El Corazón del Alpha

Capítulo 21: El amanecer de la Despedida

Adeline

El cielo aún estaba teñido de un gris pálido cuando me levanté. Cada músculo de mi cuerpo gritaba por no moverse, pero no podía quedarme. Tenía que irme. Cada paso que daba resonaba en el silencio del castillo, recordándome que hoy todo cambiaría.

El aire frío de la mañana me golpeó al salir. Respiré hondo, intentando calmar la tormenta que sentía en el pecho. La luna todavía era visible, pálida, vigilante, como si supiera que algo grande se avecinaba.

No tenía derecho a mirar atrás, pero lo hice. Y allí estaba él: Káiser. Sus ojos eran fuego contenida, su presencia un muro que parecía impedirme avanzar.

—No puedo dejarte ir —dijo, cada palabra cargada de poder y de miedo disfrazado de ira.

—No puedes decidir por mí —respondí, manteniendo la cabeza erguida aunque mi corazón doliera en cada latido.

Se acercó unos pasos, la distancia entre nosotros cortante y eléctrica. Sentí su aroma, su poder, y la promesa no dicha de que aún me deseaba.

—Si te vas... —su voz se quebró un instante—, no sé si podré soportarlo.

—Y si me quedo... me romperás —susurré.

El silencio nos envolvió, pesado como un manto. Él respiraba con dificultad, y yo también, aunque intentaba mantenerme firme. Sabía que mi destino estaba lejos de sus brazos, que mi camino ahora era otro.

—Tú... eres más fuerte de lo que crees —murmuró finalmente, con la voz casi rota—. Pero me estás matando con cada paso que das hacia afuera.

—Lo sé —le respondí—. Pero debo irme.

Un último vistazo, un intercambio de miradas que contenía todo: amor, rabia, deseo, miedo. Y luego, sin más, giré y me puse en marcha.

Llegada a la fortaleza

Vlad y Luna me esperaban cerca del borde del bosque que rodeaba la fortaleza. Sus miradas eran firmes, un recordatorio silencioso de que no estaba sola, de que debía ser fuerte.

—Estamos cerca —dijo Vlad, señalando la silueta imponente de la fortaleza en la distancia.

Cada paso que daba acercándome al lugar parecía pesarme toneladas. El aire aquí era diferente: más denso, cargado de poder y de algo que no podía identificar, algo que prometía cambios.

—¿Todo esto será... seguro? —pregunté, más a mí misma que a ellos.

—Lo será —respondió Luna, su voz firme—. Al menos aquí podrás entrenar y prepararte para lo que viene.

La fortaleza se alzaba ante mí como un gigante silencioso. Sus muros de piedra brillaban tenuemente con la luz de la luna que todavía quedaba, y sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Era impresionante, intimidante, pero también una promesa: un lugar donde podía empezar a descubrir quién debía ser realmente.

Káiser

El silencio del despacho me devoraba tras su partida. Cada rincón parecía vacío, como si el eco de su perfume y su voz hubiera quedado atrapado en el aire, burlándose de mi impotencia.

Mi pecho ardía, y no era solo dolor. Era furia, deseo, miedo... un cóctel de emociones que amenazaba con desbordarse. Cerré los ojos y mi bestia interior rugió, despertando con fuerza ante su ausencia.

Vi su rostro en cada sombra, escuché su voz en el viento. La luna sangrienta empezaba a teñirse de rojo, y con ella, algo dentro de mí se descontrolaba. Mis manos temblaban, y pequeños destellos de poder comenzaron a brotar de mí sin control.

—Káiser... respira —dijo Jake, entrando en el despacho antes de que mi furia explotara—. Contente... o perderás el control.

—No puedo —gruñí, la voz rasgada—. No puedo dejarla ir y aún así seguir siendo yo mismo.

Las paredes se curvaron, la luz cambió, y por un instante, la imagen de Adeline apareció frente a mí. Su mirada, desafiante y decidida, me atravesó como una daga. Cada fibra de mi ser quería lanzarme hacia ella, sostenerla y jamás soltarla.

—¡Káiser! —gritó Jake, sujetándome del brazo cuando mi poder empezó a desbordarse—. No dejes que la luna te domine. No dejes que la bestia gane.

Sentí como mi control se resquebrajaba, como si el Rey y la bestia lucharan dentro de mí. Podía oír su corazón latiendo en mi mente, sentir su respiración, su perfume... y la distancia me mataba.

—Si la pierdo... —susurré, casi para mí—... me pierdo a mí mismo.

Jake me sostuvo, firme, su presencia un ancla que evitaba que me transformara completamente. Pero sabía que esto apenas empezaba. La luna sangrienta solo era el preludio, y cuando llegara, no habría nadie que pudiera detener la bestia que soy.

_____

Kieran

La noche caía pesada, y en la penumbra de su sala, Me se recosté sobre mesa, los dedos entrelazados mientras observaba los mapas y documentos dispersos frente a mi.

—Todo ha salido según lo planeado —dijo Amanda, con una sonrisa fría que apenas iluminaba su rostro—. Sophia ya no puede estorbar.

—Sí —respondo, con mi voz cargada de satisfacción y cálculo—. Fue necesario... rápido y limpio. No podemos permitir errores.

Amanda se acercó, apoyando una mano sobre mi hombro.

—La boda será la clave. Con Adeline distraída, y Káiser fuera de control, todo caerá en su lugar.

—Exacto —asintió—. La manada, la luna, el miedo... todo está a nuestro favor. Solo tenemos que esperar el momento preciso.

—Y si algo sale mal —preguntó Amanda, suavizando la voz—, ¿tienes un plan de respaldo?

—Siempre —dije , con una sonrisa que no llegaba a los ojos—. Nada nos detendrá. Ni la fuerza, ni la pasión, ni siquiera el amor que creen tener.

Ambos compartimos una mirada silenciosa, cómplices en cada pensamiento oscuro.

—Entonces está decidido —concluyó Amanda—. Solo queda que esperemos y dejemos que el resto haga su parte.

—Así será —replicó—. Y cuando llegue el momento, ni Káiser ni Adeline sabrán lo que los golpeó.

El silencio volvió a caer sobre nosotros

, pesado y definitivo, como un presagio de la tormenta que se avecinaba.




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