El Corazón del Alpha

Capitulo 26: Cenizas y Juramentos

Adeline

El sol apenas se filtraba entre los escombros del templo cuando salí de mi escondite. El aire olía a humo, a tierra removida y a sangre seca.

La fiesta de la noche anterior había quedado convertida en un recuerdo de gritos, fuego y caos. Las antorchas yacen apagadas; los candelabros caídos eran testigos de lo que no debía repetirse.

Caminé entre los miembros de la manada. Algunos lloraban, otros maldecían, todos miraban los escombros como quien contempla un funeral que no termina. Mi corazón latía con fuerza, recordando a Elion, recordando su sacrificio para salvarme. No debía quebrarme. No podía.

Nolan apareció a mi lado, con el rostro tenso, observando a los sobrevivientes y a los atacantes que habían logrado capturar. Él sabía lo que vendría: el lado despiadado de Kaiser.

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Kaiser

Los sobrevivientes estaban atados en el patio, encadenados como animales heridos. Sus ojos temblaban, buscando compasión que no encontrarían. Mis manos se cerraron en puños mientras los observaba, respirando la furia que me quemaba por dentro.

—Ustedes pensaron que podían irrumpir en mi templo, en mi boda, y salir con vida —dije, mi voz cortante como acero—. Vamos a ver cuán rápido entienden el precio de subestimar a esta manada.

Los golpeé donde debía, sin piedad. No porque disfrutara el dolor, sino porque cada segundo de sufrimiento les enseñaría que aquí no había compasión para quienes atacan lo que amo. Nolan se acercó a mí y me lanzó una mirada dura, pero sabía que en ese momento no podía haber dudas

.

—Haz que aprendan —susurré, y la respuesta fue inmediata: cada uno de los atacantes sentiría la fuerza de su error.

______

Adeline

Me arrodillé junto a Elion mientras la manada hacía un círculo silencioso. Nolan se acercó también, con la mandíbula apretada y los ojos enrojecidos, pero había algo que debía sostener entre nosotros como una piedra fría: una verdad que nadie podía conocer.

Cuando lo vi, supe que debía marcar la línea ahora, antes de que la pena lo hiciera indiscreto. Me inclinó la cabeza y dejó su mano sobre mi hombro con torpeza protectora. Lo agradecí en silencio, pero mis palabras vinieron firmes, medidas.

—Nolan —le dije, y mi voz fue baja, apenas para él—. Hay cosas que no pueden saberse todavía. Cosas que si se dicen, pondrían a los niños en peligro.

Su mano se tensó. —¿De qué hablas? —preguntó, incrédulo.

Lo miré directo a los ojos. —No puedes saberlo. No ahora. Nadie puede saberlo. Ni Chloe, ni Kieran, ni Amanda. Ni siquiera los nuestros. Prométeme que guardarás silencio aunque te duela.

Se oyó el crujir de madera a lo lejos, el mundo seguía su marcha en medio del duelo. Nolan tragó saliva. La verdad luchó por salir de su boca, pero en su lugar dijo:

—Te prometo que haré lo que haga falta.

No le di más explicaciones. No podía. Los nombres de mis hijos no podían ser balbuceados en un patio donde el resentimiento aún olía a humo. Si Nolan llegaba a enterarse, incluso por compasión, podría ser un resquicio por donde el peligro se colara.

Lo vi retroceder, respetando el límite que había puesto. Su gesto fue todo lo que podía pedir en ese momento: la promesa silenciosa de un hermano que no preguntaría demasiado, aunque el corazón le desgarrara la curiosidad.

Nos apartamos del grupo, con la noche aún reciente en la ropa y las manos manchadas de trabajo. Nolan me miró con una mezcla de rabia y confusión, esperando quizá que le diera razón para su intranquilidad. Yo sostuve la mirada, clavada como una lanza.

—Dime lo que pasa —insistió él.

—No hay nada que decir que puedas ayudar —contesté—. Guarda lo que sabes por ahora. No preguntes por los niños delante de nadie y no sigas hilos que te lleven hasta ellos. Si alguno llegara a oler a traición, estaríamos muertos antes de saberlo.

El silencio fue la respuesta más dura. Nolan apretó los puños y asintió, con dolor. Se le notaba el conflicto, pero vio la determinación en mí y cedió.

—Si es por su seguridad —dijo al final—, lo guardaré. Pero vas a necesitar ayuda para protegerlos sin que otros lo sepan. ¿A quién puedo confiar?

Negué con la cabeza. —Por ahora: a nadie. Yo me encargo. Tú vigila lo que puedas sin buscar respuestas. Era la única forma.

Se quedó mirándome un largo rato, como si intentara memorizar cada línea de mi rostro para saber si algún día ese secreto le sería confiado. Yo le devolví la mirada con la calma de quien usa la mentira como escudo.

____

Ya más tarde día se hacía más claro, y la manada empezaba a reorganizarse. Kaiser permanecía en su torre de autoridad, decidido a mantener el control con mano firme, mostrando su lado cruel a los que se habían atrevido a atacarnos. La tensión era palpable: todos sabíamos que esto era solo el inicio.

Miré la tumba improvisada de Elion, con la tierra apenas removida y las hojas caídas cubriéndolo parcialmente. Susurré su nombre:

—Prometo no olvidarte. Prometo no quebrarme.

Y mientras el viento acariciaba los restos del templo y los escombros, supe que esta noche nos marcaba para siempre. La venganza, la estrategia y la protección de los míos serían mis armas.




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