensamientos parecen un tornado en su mente, recuerda claramente las palabras de Luka aquella tarde en la que había dado el sí frente a todos.
– Hasta hace unos días tenía la esperanza de que fuera yo quien hiciera la propuesta para que dijeras que sí, ahora... – Luka la miraba de una forma diferente a como siempre lo había hecho, eso le dio a ella una cierta paz que no se compra con nada – ...tienes ese anillo que te muestra como la mujer de alguien que no soy yo. Ahora pienso diferente y tengo sentimientos diferentes por ti y por otra persona.
La sorpresa de Paulina se evidenció en su rostro, algo se sospechó al verlo llegar con Alexa, pero aun así que él lo dijera marcaba una gran diferencia. Se abrazaron para sellar esa etapa de sus vidas y un "gracias" dicho al oído del italiano fue suficiente para hacer más fuerte esa amistad que siempre estuvo allí.
Paulina puede recordar cada instante desde ese día, la agradable fiesta familiar que organizaron junto con Margarita y Alexa para celebrar el cumpleaños de Carlos Alberto, cada detalle convirtió el sencillo evento en algo maravilloso. En la fiesta estaban todos los hermanos de Paulina, sus amigas, los padres de Carlos Alberto, su hermano, que parecía interesado en Jessica, Hans y su novia, la desagradable Juliana, y por supuesto Alexa acompañada de Luka. El ambiente mundialista llenaba el lugar y todos estaban vestidos con ropas deportivas, en especial camisetas de la selección de sus países, cosa que hizo sacar muchas fotos que se convertirían después en memes que compartirían entre los mismos invitados en sus grupos de WhatsApp.
Cada pensamiento daba vueltas mil veces en la cabeza de Paulina, lo que más la había sacado de sus casillas había sido el descubrir hace solo un par de días que él se encontraba viviendo en el apartamento justo al lado del suyo, ese que antes ocupaban sus amigos santandereanos y que misteriosamente se fueron después de la reaparición de su adorado caballero.
Habían pasado solo dos noches desde que, por accidente, esos que la vida provoca, había visto a Carlos Alberto sacar de su bolsillo un juego de llaves para darse paso al apartamento contiguo al de ella.
Se habían despedido hace solo unos minutos, tal vez dos o tres, cuando recordó que aún tenía el celular de él en su cartera, lo saca para tratar de alcanzarlo cuando por la ventana de su sala, donde las luces estaban apagadas ya, ve como él cruza y no se detiene en su entrada sino que cruza hasta el otro lado y ese instinto femenino o malicia indígena, llámenlo como quieran, le dispuso de inmediato a observarlo con deteniendo y en silencio, dándose cuenta en ese instante como el miraba a ambos lados y luego insertaba la llave en la cerradura abriéndose paso al interior del apartamento vecino. Cuando termina de abrir la puerta ella hace lo mismo, dejando a un sorprendido Carlos Alberto y a una confundida, bastante decepcionada y muy molesta Paulina.
– Amor, puedo explicarte... – Da un paso hacia el frente, levantando su mano con intención de alcanzar su brazo, pero ella se retira dando un paso hacia atrás.
– Quiero escuchar lo que vas a decir – dice cruzando sus brazos sobre su pecho y largando una mirada de incredulidad.
– Entra, por favor – se escuchó casi como un ruego, en su mirada se notaba ansiedad, miedo, vergüenza y no podría describir cuantos sentimientos más asociados a ese momento.
Al entrar pudo ver que el lugar no se parecía en nada a lo que antes había allí, era definitivamente un estilo más vanguardista, lleno de elegancia, donde predominaba el blanco en perfecto contraste con el negro y un tono de azul grisáceo muy agradable a la vista. Un gran Sillón esquinero en negro con cojines en el mismo azul dominaba la sala del lugar, ella se sienta en el lado más cercano a la entrada y nota como las luces dispuestas hacen que el lugar se vea tan diferente.
Carlos Alberto desapareció por unos segundos en la cocina del lugar y aparece con dos copas de vino blanco, ofreciéndole una a ella.
– No entiendo. ¿Por qué ocultarme esto Carlos Alberto? – señala con su mano lo que los rodea – Estábamos bien, las cosas iban de maravilla, ¿desde cuándo? ¿Por qué?
– Es sencillo, yo estaba desesperado por estar a tu lado, necesitaba verte, saberte segura, no te imaginas el infierno en el que viví después de ese día. – se sienta a su lado y toma un sorbo de la fría bebida. Observa como ella no lo mira, su mirada está fija en la copa que sostiene para sí misma de la cual aún no ha probado el contenido.
– Pero pudiste decírmelo después, no pensaste que pasaría si yo me daba cuenta... – Su voz era lenta, reflejaba la tristeza, la decepción que había en su interior.
– Por favor, no pienses siquiera en alejarme de ti, no quiero que mi vida avance si tu no estás conmigo. – Un deje de temor se sintió en sus palabras.