El desastre de Thea

9. Niñera

La boca se entreabrió de manera automática mientras aplicaba lo último de esa mascarilla verde con la que se había dibujado un antifaz en su rostro. El cabello yacía en su gorrito, cargado de esa mezcla de aceites y cremas. Esa noche se iba a dar una sesión de completa preparación porque al día siguiente comenzaría el tan ansiado trabajo. No es que lo estuviera buscando, porque ella sin duda se sentía bien en la tienda de antigüedades de su familia, pero si eso le evitaba ser una "calabaza en prisión", lo tomaría con todos los ánimos y la buena voluntad que merecía.

Al terminar, se sonrió, tratando de no hacerse arrugas con la mascarilla, la cual debía usar al menos unos veinte minutos antes de retirarla. Lavó allí mismo los recipientes usados y se envolvió en su bata mullida de corazones para salir de su habitación, recibiendo las sonrisas burlonas de sus hermanos menores, a quienes respondió sacándoles la lengua.

Cuando su madre la miró, solo sonrió con debilidad. Estaba preparando la cena, esperando que Édison, el pequeño Saint y su esposo regresaran de sus respectivos trabajos. Habían pasado dos días desde esa reunión que tuvieron en "el imperio del señor Darcy", como Dorothea ahora lo llamaba: el amo y señor de las bienes raíces, según lo describía. Si bien la reunión terminó con un rodillazo quiebra-testículos, ella sí se había comunicado con quien sería su jefe para hablar de la propuesta que le hizo.

Toda su familia estaba de acuerdo en que Dorothea no tenía los mejores conocimientos para ser niñera. Una cosa era ayudar eventualmente con los chicos cuando eran más pequeños, o con Saint cuando su hermano lo requería, y otra muy diferente era cuidar de cuatro hijos ajenos que podrían o no llevarse bien con ella, y a quienes, por sobre todas las cosas, debía mantener con vida todos los días. Eso era lo más preocupante para los padres, especialmente después de ver cómo Dorothea lograba matar cactus, suculentas, e incluso una planta de plástico, lo cual nadie podía explicar.

Ella, por el contrario, se sentía confiada en sí misma y, dado lo que el señor Darcy le explicó, también creía que podría tener una buena relación con los menores e incluso hacer un buen trabajo, lo que implicaría un ingreso significativo para la casa. Consideraba que, ahora que ya no estaría más en la tienda, lo más probable era que cerraran el negocio tras una liquidación.

—Intenta no dejar caer la mascarilla en la comida, pero llévala al comedor —le pidió su madre, entregándole una bandeja.

—Ya casi se está secando, además es natural, barro natural.

Georgina solo sonrió al ver a Dorothea en su propio mundo, cumpliendo lo indicado. Ella fue quien le ayudó a poner la mesa. Ambas recibieron con una amplia sonrisa al trío que llegó casi a las seis de la tarde. El pequeño Saint salió corriendo a saludar a su abuela y a su tía, a quien miró con el ceño fruncido.

—Soy yo, mi amor, ¿no te gusta tu tía con antifaz? Soy como Batman, el caballero de la noche —bromeó para hacer reír al chiquillo, que buscó a su padre—. ¿Lo ven? Soy súper cool y seré un éxito con los hijos del señor millonario —remarcó segura, acomodando la canasta de pan.

En ese momento, Chase y Meyris se acercaron al comedor, saludando también a su padre y hermano mayor.

—¿Y a qué hora debes estar en la casa de este hombre, niña Batman? —consultó Édison, dejando su bolso en la sala y llevando los trastes de su almuerzo a la cocina.

—A las ocho de la mañana, así que me iré con ustedes —Él la buscó con la mirada sobre su hombro, viéndola con el ceño fruncido—. Me quedaré como a una estación de donde bajas, tendré que caminar un poco, pero donde vive es muy lindo. Chase me estuvo mostrando desde el Google Maps.

—Casi no se ven las casas, pero son enormes —agregó el jovencito—. Thea va a vivir como una reina.

—No, va a vivir como una niñera de reinas y reyes —corrigió su hermano, lavando sus trastes—. De igual manera, ¿todavía no sabes si vivirás ahí o sí? —consultó directamente a ella, que ya había tomado su lugar en el comedor.

—No realmente, no me ha dicho nada de eso. El día que hablamos por teléfono solo fue para darle mi número y concretar si habría otra reunión. Y bueno, me citó para mañana —respondió ella con seguridad—. Aún no sé bien cómo será el puesto, aunque es claro que seré una niñera, pero no sé cuánto voy a ganar ni qué porcentaje se quedará él, o si me quedaré con ellos. Aunque dejó claro que tenía otros empleados en su casa, así que supongo que no será necesario que me quede.

—Si puedes venir a casa cada día, creo que es mejor —indicó su padre, también tomando su lugar—. Al final de cuentas, el señor Jenkins ha sido muy amable porque otra persona solo nos habría dicho: "Esto deben pagar y quiero que lo hagan en tanto tiempo", pero él te dio una oportunidad de empleo en la que vas a ganar y podrás pagarle.

Ella asintió, sonriendo a su padre, quien le acercó de manera natural la canasta de pan.

—Lo haré bien y trataré de cancelar esos cincuenta mil dólares en los primeros meses. Así, si me contratan más tiempo, ya será un ingreso adicional. Además, ¿qué tan difícil será cuidar de cuatro niños educados, refinados, que no deben molestar?

En su sala, Darcy Jenkins, que había llegado un poco más temprano que de costumbre, ya había dado la noticia a sus hijos, pero no la habían tomado como esperaba. Y es que, para ellos, no era necesario una nueva niñera, sino que él dejara de tener tanto trabajo y volviera a ser el padre que solía ser. Aquel que compartía tiempo con ellos, que los sacaba de vacaciones y hacían planes de visitar lugares, viajar, ir al museo e incluso se quedaba haciendo trabajo desde casa. Los tres reclamaban lo mismo, aunque Charlotte no parecía entender del todo la negativa de sus hermanos mayores.




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