Adeline
Presente
Salgo del salón con el pecho ardiendo. Lo primero que veo es a Káiser y Luna.
Solo con verlo, mi cuerpo se tensa.
No lo quiero ni ver.
—Káiser, déjala —dice Luna, intentando mantener la calma—. Ella no sabe nada, pero tenemos que tener cuidado. Las cosas pueden ponerse mucho peor de ahora en adelante... y creo que sería mejor adelantar la boda.
Todos nos giramos hacia ella.
—¿Qué dijiste? —pregunta Káiser, con voz grave, casi un gruñido.
—¿Cómo que adelantar la boda? —añado yo, confundida.
Luna baja la mirada, pero no retrocede.
—Es mejor que se casen lo antes posible —dice—. El día de luna llena se acerca... y también el celo. Pero lo más importante es la luna sangrienta. Tú sabes lo que pasa ese día.
Hace una pausa, luego se vuelve hacia mí.
—Adeline, hasta la luna llena no volverás al castillo. Te irás con Draven a entrenar, y yo te acompañaré.
Levanta la mano cuando Káiser va a protestar.
—Y tú, Káiser, ni una palabra. No quiero escuchar tu voz en esto.
El aire se vuelve pesado.
Siento que todos saben algo que yo no.
—¿Qué está pasando? —pregunto. Nadie responde.
—¿Qué demonios está pasando?
Luna aprieta los labios.
—Aún no es momento, Adeline. Pero lo que vi en tus recuerdos, y lo que falta por venir, no son cosas buenas.
Su mirada se suaviza—. Entrena con los mejores. Al menos hasta la luna llena. Luego podrás volver.
Trago saliva. Siento el corazón romperse.
Esto no puede estarme pasando otra vez.
¿Es que nunca podré ser feliz?
—¡Paren todo! —mi voz retumba por todo el pasillo—. ¡De aquí nadie se va sin decirme qué mierda está pasando! ¡No me oculten más cosas!
Todos se miran entre sí.
Sus rostros bastan para saber que lo que vieron no fue nada bueno.
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Minutos antes
Luna
Miro a Vlad. Su rostro lo dice todo. Lo que vio en esa visión lo dejó helado.
—Dime qué fue lo que viste —le exijo—. No intentes mentirme, Vlad. Te conozco.
Él guarda silencio un momento, luego suelta una carcajada amarga.
—¿Por qué no me dices tú por qué Sophia hizo lo que hizo? —su voz se endurece—. Jugó con todos nosotros, y murió como si nada.
Clava su mirada en mí.
—Sé que conocías parte de sus planes. Pero no todo. Antes de entender lo que pasa ahora, tenemos que saber por qué ese maldito la mató.
Mis labios tiemblan.
—¿De quién hablas? ¿Viste quién fue?
—No te hagas la tonta —responde él con dureza—. Sabes quién la mató. Y no puedo hacer nada por ese maldito tratado de paz. Pero Kieran va a pagar por lo que hizo a nuestra hija.
Su voz se quiebra solo un instante.
—Y también vi algo más. Sobre Adeline. Esa niña va a sufrir más de lo que nadie imagina. Y lo peor... es que vio morir a Sophia.
Me quedo sin aliento.
—Eso es imposible. Era solo una niña.
—No. Le borraron los recuerdos. Por eso no puede transformarse. —Hace una pausa—. Todo esto es un juego, Luna. Y alguien más está moviendo las piezas del tablero.
Vlad se pasa una mano por el rostro.
—Sophia tuvo que elegir: la manada o ella. Y se sacrificó. Pero hay algo que debes saber, y quiero que no grites.
—Dímelo ya.
—El día que vino a verme... Sophia dio a luz. Y en ese momento su loba murió.
Me quedo helada.
—¿Qué...?
—Sí. Dio a luz, Luna. Y antes de morir, hizo un encantamiento para parecer aún embarazada. Me hizo jurar con sangre que protegería a los niños y que nunca revelaría la verdad. Me dejó cartas para ti. Cumplí mi promesa... hasta ahora.
Mi respiración se corta.
Mis nietos están vivos.
Sophia me mintió.
Adeline... es la salvación.
—No entiendo —susurro—. ¿Qué tiene que ver Adeline con todo esto?
—Mucho más de lo que crees. —Vlad me mira fijamente—. Adeline es la segunda alma gemela de Káiser. Sophia le entregó su destino. Le pidió que cuidara de tres corazones: Káiser y sus hijos.
Se endereza.
—Adeline ya tiene a su loba dentro. Si no se transforma antes de la boda, el dolor podría matarla. Es una loba especial, y su don... ni siquiera lo comprende.
Hace una pausa—: Pero el destino no cambia, se cumpla o no.
Y tú lo sabes.
Lo miro.
Tiene razón.
Adeline es la única que puede detener esto, aunque muera en el intento.
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Presente
Luna
El peso de lo que sé me aplasta el pecho.
Pero debo mantener la calma.
—Káiser, es mejor que no sepas nada todavía —digo con voz firme—. Nos iremos a primera hora mañana. Las cosas se van a poner feas. Te avisaré si podemos regresar para la boda.
Sé que a Adeline le duele que él se vaya con Chloe, pero no hay otra opción. Debemos protegerla, aunque la destrocemos en el proceso.
Káiser levanta la cabeza.
Sus ojos arden.
El aire cambia.
Su voz, cuando habla, no es la del
hombre... es la del Rey.
—Aquí se les está olvidando algo muy importante. —Su tono es frío, autoritario—. Yo soy el que manda aquí.
Da un paso al frente, y su poder se siente como una presión en el pecho.
—Si digo que Adeline se queda en la manada, se queda.
Su mirada recorre a todos—. Y si alguien me desafía, que se prepare para enfrentarse a su Rey.
El silencio es absoluto. Nadie se atreve a respirar.
Pero Adeline no se rinde.
Da un paso hacia él. Su voz tiembla, pero no su mirada.
—Y yo soy la que se quiere ir —le espeta—. No eres nadie para retenerme. No soy tuya.
Luego se vuelve hacia Vlad
— Acepto su propuesta. Pero nos iremos mañana. Quiero despedirme y organizar todo.
El rostro de Káiser se tensa. Sus manos se cierran en puños.
Da un paso al frente, y su voz ruge con la fuerza de la bestia y del rey mezclados.
—Espero que estés diciendo una maldita mentira, Adeline... porque no te vas a ir.