El desastre de Thea

11. Bienvenida

Disfrutaba de manera clara del delicioso desayuno que habían servido para la familia, cómoda en la silla junto a Charlotte, quien le pasó la canasta de pan cuando ella se la pidió suavemente al oído. La curvilínea parecía que no había desayunado, aunque lo había hecho con su familia antes de salir. Sin embargo, no era común para ella comer tan temprano y, por lo mismo, estaba aprovechando.

El comedor se llenaba con los sonidos de cubiertos sobre platos. A veces conectaba su mirada con Millie, quien parecía estar al borde de ser descubierta por su padre y, sin duda, no tenía una excusa válida para su rebeldía. Mientras tanto, Benny estaba pendiente de lo que hacía la niñera, pero Charlotte seguía alimentando a Dorothea, pasándole también las últimas salchichas, que esta aceptó con gusto, acomodándolas bien en su plato.

Sonrió cuando se encontró con la mirada de Darcy, quien solo suspiró. Aunque le gustaba la energía que Thea poseía y la consideraba necesaria para su casa, como hombre que siempre había establecido límites claros, sabía que con ella no podía ser la excepción. No era normal que los empleados tomaran el desayuno con ellos y, además, la alimentación no estaba contemplada en su contrato. No obstante, decidió que podía hacer una excepción, ofreciéndole el desayuno además del almuerzo.

Cuando la pequeña Aurora, que comía en su sillita alta, empezó a tirar restos de omelette y pan con mantequilla a los demás, Dorothea solo se echó a reír.

—Creo que lo mejor es que la lleven a limpiarse, parece que ya terminó —indicó Darcy con voz seria.

Thea asintió de inmediato, metiéndose un bocado de salchicha en la boca mientras miraba a su alrededor. Millie, al verla tan tranquila, ocultó su risa tras su taza de café con leche.

—Hay que limpiar a Aurora.

—Sí, hay que limpiarla, tan linda que es —dijo Dorothea, haciéndole gestos desde la distancia y tirándole besitos, lo que provocó la sonrisa de la pequeña.

La curvilínea tomó un pan tostado, lo untó con mantequilla y jalea, y dio un sorbo al delicioso capuchino que Bernardo le había llevado. Continuaba sentada, cómoda en el comedor, viendo cómo los demás dejaban sus platos. Cuando se encontró con la mirada de Charlotte, le sonrió, queriendo hacer conversación con ella.

En ese momento, Aurora empezó a golpear con sus manitas en la silla, tiró la cuchara de plástico que usaba y jaló su babero, mientras Dorothea seguía comiendo tostadas y quería saber más sobre los horarios de ballet de Charlotte, algo que la niña le había contado que le gustaba hacer.

—Deben llevar a Aurora a cambiarse, ya se está sofocando —señaló Darcy con firmeza, pero Dorothea solo asintió, mirando a su alrededor.

Cuando se encontró con los ojos dorados de Darcy, quien arqueó una ceja, ella frunció el ceño. Sin embargo, fue la risita de Millie, que ya no pudo contener, la que la hizo reaccionar.

—¡Oh, mierda...!

—Dorothea —corrigió Darcy, poniéndose de pie.

—Niños, no digan malas palabras. Eso es de gente grande, y ustedes aún no pueden usarlas. Olviden eso, a ver, miren a la cámara —todos quedaron confundidos, pero guiados por la idea, miraron hacia el cuadrado que Dorothea formó con su mano—. ¡Clic! —señaló, dando un chasquido que los hizo parpadear rápidamente, mirándose con confusión—. Todo ha sido olvidado, y yo hago mi trabajo de niñera.

Darcy suspiró pesadamente, tragando saliva cuando Thea se inclinó sin cuidado para tomar a la niña, hablándole con voz dulce. El trasero, bien marcado en esos pantalones rojos, lucía tal como él lo recordaba: grande, redondo y bien definido. Aclaró la garganta, removiéndose en la silla que apenas ocupó, viendo cómo la nueva niñera se llevaba a su hija menor, pero regresaba por esa tostada a medio comer.

Suspiró al ver a sus hijos. Millie ya había calmado su risa, pero se encontró con la mirada de su padre.

—¿Ella en serio será nuestra niñera? —preguntó con un deje de burla—. Parece que hay que cuidarla a ella.

—No seas irrespetuosa, Melisande. Dorothea está capacitada para ser su niñera —hasta Benny lo miró con incredulidad, por lo que Darcy tomó un sorbo de café y se acomodó en la silla—. De acuerdo, tienen razón. No está completamente capacitada, en realidad no tiene un título relevante para ser su niñera, pero eso no es lo que necesitan. Necesitan su compañía, y eso es lo que les dará. Es amable, divertida, un poco alocada, y habla mucho...

—Y come mucho —señaló Benny.

—Venía con hambre. Vamos a ser respetuosos con Dorothea, porque ella necesita el empleo y nosotros la necesitamos a ella.

—A mí me agrada —indicó Charlotte, metiéndose un trozo de salchicha en la boca—. Es bonita, suavecita y huele bien —dijo a sus hermanos, mientras su padre solo sonreía—. Además, me gusta su estilo y lo que lleva en la cabeza, le queda como una corona. Creo que puede ser divertido jugar con ella —Darcy asintió ante las palabras de su hija—. Y si a papá le agrada, hay que darle una oportunidad.

—¿Te agrada? —preguntó Benny, confundido.

Darcy tragó saliva y, tras un suspiro, asintió. Sobre el comedor, tomó la mano de su único hijo varón y le sonrió con debilidad.

—Sí, hijo, me agrada. Es diferente a cualquier otra persona que haya conocido. Y, como dice tu hermana, es agradable, divertida, y también creo que, cuando la vayan conociendo más y más, se irán encariñando con ella.




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