El Corazón del Alpha

Capitulo 27: sombras del pasado

Adeline

El sol apenas se filtraba por las copas de los árboles cuando me senté junto al río que corría detrás de la manada. La calma era engañosa; cada recuerdo que traía el agua parecía susurrar secretos que había intentado enterrar. Pero sabía que, para avanzar, debía enfrentar la raíz de todo: Sophia.

Ella no era simplemente un nombre, ni una sombra de lo que pasó. Era la chispa que encendió la serie de tragedias que nos habían arrastrado hasta la boda, hasta el ataque, hasta la muerte de Elion.

Sophia no siempre fue cruel. Era tierna, risueña, inteligente... una luz que parecía brillar incluso entre la oscuridad de la manada. Yo la recordaba así: siempre protectora, siempre leal a quienes realmente amaba. Pero cometió un error fatal: confió en Kieran.

Aunque él la deseaba como su pareja, ella siempre estuvo ligada a Kaiser. Su corazón no le pertenecía a Kieran, pero su ingenuidad la hizo creer que podía manejar la situación. Esa confianza fue su condena.

Recuerdo claramente una de las visiones que tuve: Sophia estaba sola en un claro, rodeada por Kieran y Amanda. Sus ojos buscaban explicación, buscando quizás una pizca de remordimiento en ellos, pero no había nada. Solo frialdad y traición.

—Pensaste que podías jugar con nosotros —dijo Kieran, su voz cargada de veneno—. Siempre fuiste demasiado tierna para este mundo.

Amanda se acercó, su mirada fija y cruel, sosteniendo lo que sería el instrumento de su fin.

Sophia cayó de rodillas, su dulce rostro retorciéndose por el miedo y la incredulidad.

—¡Yo... yo solo quise protegerlos! —gritó, con voz quebrada—. ¡No merezco esto!

Kieran la empujó, Amanda intervino... y lo que ocurrió después fue un instante eterno de horror. La golpearon, la maniataron, y finalmente la arrojaron desde la altura de un risco, dejándola caer sobre las rocas y el agua que rugía abajo. Sus gritos se mezclaron con el viento, el sonido de su caída resonando en mi pecho como un martillo.

Yo lo vi todo desde mi visión, paralizada y sin poder intervenir. Cada detalle quedó grabado: la forma en que su cabello se agitaba, cómo la sangre se mezclaba con la tierra, cómo sus ojos aún buscaban un rastro de humanidad en quienes la mataban. No había piedad. No había justicia. Solo traición.

Ese momento definió todo lo que vendría después. La muerte de Sophia sembró odio, desconfianza y tragedia. Chloe, Kieran y Amanda aprendieron a moverse con crueldad y astucia, mientras que yo juré que jamás permitiría que algo así volviera a ocurrir.

Al mirar a la manada ahora, entre escombros y cenizas, entendí la herencia de Sophia: Chloe, Kieran y Amanda eran la continuación de aquello que Sophia inició. La boda, el ataque, la muerte de Elion... todo estaba conectado.

—Adeline —dijo Nolan mientras se acercaba, con preocupación evidente—. ¿Vas a dejarnos ser parte de esto?

Negué con la cabeza.

—No puedes saberlo todo, Nolan. Hay secretos que deben protegerse, y algunos nunca deben revelarse. Los niños, por ejemplo. Nadie puede saber de ellos, y menos ahora. —Lo miré a los ojos—. Prométeme que guardarás silencio aunque quieras preguntar.

Él asintió, aunque su gesto mostraba conflicto. Su confianza era un arma que debía manejar con cuidado.

Me levanté y observé el horizonte, el viento moviendo las hojas y arrastrando los recuerdos de Sophia. Cada muerte, cada traición, cada sombra que ella había dejado era una lección. No podía permitir que la historia se repitiera.

—No más —susurré—. Aprenderé de esto, y protegeré lo que es mío. Protegeré a los niños, vengaré a Elion y haré que cada traición tenga un precio.

Nolan permaneció en silencio, respetando mi decisión. La manada debía reconstruirse, y yo debía ser su escudo, su fuerza y su memoria.

Sophia había sido el principio de todo. Yo sería el principio de la respuesta.

Kaiser

La venganza no nace de la ira única; nace del cansancio de cargar culpas ajenas. Me desperté esa mañana con la sensación de que algo —un animal hambriento— había tomado residencia en mi pecho. El templo olía todavía a humo y a hierro viejo; los gritos de la noche anterior reverberaban en los corredores como un látigo que nunca se doblaba. Elion yace muerto, y su sangre es ahora una marca que me mantiene despierto.

No quiero excusas. Sé que parte de esa sangre está en mis manos. Lo siento en cada gesto que hago, en el peso de cada promesa que pronuncié mientras me ataba por costumbre y no por amor. En el fondo de esa costumbre había grietas, y alguien las supo explotar.

Fue Jake quien vino a interrumpir mi silencio. Jake, mi hombre de avanzadilla, llegaba con barro en las botas y noticias en la lengua. Tiene ese porte de quien ha visto demasiado y vuelve con fragmentos de verdad que arden en la lengua.

—Señor —dijo sin preámbulos—. Encontramos un campamento. Restos de fuego, armas escondidas... y esto.

Sacó de su saco un sobre doblado, sellos rotos y una marca que reconocí antes de abrirlo: el emblema pequeño, discreto, del sello del comercio de Chloe.

Mis dedos raras veces dudan, pero en ese instante todo tembló. Lo abrí y la tinta me golpeó como si fueran puñales: palabras de acuerdos, nombres de pagos, coordenadas de ataques. No era casualidad ni simple alianza: era una red. Chloe. Kieran. Hilos que unían manos que se suponía debían proteger la manada.

—¿Seguro? —pregunté, intentando que mi voz no sonara como un trueno a punto de caer.

—Sí, señor. Además hay marcas de Amanda en otros papeles. Kieran dejó huellas. —Jake respondió y su mirada no pedía permiso para la furia.

No necesitaba más. Lo sabía, y ahora lo tenía en las manos: mi prometida, la señora de mi ceremonia, mi rostro público, una espía. Aquella sonrisa que me prometió futuro y que a mí me prometió paz era en realidad una bandera con la que vendieron mi hogar.

Llamé a Alaric. Alaric vino con lentitud mortal, como quien carga siglos en la espalda. Fue mi consejero, mi hermano de guerra en otros tiempos; sus ojos han visto más traiciones de las que admitiría en voz alta. Se inclinó a la luz del papiro, dejó que sus dedos rozaran la tinta, y luego dijo lo que más temía escuchar:




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