El Color Perfecto

Capítulo final

– Por el poder que se me confiere, yo los declaro marido y mujer. Puede besar a la novia.

La ceremonia había sido hermosa, no solo por cómo había sido dirigida, sino por el lugar, todo estaba decorado con lirios de varios tonos, siempre acompañados de rosas blancas. Había muchos colores rosa, magenta, azul y naranja, colores que daban alegría y vistosidad al sitio.

Todos los presentes hacían parte de una u otra forma de la vida de ambos, padres, hermanos, hijos, sobrinos, primos, cuñados, amigos y algunas otras personas de trabajo. La familia y amigos de Paulina conformaban el ochenta por ciento de los invitados.

Carlos Alberto tomó sus manos entre las propias y las llevo hasta su propia espalda para que ella lo abrazara y en seguida hacer lo mismo con ella, con la tranquilidad de saberla suya ante los hombres y ante Dios la besó, fue un beso suave, dulce y lleno de promesas. Ese beso confirmaba las palabras que habían dicho unos minutos antes con sus votos matrimoniales.

Yo, Paulina Valiente, me entrego a ti y prometo que en mi mente y mi corazón siempre estarás tu y solamente tú, que te seré fiel y te apoyaré en cada espacio y etapa de nuestras vidas, cuando estés feliz o triste, cuando necesites mi apoyo o cuando prefieras caminar solo, cuando nos toque masticar el agua o dormirnos  sentados y que si mi mente deja de recordarte mi corazón no te olvidará porque tu eres el amor de mi vida, el hombre que llenó mi vida de colores y que transformó los que ya existían para complementarme y hacerme realmente feliz. Te amo.

Yo, Carlos Alberto Mishaan, me entrego por completo a ti, mi bella dama, con la promesa de estar siempre para ti, sin medias tintas, sin secretos y con la certeza de que mis brazos siempre estarán para ti, que mi hombro te servirá para llorar y para reír, que siempre podrás contar mi apoyo incondicional para que nuestros ángeles estén bien y tengan la familia que ellos se merecen. Eres la mejor mujer que la vida me pudo entregar y te voy a cuidar como el tesoro que eres, como la delicada flor que necesita cuidado diario hasta final de nuestros días. Te amo.

El vestido parecía haber inspirado la decoración, era simplemente perfecto. Se veía como esas mujeres que modelan trajes de novia, Paulina se veía radiante. El beso terminó a causa de los aplausos de los presentes.  Los primeros en desear lo mejor a Paulina fueron Sebastián y Verónica, que la abrazaron al tiempo y le susurraron cuanto la amaban. Estaban felices, los tres estaban felices, es como si hubiesen cambiado el CD y comenzará una película nueva en sus vidas.

Desde ese momento una fila de besos y abrazos con buenos deseos se hacía interminable. Durante algunos instantes sentían como los músculos de sus mejillas se acalambraban de tanto sonreír.

Hubo fotos y más fotos, todos querían capturar el momento, todos querían fotos con los nuevos esposos. La plataforma de madera donde se encontraban era el espacio perfecto para tener el ambiente adecuado para cada captura.

– Esposo. – Dijo en voz suave y melosa Paulina en un momento donde parecía que por fin habían acabado las fotos.

– Esposa... – Tomó a Paulina por la cintura y la atrajo hacia su cuerpo, como tantas veces lo había hecho y dijo a su oído – Por fin.

– Por fin – un suspiro de anticipación fue liberado por ella, dándole acceso a su cuello, donde fueron depositados unos suaves y enardecedores besos.

– Quiero que nos vayamos de aquí en este instante, – susurró en su oído haciendo que todo el cuerpo de la recién nombrada señora Mishaan se ruborizara por completo – tengo una urgente necesidad de estar a solas contigo... Esposa. – Está última palabra la susurró de manera provocativa en el oído de una emocionada Paulina que estaba deseando salir corriendo de allí, pero que al tiempo se abstenía por mera cortesía.

– Yo también, pero debemos "disfrutar" un rato más de la fiesta, esposo – Dijo esposo en el mismo tono que él usó, sintiendo como se incrementaba en el cuerpo masculino la prueba de su necesidad.

– Que la disfruten ellos, yo quiero disfrutar de ti, esposa. – Cada vez que utilizaban esa palabra era como si se hiciera más real el vínculo que ahora los catalogada como tal, esposos. Apretó su agarre para que ella pudiera sentir más su erección, causando que ella estuviera más ansiosa, es que es imposible no estarlo, durante las últimas semanas no habían estado juntos por más de una hora y siempre acompañados por algunas personas, algunas veces eran los chicos, otras sus hermanos o padres. Tanto Cecilia como Margarita estuvieron todo el tiempo cerca de ellos para ayudar con los preparativos de este evento, parecía que lo único o lo más importante era que la boda saliera perfecta, y así había sido, cada detalle estaba cubierto, tanto la ceremonia como la recepción habían sido impecables.

Habían estado organizando cosas de trabajo, para poder estar listos y cien por cien disponibles para su luna de miel, para que nada interrumpiera su tiempo. Cada uno en su espacio organizando todo, incluso detalles de la nueva casa. Paulina se sentía viviendo en su cuento de hadas personal, donde no hubo bruja, ni lobo feroz, pero si un pasado con cientos de ellos, tal vez era su premio por haber luchado contra todo en el pasado.

Hacia exactamente un año que se habían conocido, habían escogido esa fecha para consagrar su unión, pues para ambos era realmente importante, sus vidas habían cambiado de forma realmente significativa ese día. El inicio de la temporada de fin de año siempre era muy movida en el Corralito de Piedra, Cartagena atrae miles de turistas que llegan buscando satisfacer un variado número de necesidades. Ahora todo eso es más que ajeno a la pareja, para ellos solo existe la romántica, histórica, impresionante ciudad que los saluda como los nuevos señores Mishaan.




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