El Corazón del Alpha

Capitulo 32: La fuerza del Destino

Adeline

El amanecer llegó con un aire distinto. No era el mismo silencio tenso que seguía a la guerra... era calma.

Por primera vez en años, el castillo respiraba paz.

Observaba desde el balcón cómo Kaiser jugaba con los niños. Sus risas llenaban el patio, mezclándose con el canto de los cuervos que aún rondaban las torres. Era una escena que jamás creí posible.

—Nunca imaginé verlo así —susurré para mí misma—. Con ellos... tan lleno de vida.

La luna me había mostrado mi destino, pero no me dijo lo difícil que sería aceptarlo. Siempre había creído que mi corazón debía seguir el deber, no el deseo. Pero al verlos... todo cobró sentido.

Sentí su olor antes de escucharlo acercarse. Madera, lluvia y fuego.

—¿Pensando en escapar otra vez? —dijo Kaiser, con esa sonrisa que podía desarmar cualquier muralla.

—No —respondí sin mirarlo—. Solo estaba recordando todo lo que tuvimos que perder para llegar aquí.

—Y lo que encontramos después —dijo él, acercándose. Su voz bajó a un susurro—. A ti. A ellos. A esto.

Cuando su mano rozó mi mejilla, cerré los ojos. Era tan fácil rendirse a él... pero mi orgullo siempre jugaba en mi contra.

—A veces dudo que esto sea real —admití.

—Entonces déjame demostrártelo —murmuró.

Me tomó por la cintura y me acercó hasta que nuestras frentes se tocaron. Sus ojos se llenaron de una ternura que me quemó por dentro.

—No pienso dejarte escapar de nuevo, Adeline —dijo con firmeza—. Ni la luna, ni el destino, ni la muerte podrán separarme de ti.

Kaiser

Sus labios estaban a un suspiro de los míos.

Toda mi vida había luchado, perdido, sangrado... pero nada me había preparado para amarla.

Cuando finalmente la besé, fue como si el mundo se detuviera. No había manada, ni castillo, ni guerra. Solo ella. Su olor, su fuego, su corazón latiendo contra el mío.

—No vuelvas a dudar de lo que eres para mí —le dije, apenas separándonos—. Eres mi luna. Mi destino. La razón por la que sigo respirando.

Ella sonrió débilmente, con los ojos brillando entre lágrimas.

—Y tú eres el caos que nunca quise amar... pero sin el que no puedo vivir.

Reí bajo.

—Lo tomaré como un cumplido.

Los niños interrumpieron con una risa inocente. Corrían hacia nosotros con flores en las manos.

—¡Mamá! ¡Papá! ¡Miren lo que encontramos!

Nos miramos y no hizo falta decir nada. Nos arrodillamos y los abrazamos al mismo tiempo.

En ese instante lo supe: no necesitábamos promesas vacías ni juramentos antiguos. Éramos una familia. Y eso era sagrado.

Nolan

No podía evitar mirarlos desde lejos.

Ellos se tenían, se habían encontrado después de tanto dolor. Y yo... aún buscaba mi lugar.

Eloise se sentó junto a mí en el muro del castillo, las piernas colgando sobre el vacío.

—Deberías estar feliz —dijo ella—. Todo terminó.

—Lo sé —respondí—. Pero cuando las batallas terminan, a veces lo que queda... es el silencio. Y ese silencio duele más que cualquier herida.

Ella giró hacia mí, con esa mirada que siempre parecía ver más de lo que yo decía.

—Entonces deja que ese silencio sea paz —susurró—. No tienes que seguir cargando con todo.

—No sé cómo hacerlo —admití.

Eloise apoyó su cabeza en mi hombro.

—Empieza quedándote aquí. Conmigo.

Me quedé inmóvil. No por miedo, sino porque algo en sus palabras me tocó en lo más hondo.

—¿Y si no sé amar como antes? —pregunté.

—Entonces lo aprendemos juntos —respondió ella, y sonrió.

Esa sonrisa me desarmó más que cualquier espada. Y en ese momento, supe que también tenía un nuevo comienzo esperándome.

Adeline

Las semanas pasaron, y el castillo se llenó de vida.

Los niños corrían por los pasillos, Vlad y Luna organizaban las celebraciones, y Kaiser... bueno, él insistía en planear cada detalle de nuestra unión.

—No necesito una boda, Kaiser —le dije mientras él revisaba unos pergaminos—. Ya te tengo. Eso es suficiente.

—No para mí —respondió, alzando una ceja—. Quiero que todo el mundo sepa que eres mía... y que yo soy tuyo.

—Qué posesivo —reí.

—Qué mía —replicó él, arrastrando las palabras con un tono que me erizó la piel.

Me acerqué, divertida, pero su seriedad me desarmó.

—¿De verdad lo deseas tanto? —pregunté, tocando su pecho.

—Más que nada —susurró—. Quiero que el cielo, la luna y todos los dioses sepan que mi corazón te pertenece.

Su sinceridad me hizo sonreír.

—Entonces será bajo la luna llena —dije finalmente—. Frente a todos los que amamos.

Sus ojos brillaron como si acabara de ganar la guerra más importante de su vida.

Eloise

Los preparativos comenzaron esa misma noche.

Flores blancas, antorchas, música y un aire de esperanza recorrían el castillo.

Y mientras los demás se enfocaban en los detalles, yo observaba a Nolan.

Él no lo sabía, pero se había convertido en mi refugio.

Su silencio ya no me intimidaba; ahora lo entendía. Era el sonido de un alma que había sobrevivido a demasiadas tormentas.

—Nolan —le dije, mientras colocábamos velas—. ¿Qué le pedirás a la luna esta vez?

—Nada —respondió—. Por primera vez, no necesito pedirle nada.

—Entonces mírala conmigo —le pedí.

Y así lo hizo.

Bajo la luz plateada, sus dedos se entrelazaron con los míos.

No hubo promesas. No las necesitábamos. A veces el amor más puro es el que se construye en silencio.

______

Kaiser

La noche se volvió silenciosa, y solo quedábamos nosotros. Los niños dormían bajo la protección de Luna y Vlad, mientras la luna llena nos bañaba con su luz fría y plateada.

Adeline estaba frente a mí, sus ojos reflejando la luz de la luna y el fuego que siempre había encendido en mi pecho.




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