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Aileen Lynch
Mis manos temblaban mientras observaba a través del cristal. Todavía llevaba los guantes, cubiertos de sangre, y mi uniforme tenía manchas que no había podido limpiar. Frente a mí, en esa cama de cuidados intensivos, estaba él: Nolan Reid, el hombre que había intentado borrar de mi vida y que ahora luchaba por la suya.
Tragué con dificultad, mi garganta seca y mi corazón latiendo desbocado. No podía apartar la mirada de su rostro pálido, cubierto de sudor. Las máquinas a su alrededor emitían pitidos constantes, recordándome que su vida pendía de un hilo.
Me deshice de los guantes, echándolos al depósito de basura, me lavé las manos en el lavamanos quirúrgico y, una vez que terminé, cerré los ojos, apretando mis manos juntas como si eso pudiera contener el torbellino de emociones que me sacudía.
«Dios... por favor. No permitas que muera. Sé que no debería importarme después de todo lo que pasó, pero... no quiero que muera».
Mis pensamientos se volvieron una súplica silenciosa. Aunque Nolan nunca había sido parte activa de mi vida ni de la de Ava, no podía soportar la idea de que ella creciera sin la posibilidad de conocerlo, aunque fuera como una sombra distante.
Un movimiento en mi periferia llamó mi atención. El doctor que había liderado el equipo de emergencias salió de la sala, con expresión cansada. Se quitó los guantes y caminó hacia mí, deteniéndose a unos pasos.
—Enfermera, hizo un buen trabajo —dijo.
—¿Está... está bien? —pregunté, mi voz apenas un susurro.
El doctor negó con la cabeza lentamente, cruzando los brazos.
—Por ahora hemos estabilizado al paciente, pero su estado sigue siendo grave. Evitamos un paro cardíaco, pero necesita cirugía inmediata. Las puñaladas han afectado varios órganos, y la intervención será compleja.
Asentí, intentando procesar sus palabras. Mis piernas se sentían débiles, como si en cualquier momento fueran a fallarme.
—¿Qué pasará ahora? —cuestioné, viendo cómo otros médicos se movían con rapidez dentro de la sala.
—El equipo médico y de emergencias de la corona está en camino. Lo trasladarán a un hospital especializado para la cirugía. Agradecemos su ayuda, Aileen. Supe que es su primer día aquí. Sin su intervención presionando esa herida, tal vez no hubiéramos llegado a este punto —me agradeció.
Intenté sonreír, pero no pude. Todo esto me parecía surrealista.
—Doctor... —mi voz se quebró mientras las palabras se formaban en mi mente. Sabía la respuesta, pero necesitaba escucharlo de alguien más—. ¿Quién es él? ¿Por qué tanto alboroto?
El médico me brindó una sonrisa cansada.
—Puedes contarles a tus nietos dentro de muchos años que le salvaste la vida al príncipe Nolan Reid de Irlanda. Pero ya sabes cómo funciona esto: tendrás que firmar un acuerdo de confidencialidad —suspiró cansado—. Ahora, ven conmigo al departamento de enfermeras, te guiaré para que completes los trámites necesarios.
Sentí que el mundo giraba a mi alrededor. Las palabras príncipe Nolan Reid resonaban en mi mente como un eco interminable. Lo sabía, pero oírlo en voz alta hacía que todo se volviera más real. Mis manos se aferraron al borde de mi uniforme mientras seguía al doctor por el pasillo.
—Doctor... —me detuve, sintiendo el nudo en mi garganta crecer—. ¿Cree que se salvará?
El médico se detuvo y me miró con seriedad.
—Su estado es grave, Aileen. Está estable por ahora. Sin embargo, las lesiones son profundas, y no ayuda que haya estado alcoholizado.
—¿Alcoholizado? —repetí, incapaz de ocultar mi sorpresa.
El doctor asintió y me tomó suavemente del brazo, guiándome hacia una esquina más apartada del pasillo. Bajó la voz, su tono casi confidencial.
—Esto no debe salir de aquí, ¿entendido?
—Sí, claro —respondí, asintiendo con rapidez.
—Es un secreto a voces que el príncipe Nolan es un alcohólico. Lleva tres años con este problema, pero la corona ha hecho todo lo posible por ocultarlo. Lo que ocurrió hoy no es solo resultado de la agresión que sufrió, sino también de su condición. El alcoholismo ha complicado su salud, y su recuperación será mucho más difícil por eso.
Las palabras del doctor me golpearon como un balde de agua fría. ¿Nolan, un alcohólico? ¿Desde hace tres años? Mi mente comenzó a unir piezas sueltas, recuerdos de titulares sobre escándalos y rumores, sobre su caída en desgracia tras huir de su boda. Todo encajaba ahora, pero no lo hacía más fácil de digerir.
—No puedo creerlo... —murmuré, llevándome una mano al pecho, intentando calmar el torbellino de emociones que me consumía.
El médico suspiró y colocó una mano en mi hombro.
—No es algo que podamos cambiar, Aileen. Pero hiciste lo correcto. Le diste una oportunidad de luchar por su vida, y eso es más de lo que muchos podrían haber hecho.
Asentí, sintiendo las lágrimas arder en mis ojos. Me mordí el labio, tratando de mantenerme firme, pero era imposible.
—Gracias, doctor... por decírmelo.
—No hay de qué. Ahora, vamos. Es hora de que firmes esos documentos y dejes que el equipo especializado se haga cargo.
Mientras caminábamos de vuelta al departamento de enfermeras, no podía dejar de pensar en Nolan. ¿Cómo había llegado a ese punto? ¿Qué lo había llevado a destruirse de esa manera?
El rostro de Ava apareció en mi mente, con sus ojos azules idénticos a los de él. Por su bien, no podía permitirme caer en el caos que Nolan había traído consigo. Pero una parte de mí no podía dejar de preocuparme. Por mucho que lo negara, no quería que muriera.
Porque, si Nolan Reid moría, una parte de mi historia, y la de Ava, también lo haría.
(...)
—Bonita de mamá, ¿qué va a comer hoy mi princesa? —le dije a Ava, quien estaba sentada en su silla alta, golpeando la bandeja con sus manitas regordetas.