Adeline
Salgo al jardín del castillo. El aire nocturno me golpea un poco, pero se siente como un respiro después de días tensos. Desde aquí puedo ver toda la manada, aunque todo se siente extraño, como si algo estuviera a punto de suceder.
No quiero pensar demasiado, pero no puedo evitarlo. La presencia de Káiser pesa en mi mente... ¿por qué me trata como si fuera alguien importante? Que yo sepa, no soy nadie para él.
—Adeline... —su voz llega clara y firme, y siento cómo me atraviesa—. ¿Cómo van tus entrenamientos? Sé que has pasado por mucho, y no quiero que escondas nada. Sé que tienes a tu loba en tu interior.
Me quedo en silencio.
¿Cómo es que él sabe eso?
—No soy tonto —dice con una sonrisa que no llega a los ojos—. Siento tu aura. Tu loba es especial. Muy especial.
—Eso lo dudo —susurro, desviando la mirada—. Nunca voy a ser especial. Desde que nací, todo ha sido dolor... odio... no sé si algún día podré ser feliz.
Él se acerca, su presencia imponente me deja sin aliento.
—Adeline, desde que naciste fuiste especial. Sé el dolor que llevas... y entiendo que no quieras mostrarlo. Pero a veces hay que soltarlo para dar paso a lo nuevo. Eres bella... más de lo que crees.
Sonríe, pero en sus ojos hay un destello oscuro, peligroso.
—Puedo ser lo más bueno del mundo, pero mi lado malo... no querrás verlo. Muy pocos lo han sobrevivido.
Y dime, ¿por qué ocultas tu olor? Incluso con tu loba, tu esencia es distinta... puedo sentirla, pero hay algo más... algo que te une a ciertas cosas. Tus poderes, tu conexión... son excepcionales.
—¿Cómo... cómo sabe todo eso? —mi voz tiembla. Siento miedo, pero también curiosidad.
—Si quieres, puedo mostrarte lo que te espera —dice, con esa mezcla de dulzura y amenaza en la voz.
—No... no necesito verlo —respondo, apartando la mirada.
Luna aparece detrás de mí, con su rostro serio, tenso. Draven está allí también, observando.
Algo en ellos me hace sentir... confundida. La situación es extraña, demasiado cargada.
—No lo necesitarás —interviene Luna—. Él solo quiere mostrarte algo... pero lo que importa es que sepas protegerte. ¿Me entendiste, Adeline?
Asiento. Hay algo en su mirada que me dice que no es solo advertencia... es amenaza.
Vlad extiende su mano. La tensión en el aire se corta como un cuchillo.
Respiro hondo y la tomo. Cierro los ojos.
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Visión del pasado
Corro por el bosque de la manada. Siempre he sentido paz aquí, como un refugio de todo lo demás.
El árbol más grande del bosque aparece ante mí. Allí, una mujer hermosa me espera, sentada, acariciando su vientre. Su presencia ilumina todo a su alrededor.
—No tengas miedo —me dice suavemente—. Me llamo Sophia... y tú eres...?
Mi corazón se detiene. La reconozco, aunque no puedo entender cómo está aquí.
—Mi madre me dijo que no hablara con extraños —susurro.
—Eso está muy bien, pequeña. Pero no soy una extraña. Soy la futura reina de esta manada —dice con una sonrisa—. Venir sola aquí es peligroso, lo sabes.
Me inclino levemente, en señal de respeto.
—No tienes que bajar la cabeza —me dice—. Todavía no soy reina, y quiero que veas esto como si fuera una persona normal. Me alegra que te guste este lugar... es especial.
Hay algo en ella, en su calma, que me tranquiliza, aunque no entiendo del todo.
—Prométeme algo —dice, tomando mis manos—. Habrá cosas muy valiosas que tendrás que proteger algún día. Tu corazón y tu alma serán los guardianes. ¿Lo prometes?
—Lo prometo —digo, con firmeza—. Lo cuidaré con todo mi corazón.
Sophia sonríe, y su mirada se suaviza.
—Ve... sé feliz, pase lo que pase, y no mires atrás.
Un ruido me hace girar. Entre los árboles, veo a Sophia con Kieran.
Mi corazón late con fuerza. La tensión es casi insoportable.
—Espero que hayas pensado bien, princesa —dice Kieran con voz fría—. Estos días serán los últimos que tengas sobre la tierra.
—Jamás traicionaré a la manada —respondo, con decisión—. Deja de amenazarme.
—En cuatro días volveré. Si no has cambiado, la noche oscura marcará tu fin... y yo seré el próximo Alpha Real.
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Presente
Abro los ojos, respiro con dificultad. La mano de Vlad se ha aflojado.
Vlad está allí, pálido, con una mirada que hiela la sangre.
—¿Draven...? —pregunta Luna, entrecortada—. ¿Qué viste?
Él me mira. Sus ojos reflejan dolor, odio... y una verdad que duele más que cualquier espada.
—Sé... quién mató a nuestra hija —dice con voz quebrada.
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El silencio que quedó en la sala era tan pesado que ni el aire se atrevía a moverse. Sentía el corazón golpearme en el pecho. Las palabras de Vlad seguían dando vueltas en mi cabeza como una maldición:
"Sé quién mató a nuestra hija."
No entendía nada, pero podía ver en su rostro el odio vivo... ese que quemaba siglos de rencor. Detrás de él, Káiser tenía la mandíbula apretada, los ojos oscuros, el cuerpo tenso. Era como ver al Alpha al borde del colapso.
Cuando sus miradas se cruzaron, supe que algo dentro de él acababa de romperse.
—Adeline —dijo con voz baja, pero tan fría que me recorrió un escalofrío.
Intenté dar un paso atrás, pero en dos zancadas él ya estaba frente a mí.
—¿Qué hiciste? —susurró, y aunque no gritó, su tono fue un golpe más fuerte que cualquier grito.
—¿De qué estás hablando? —pregunté con la voz temblando.
Me tomó del brazo con fuerza, no como un gesto para lastimarme, sino como si necesitara asegurarse de que yo estuviera realmente allí. Su mirada era fuego puro.
—Desde que llegaste a este castillo todo cambió. Las visiones, los secretos, el caos. Y ahora él aparece diciendo que sabe quién mató a su hija. ¿Qué es lo que estás ocultando, Adeline? —su voz se quebró al final, mezclando odio con un dolor que no entendía.