Adeline
Hoy es la gran fiesta y no estoy lista para ver a todas las manadas. Sé que él va a estar ahí, pero tengo miedo de lo que pueda hacer.
Sé que estoy bajo los cuidados del Rey, pero para mí él no tiene límites cuando se trata de hacerme daño.
—Veo que no te has preparado para la fiesta, Adeline, por eso te traje algo que te va a gustar mucho.
Miro a Luna en la puerta con una gran caja en sus manos.
—Espero que no sea lo que estoy pensando... me dieron ese traje para ponérmelo hoy.
Ambas miramos hacia la cama, donde se extiende un vestido al estilo de la época de las brujas, elegante y majestuoso.
—Creo que eso no es lo que te vas a poner hoy —dice Luna—. Ten esto. Sé que va a parecer mucho, pero quiero que te veas como la reina que eres.
Me río un poco.
—No llegaría a ser una reina si fuera así.
—Sabes que tienes más que reina, Adeline, solo tienes que descubrirlo.
—Sobre todo sería una reina... lo único que espero es, por lo menos, ver a mi hermano.
Abro la caja y mis ojos se llenan de asombro. Es hermoso, pero... no sé si puedo usarlo.
—Luna, esto es demasiado. Yo no pertenezco a la realeza. ¿Qué van a pensar de mí?
Luna me sostiene de las manos.
—Escucha, ya es hora de que seas otra persona, de que vivas tu vida libre. Cariño... sé que has sufrido bastante, pero eso no te va a detener. ¿Me entiendes? Tienes que caminar con la cabeza en alto. Eres más importante de lo que crees.
—Para todos allá abajo, soy la protegida del Rey y una luna maldita. Pero si eso es lo que quieres, me pondré el vestido.
Espero que las cosas cambien desde hoy.
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Me miro en el espejo y no me reconozco. Me siento perdida. No parezco yo.
—Yo sabía que Luna escogería algo muy hermoso para ti.
Y entonces lo veo. Mi hermano. ¿Cómo está aquí?
—¿Cómo es que estás aquí? Pensaba que te habías olvidado de mí.
Él me sonríe y se acerca.
—¿Cómo podría olvidarme de mi hermana? Pedí una audiencia privada contigo al Rey, pensaba que no me la daría, pero mira dónde estoy. Sé que no he sido el mejor hermano, pero hago lo que puedo para que estés bien.
Respiro hondo.
—Lo entiendo, pero no es fácil. Estoy en un lugar lleno de gente que no conozco. Me estoy conociendo a mí misma estos días y he visto cosas que ni yo misma creía posibles... Ahora creo que será mejor que te vayas, no quiero problemas, sobre todo con tus padres.
Él asiente.
—Siempre te voy a cuidar, pase lo que pase. Eres y serás mi hermana. Ahora te dejo sola, si eso quieres. Y... Adeline, estás hermosa y destinada a mucho en esta vida.
Respiro y espero que las cosas realmente cambien.
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Káiser
Me siento nervioso, como la primera vez que busqué esposa, pero esto es distinto. Ya no tengo a mi amor a mi lado.
—Deja de pensar en eso, hombre. —Mi voz interior me reprende—. Tenemos a nuestra nueva luna, aunque no quieras verlo. Y ahora soportarás a tu familia de nuevo, y al consejo, que insiste en que busques esposa.
Tienes razón... pero sabes cómo son las cosas. Mi madre no quería que hiciera esto, pero es la única opción. Con respecto a Adeline, no puedo tomarla como reina... ella es mi protegida.
—Veo que estás aquí, Káiser.
Volteo y encuentro a Chloe. Mi primera pareja, antes de Sophia, y con quien me debo comprometer esta noche.
—No sabía que habías llegado —digo—. Debí ir a recibirte. ¿Cómo te encuentras?
Ella sonríe, se sienta en uno de los sillones.
—Bien. El viaje fue cómodo. Extrañaba venir al castillo, aunque está muy distinto ahora.
—Ha pasado mucho tiempo, Chloe. Podemos discutir lo que viene de ahora en adelante.
—Ya me lo imaginaba. Todos esperan que seas mi próxima Luna, pero ¿a qué costo, Káiser? Tu corazón tiene tanto odio que no puede revivir lo que sentiste por Sophia... —sus ojos me miran fijamente—. Solo deseo que intentes ser como antes, no el Rey cruel en el que te has convertido.
—Tranquila, yo de eso me encargo.
—Ella no es nadie importante —digo—. Solo una chica que tengo bajo cuidado. No será un problema. Solo una sirvienta... y yo intentaré ser la pareja que mereces, por mi pueblo.
Tiempo después
Observo cómo Adeline entra al salón. Sus pasos son inseguros, su mirada va de un lado a otro, tratando de encontrar algo que la haga sentir cómoda en medio de tantas manadas reunidas. La multitud la mira curiosa; algunos se susurran entre sí sobre la misteriosa invitada protegida del Rey.
Me acerco a ella lentamente, mis botas resonando en el piso de madera. No digo nada al principio, solo la observo. Puedo ver su miedo, su ansiedad. Todo en ella grita vulnerabilidad.
—Adeline —digo finalmente, mi voz corta el murmullo del salón—. No olvides una cosa. Tú no eres mi Luna, ni mi compañera, ni nadie más que tenga un lugar especial en mi vida. Solo eres alguien bajo mi protección. Nada más.
Ella se detiene en seco, girando para mirarme. Sus ojos reflejan un destello de miedo mezclado con algo que no logro descifrar completamente.
—Yo... lo sé, Alpha —responde con voz temblorosa—. Solo... no quiero causar problemas.
—No me interesa cómo te sientas —digo, mi tono frío y calculador—. Mi deber es protegerte mientras estés aquí. Nada más. Y si alguien se atreve a cruzar esa línea, pagará las consecuencias.
Adeline baja la cabeza, tragando saliva. Puedo sentir su corazón latiendo con fuerza. Esa sensación me da un control absoluto sobre la situación. Puedo dejarla sentirse protegida, pero también vulnerable. Esa es la delgada línea que mantiene la tensión entre nosotros.
—Recuerda eso —continúo—. No te acerques demasiado, no esperes favores ni protección fuera de lo estrictamente necesario. Esto no es un juego ni una historia de amor. Eres alguien que debo cuidar... nada más.
Ella asiente, casi imperceptiblemente, y se mantiene a un paso atrás mientras camino hacia el centro del salón.