El corazón del Príncipe

Capitulo 5

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Aileen Lynch

Casi tres años después

El televisor anunciaba la muerte del antiguo amor del príncipe Cian Reid, primero en la línea de herencia. La pobre muchacha había huido con el bebé del futuro rey en brazos. Una vez el príncipe la descubrió, la corona y la prensa hicieron de la vida de ella un lugar miserable. Le quitaron a su pequeño y, a los pocos meses, la mujer decidió suicidarse.

La corona ni el príncipe Cian se responsabilizan por la muerte de Laila...

Con un suspiro frustrado, tomé el control remoto y apagué la imagen. El orgullo del poderoso clan Reid jamás admitiría nada. Mucho menos el rey, de quien estoy segura, estaba detrás de todo aquello.

Ver las noticias durante los últimos tres años ha sido una tortura constante. Cada vez que el padre de mi hija aparecía en las pantallas era como si me clavaran una daga en la herida.

—Mamá... —Mis ojos se dirigieron hacia mi pequeña, quien jugaba con bloques de colores en el centro de la sala.

Ava empezaba a perder la paciencia con un bloque que no lograba encajar, golpeando una pieza contra otra.

—No... no sirve.

—Mi amor, deja que mamá te enseñe cómo se hace. —Me senté en el suelo junto a mi hija. Mi pequeña levantó sus manitas regordetas hacia mí, entregándome los bloques.

—Mira, todo tiene su manera. —Le mostré cómo encajar las piezas.

Sus grandes ojos azules no se apartaron del proceso, siempre tan atenta a todo. Otra punzada en mi roto corazón. Mi niña era idéntica a él: no solo sus ojos como el océano, también su cabello oscuro y su temperamento.

Ava tenía un año y once meses. Pronto cumpliría dos años, el tiempo que me había dado a mí misma para decidir cuándo revelarle a su padre su existencia.

¿Pero cómo revelarle al príncipe que tenía una hija sin que me la quitaran?

La historia de Laila Alzimar era una prueba de que las plebeyas no tienen hijos con los de la realeza. Aquello podía acabar muy mal. Nolan Reid era uno de los solteros más codiciados, y el hecho de que dejó plantada a su antigua novia en el altar lo convirtió ante los ojos del público como el canalla del año. Por ridículo que sonara, eso hacía que todas esas mujeres soñaran con tenerlo en sus camas, creyendo que podían cuidarlo, reformarlo. Lo que no sabían era que ese hombre era un completo imbécil.

Los siguientes años se convirtió en la oveja negra de la corona, hasta hace unos meses, cuando su padre, arrepentido, lo recibió de nuevo en el palacio. Sentía tanta lástima por él como las ganas que casi me daban de vomitar. El padre de mi hija no era nada de lo que las revistas decían de él. Era un sinvergüenza, un mujeriego de marca mayor.

Centré mi atención en mi pequeña. Aunque tenía muchos rasgos de los Reid, en el fondo era toda mía. Nadie jamás me la quitaría. Si había algo bueno que Nolan había traído a mi vida, era esta pequeña. No podía negarlo.

Pensé que mi tía me echaría de casa, pero para mi sorpresa, me ayudó a contarle a mi padre sobre mi embarazo. Claro, casi le dio un infarto. Quería venir a la capital a matar al hombre que había puesto un dedo sobre mí. Por eso nunca le dije quién era el padre de Ava.

Cuando me preguntaban, decía que fue un hombre que conocí y con quien no mantuve contacto después. Sonaba superficial y vacío, pero no podía decir que el padre de mi hija era el mismísimo príncipe. Eso podría hacer que él viniera tras ella y desatar un caos.

—¿Cómo está la niña más linda de este país? —Mi hermana Ally apareció, frotándose los ojos, claramente recién despertada.

—¿Aprovechando para dormir, hermana? —bromeé, levantando la vista hacia ella.

—Mañana empiezan mis clases —refunfuñó mientras iba hacia la cocina.

—¿Todo salió bien con el traslado de tu matrícula? —pregunté.

—Sí, todo bien —respondió más alto desde la cocina.

Me levanté del suelo e hice un gesto para que mi pequeña me siguiera. Ava entrelazó sus deditos con los míos mientras caminábamos hacia mi hermana.

—¿Vas a tomar el trabajo en el hospital? —Ally me preguntó mientras preparaba su café.

—No lo sé, preferiría que me dejaran trabajando en la policlínica cerca de aquí. —Levanté a mi pequeña y la senté en su silla para comer.

—Piensa en lo bueno, hermana. Tendrías un sueldo más alto, podrías alquilar un piso en la ciudad —Ally tomó su taza de café, de la que salía vapor—. Ava podría quedarse con una cuidadora por las mañanas. Estudiaste enfermería por dos años, no lo desperdicies. Es tu oportunidad, Aileen.

—No estoy segura, Ally. Tal vez haga una jornada de prueba para ver qué tal, pero no prometo nada —respondí, mientras le colocaba un babero a Ava.

Mi hermana alzó una ceja, apoyándose contra el marco de la puerta con su taza de café en la mano.

—¿Una jornada de prueba? Aileen, vamos, no puedes seguir dudando. Este trabajo es una oportunidad que no aparece todos los días. ¿Qué te detiene? ¿La distancia? ¿El cambio?

Suspiré. La verdad era que no quería admitir que me aterraba dejar la comodidad de lo conocido, ese pequeño mundo que había construido para Ava y para mí. La cercanía de la policlínica, el apoyo de mi tía y Ally… todo eso me daba una estabilidad que no estaba segura de poder mantener en un hospital más grande, con horarios más exigentes y un entorno menos familiar.

—No es tan fácil, Ally. Si tomo ese trabajo, tendría que dejar a Ava más tiempo con alguien más. Ya de por sí me cuesta separarme de ella cuando trabajo en la pizzería —dije mientras le daba una cucharadita de papilla a mi hija.

Ava, ajena a mi conflicto interno, abrió la boca y luego aplaudió con entusiasmo al probar su comida favorita.

—Lo entiendo, pero también tienes que pensar en ella, Aileen. Este trabajo podría darte un mejor futuro. Un mejor hogar, más comodidades… ¿No quieres que Ava tenga lo mejor?




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