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Narrador Omnisciente
La habitación estaba en penumbra cuando Nolan abrió los ojos. Lo primero que percibió fue el olor antiséptico que impregnaba el aire, seguido del sonido de un pitido rítmico proveniente de una máquina cercana. Parpadeó varias veces, tratando de enfocar la vista, pero una presión constante en su cabeza le impedía pensar con claridad. Su cuerpo estaba rígido, pesado, como si lo hubieran apaleado y luego dejado al sol.
—Bienvenido de nuevo, Alteza —dijo una voz masculina a su izquierda.
Nolan giró ligeramente la cabeza hacia el sonido, pero el simple movimiento le provocó un mareo que lo dejó jadeando. Vio a un hombre bajo, con cabello entrecano y un par de gafas apoyadas en el puente de la nariz. El hombre lo observaba con una mezcla de profesionalismo y preocupación.
—¿Dónde estoy? —preguntó Nolan, su voz rasposa y débil.
—Está en el hospital real, Su Alteza. Ha pasado por tres cirugías importantes después del ataque que sufrió. Ha sido un proceso largo, pero hemos hecho todo lo posible por estabilizarlo. ¿Cómo se siente?
—Confundido... —admitió Nolan, mirando al techo como si este pudiera ofrecerle respuestas.
El médico se inclinó hacia él, con una libreta en la mano.
—Voy a hacerle algunas preguntas para evaluar su estado neurológico, ¿de acuerdo? —Nolan asintió levemente, aunque seguía desorientado.
—¿Sabe quién soy? —preguntó el médico.
Nolan lo miró fijamente durante unos segundos, frunciendo el ceño.
—No...
El médico tragó saliva, pero continuó.
—¿Recuerda su nombre?
—Nolan... —respondió con inseguridad, como si la palabra le costara esfuerzo.
—¿Sabe qué día es hoy?
Nolan negó con la cabeza, su expresión se oscureció.
—¿Recuerda qué le pasó?
—No.
La puerta se abrió de golpe, interrumpiendo el interrogatorio. Entró el rey, su semblante cargado de irritación, seguido de su hijo mayor, Cian.
—¡Maldita sea, Nolan! —gruñó el rey, caminando hacia la cama con pasos decididos—. ¿Tienes idea del caos que has provocado? El legado de los Reid está por los suelos gracias a tu rebeldía, tu alcoholismo, y ahora esto...
Nolan lo miró con una mezcla de desconcierto y confusión.
—¿Quién es usted? —preguntó, su voz apagada pero lo suficientemente clara como para detener al rey en seco.
El rey frunció el ceño, sus ojos azules llenándose de incredulidad.
—¿Qué clase de pregunta es esa? ¡Soy tu padre, el rey Carson Reid!
—¿Mi padre? —repitió Nolan, con desconfianza evidente.
El médico, nervioso, levantó una mano para intervenir.
—Majestad, por favor, permítame explicar.
—¡No tienes nada que explicar! —rugió el rey, volviendo su mirada furiosa hacia el médico—. Esto es culpa de ustedes. Se supone que son los mejores, ¿cómo es posible que mi hijo no recuerde nada?
Cian intervino, dando un paso adelante.
—Padre, por favor, no es el momento para tus arrebatos. Nolan necesita calma, no tus reclamos.
El rey lo miró con rabia, pero Cian mantuvo su postura firme.
—Doctor, ¿qué está pasando? —preguntó Cian, ignorando la mirada furiosa de su padre.
El médico respiró hondo antes de hablar.
—Es muy probable que el golpe en la cabeza que sufrió el príncipe haya causado una pérdida de memoria. No podemos determinar si será temporal o permanente hasta que hagamos más evaluaciones.
—¿Pérdida de memoria? —el rey apretó los puños—. ¿Quieren decirme que mi hijo, el segundo en la línea al trono, está... desmemoriado?
—Eso parece, Majestad.
El rey bufó, golpeando la pared con un puño cerrado.
—¡Esto será el escándalo del año! La prensa no tardará en descubrirlo, y entonces nos verán como un circo ambulante.
La puerta se abrió nuevamente, y la reina entró junto con la abuela de Nolan, la matriarca de la familia, una mujer de cabello plateado y mirada penetrante.
La reina, camino rápidamente hacia la cama de Nolan. Se inclinó y tomó la mano de su hijo, su rostro lleno de tristeza y preocupación.
— Hijo mío, ¿estás bien? — pregunta la reina.
Nolan desconcertado, sacudió la cabeza.
— Yo no recuerdo...
— No te preocupes, debe ser temporal, tu familia está aquí para apoyarte — le asegura su madre.
— Claro, apoyarlo y cubrirle sus mierdas, que ponen en riesgo la corona.
—¿Eso es lo único que te importa, Carson? —recriminó la reina —. Debi saberlo.
—¿Qué estás diciendo, mujer? —replicó el rey, irritado.
—Digo que por una vez pienses en tus hijos y no en la maldita corona —dijo la reina, con lágrimas en los ojos mientras acariciaba la frente de Nolan.
El rey bufó, cruzando los brazos con irritación, pero no dijo nada más.
—Lo mejor será que el joven príncipe se recupere en un lugar tranquilo, lejos de la prensa y tal vez en el palacio — sugiere el medico.
—¿En el palacio? ¿Con esta situación? Ni hablar. Los medios lo acosarán sin descanso —refutó el rey.
—Entonces me lo llevaré a mi mansión —declaró la abuela, con una autoridad que no dejaba espacio para réplica.
El médico intervino, algo titubeante.
—Puedo ofrecer uno de mis médicos y enfermeras para que se encarguen de su recuperación, señora.
La abuela alzó una ceja con una pequeña sonrisa.
—Ya tengo la enfermera, alguien de confianza.
El rey la miró, desconcertado y molesto.
—¿Quién?
La matriarca lo miró con un destello de burla en los ojos.
—Alguien de confianza. No creo que un rey necesite preocuparse por algo tan insignificante.
— Yo tengo que estar enterado de todo, quiero saberlo.
—¿Temes que lastime tu ego? — cuestiono al hijo, con ironía.
— No...
— Entonces dejame todo a mi, estoy conciente de lo que hago.
Nolan, observando a cada uno de ellos, sentía que el caos que lo rodeaba solo aumentaba su desconcierto. Nada tenía sentido, pero algo en su interior le decía que este era apenas el comienzo de algo mucho más grande.