El corazón que nos unió

Capítulo 19: Confiando en ti

Washington D. C.

Evangelina Marlowe

Creo que ya no puedo negarlo. O más bien… ya no puedo seguir negándomelo a mí misma.

Mientras me recojo el cabello y dejo que caiga en una trenza suelta sobre mi hombro, observo mi reflejo con atención. Y ahí está: mis ojos brillan. No un brillo común, no el de la simple emoción o la expectativa. Brillan con esa luz suave y cálida que solo aparece cuando el corazón empieza a rendirse.

Me estoy enamorando de Rowan. De mi esposo. Del hombre del que se suponía debía mantenerme alejada. La sola idea me asusta, pero al mismo tiempo… me llena de una alegría tan intensa que no sé cómo contenerla.

Me apoyo en el borde del tocador, soltando un suspiro largo. ¿Cómo no enamorarme cuando Rowan es… Rowan? Ese hombre es dulce sin esforzarse, le sale natural, es atento sin alardes, generoso sin medirlo. Él protege, cuida y sostiene. Y lo hace sin discriminar a quién, como si su corazón estuviera diseñado para envolver a todos los que ama en una misma línea de calor.

Verlo estar ahí para Daphne me abrió los ojos. La manera en la que la acompañó, sin pedir nada, sin dudar. No como alguien que cumple una obligación, sino como un amigo leal, como ese tipo de hermano mayor que sostiene el mundo mientras alguien más se está quebrando. Él no lloró, no vaciló; pero se notaba en sus ojos el dolor, la indignación, la preocupación. Y aun así, se mantuvo firme para ella.

Como se ha mantenido para Ezra y para mí.

Me toco la clavícula, como si pudiera calmar el ritmo acelerado de mi corazón porque también está lo otro… esa aproximación sutil pero evidente entre él y Grace. Esa forma en la que ella lo mira, como una madre mira a un hijo, incluso cuando le dice «señor». Esa complicidad íntima, hecha de pequeñas miradas, de silencios que se entienden solos, de un cariño que fue tardío pero que ahora está floreciendo. Sé que Rowan la necesitaba, aunque nunca lo dijo. Y verla a ella necesitándolo también… me ha conmovido más de lo que pensé posible.

Y luego estoy yo. Yo, que pensé que él mantendría distancia después de todo lo que ocurrió mas no ha sido así.

Rowan habla más conmigo ahora, me hace partícipe de decisiones que antes tomaba solo. Me pregunta qué pienso, qué siento, qué quiero. A veces lo hace sin darse cuenta siquiera, como si fuera natural incluirme, como si de veras creyera que mi opinión tiene peso. Eso… eso me desarma por completo. Nadie ha hecho algo así conmigo en mucho tiempo. Quizá nunca.

Cierro los ojos por un segundo y el recuerdo se cuela con facilidad: Ezra, con sus manitas en mi brazo, mirándome muy serio antes de preguntar si estaba bien llamarlo papá. El nudo que sentí en la garganta fue tan grande que me costó respirar. Mi hijo confía en él y yo también.

Abro los ojos de nuevo y me observo con detenimiento. La expresión que tengo… es nueva. No soy la mujer temerosa y contenida que llegó a esta casa. Tampoco la mujer que aceptó un matrimonio por necesidad. Hay algo más. Algo que crece sin prisa pero con fuerza.

—Estoy enamorada —susurro, como si necesitara escucharlo de mi propia voz para que sea real.

Mis mejillas se calientan. Mientras ajusto la hebilla del vestido, una idea se instala en mi pecho con la firmeza de quien sabe que ha tomado una decisión: se lo diré esta noche. No voy a esperar a que él adivine, ni a que me lea el pensamiento. Seré yo quien dé el paso porque él ha esperado. Él ha tenido paciencia… tanta, que a veces siento que no la merezco.

Rowan me ha demostrado que me quiere, no solo con palabras cuidadosas, sino con actos. Con su presencia constante. Con su manera de cargar lo que me pesa y esa dulzura silenciosa que tiene cuando cree que no lo estoy mirando.

¿Cómo no corresponder a un amor así?

Tomo aire, miro una vez más mi reflejo y sonrío. Me veo distinta, me veo feliz y me permito estarlo sin miedo.

Antes de salir de la habitación, coloco una mano sobre mi pecho, como si quisiera guardar este sentimiento ahí, intacto, hasta que él lo escuche de mis labios.

—Es hora de ver feliz.

Y bajo las escaleras con la certeza de que no hay marcha atrás. Porque el amor ya me encontró… y no pienso seguir huyendo.

***

La cena transcurre más tranquila de lo que imaginé. Daphne, aún pálida y con esa tristeza que se arrastra detrás de sus ojos, se une a nosotros. Sonríe un poco cuando Ezra le muestra un dibujo y la abraza con toda la naturalidad del mundo. Yo observo a Rowan, que vigila cada gesto de ella con una mezcla de preocupación silenciosa y amor fraternal. Él les dedica miradas suaves a ambos… y eso solo confirma lo que decidí más temprano: lo quiero.

Cuando la cena acaba, Daphne sube con Grace para descansar y Ezra las acompaña. Rowan me hace una seña para ir al patio y mi corazón late tan fuerte que siento que me empuja desde adentro.

Camino junto a él hasta la mesa donde tantas veces hemos compartido tazas de té, silencios cómodos y confesiones inesperadas. Esta vez, sin embargo, soy yo quien quiere hablar. Yo quien tiene algo importante que decir.

—¿Qué ocurre? —pregunta él con esa voz suave que me tranquiliza el pecho entero.

Trago saliva, junto valor y lo miro directo a los ojos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.