El desastre de Thea

16. Flores

Revisó ante sus ojos sus bragas favoritas. El viernes había llegado al fin, más rápido de lo que se esperaba, y ella se había despertado temprano para alistar su pequeña maleta, porque viviría su primera noche con los Jenkins y tenía en su cabeza muchos planes para la misma. Deseaba que todo saliera bien y que todos pasaran un buen momento, incluyendo al señor ogro con rostro de príncipe que la recibía cada mañana bajando de sus escaleras.

Cuando miró su tanga roja, solo negó, dejándola de nuevo en su cajón, para llevarse un par de las más decentes. No quería causarle una embolia a ese hombre con su trasero redondo al desnudo usando tangas por su casa. Llevó su pijama bonita, su bata de corazones, sus cosas personales, una muda para el siguiente día y sus infaltables pantuflas mullidas. Quería pensar que el sábado no la harían trabajar, pero realmente no había hablado de los fines de semana con su jefe o en ese momento no recordaba hasta dónde llegaba su horario de trabajo.

Podía decir que su primera semana había concluido bastante bien. Los niños ya, para ese momento, la adoraban, bueno, excepto Millie, que solo la toleraba, porque a veces le retorcía los ojos y otras no quería saber nada de ella, pero también la buscaba solo para sacarle información aleatoria de lo que hacía o iba a hacer. En esos días había sido claro para Dorothea la soledad que los niños pasaban, y es que, si bien las tareas y tabletas volvieron a estar presentes, era evidente que entre una actividad y otra se perdía la sensación de satisfacción o felicidad, quedando solo la de aburrimiento.

Su diadema rosada combinaba con su chaqueta y su pantalón lleno de flores. Ese día era puro color y flores, el cabello caía suelto y lleno de naturalidad, lo que la hacía lucir mucho más joven y luminosa. Le dio un besito a sus peluches, a su almohada, y buscó la salida, donde su familia la recibió con una sonrisa. Había tenido que dejar los dobles desayunos porque el pantalón del día anterior le marcó toda la panza de lo apretado que lo sintió, pero no por eso iba muerta de hambre, así que se sentó a disfrutar de su café con leche y tostadas.

—¿Llevas todo? —consultó su hermano. Ella asintió—. ¿Cepillo de dientes?

—Lo guardo cuando me cepille antes de irme —él asintió. Ella solo amplió la sonrisa, viendo a Saint comiendo junto a su padre, parecía disfrazado de vaquero—. ¿Por qué vas vestido como si fueras a una feria ganadera? —le consultó.

—Es que hoy hay un cumpleaños de un compañero —respondió él—, y la temática es de vaqueros, ¿quieres ver mis botas?

—Por supuesto —indicó ella amorosa.

El niño no dudó en bajar y enseñarle sus botas de vaquero, que él orgulloso le mostró, haciendo reír a su padre cuando aclaró que se las había comprado el día anterior. Dorothea solo le dejó un beso en la cabellera a su sobrino antes de que él buscara su lugar de nuevo.

—Me traes pastel, ya sabes lo que debes decir siempre que hay fiesta.

—No mandes a mi hijo a pedir pastel, Dorothea.

—¡Pero sus profesoras me aman! —reclamó—. Además, él sabe bien que a su tía le gusta el pastel y siempre me trae un poquito, ¿verdad, mi amor?

—Sí, tía.

—¿Viste? —le sacó la lengua—. Todo pastel que entra en esta casa debe ser testeado por Dorothea Winter…

—Sí, y por eso te comiste el mío la otra vez, completito —la voz de Chase la hizo bajar los hombros. Lo buscó bajo sus pestañas, por lo que él se puso a reír.

—A ti te hace daño, eres diabético…

—Prediabético, no me lo han confirmado aún, y como mamá me está cuidando, entonces sé bien que no lo van a confirmar nunca —Georgina le dio un beso en la cabellera a su hijo adolescente, que tomó lugar en el comedor—. ¿Así que tienen reuniones familiares a las siete de la mañana?

—Algo así —respondió su padre, ampliándole la sonrisa—. Aquí nos ponemos de acuerdo para ver cómo conquistar el mundo, cómo hacer que el árbol de dinero que tu hermana dice vuelva a producir y qué verduras deben comerse en la semana —los dos jóvenes arrugaron el rostro, logrando la risa de Aurelio.

—¿Qué haces despierto tan temprano? —consultó Thea.

—Chase irá conmigo al trabajo, bueno, los dos, al menos estos días para hacer inventario y empezar a armar una… —Georgina solo suspiró, ocupando lugar en el comedor—. Vamos a cerrar, hija —Dorothea solo frunció el ceño y pronto se sintió pesarosa—. Ya no hay nada que hacer. Una venta —le mostró un dedo—, es todo lo que he hecho en estos días, y apenas de doscientos dólares. La deuda de la renta es casi de dos mil dólares. Meyris sugirió hacer una feria antes de irnos, anunciarla y poner carteles, puedo hablar con los vecinos para ver si tienen algo que liquidar y lo hacemos en el estacionamiento de la plaza, pero la tienda ya no da.

Georgina le rozó la delicada mejilla a esa Dorothea que solo cerró los ojos ante el beso que su madre le dejó.

—Lo que no se venda lo traeremos aquí e iremos ofertándolo quizás en Marketplace, como dice Édison. Algo hay que hacer, y mientras tanto vamos a sobrevivir con lo que ustedes aporten. Me quedaré con los chicos, haciendo sus comidas y demás… —Thea volteó hacia donde su padre cuando este le apretó la mano—. Por eso debes ser cuidadosa con tu lengua ante esa familia. Has terminado tu primera semana y puedo decir que te ha ido bien, ¿cierto?




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