El desastre de Thea

21. Tulipanes

Los emocionados niños se reunieron en la base de la escalera para esperar a la niñera. Para ese punto, una camioneta grande ya estaba cargada con los bolsos y el cochecito de la bebé. El jefe daba algunas orientaciones a sus empleados, anunciando que no sabía a qué hora regresarían. Se acercó a los chicos, que parecían más que preparados para la aventura de ese sábado que tenía un clima de verano brillante, pero agradable.

Millie notó la sonrisa de su padre y solo le bastó voltear para entender qué la había causado. Ella también sonrió al final, viendo a la curvilínea niñera bajar envuelta en colores y con sus tenis rosados. Lucía encantadora con un overol con un estampado que no distinguía del todo y una camiseta ajustada de un amarillo mostaza que le quedaba bien a su tono de piel.

Charlotte fue la primera en acercarse a ella, admirando con encanto las prendas de vestir de Dorothea.

—¡Son gatos con boinas! —señaló emocionada a su familia, tomando la tela del overol.

Pronto, Benny, curioso, se acercó a verlo, sonriendo cuando descubrió que, efectivamente, el estampado de la prenda eran gatos con boinas y vestidos de diferentes maneras. Dorothea recibió elogios por sus tenis rosados, y ambas, una vez más, llevaban diademas gemelas, esta vez en un bonito tono azul marino, igual al vestido de Charlotte, pero que también combinaba con lo que Dorothea llevaba puesto.

—¿Están todos listos?

—¡Listos! —anunciaron con entusiasmo. Ella solo buscó la mirada de Darcy, quien le sonrió ampliamente.

En ese momento, la adolescente estaba pendiente de ambos, de la luz y la mirada que se movían de un lado a otro. Tomó un poco de agua de su termo, sonriéndole a su padre cuando este, al fin, reparó en su presencia, por lo que respondió al gesto de la misma manera.

—Estamos listos —indicó Millie con seguridad, logrando que Dorothea le dedicara una amplia sonrisa.

—A darle entonces.

El grito de emoción de Aurora provocó carcajadas en todos. Los empleados dejaron lo que hacían y se asomaron para ver ese momento, ya que hacía meses, realmente mucho tiempo, que no se veía a toda la familia tan feliz y unida, disfrutando de un día juntos. El chofer ayudó a cargar la camioneta con la mochila de Dorothea, que se quedó con su bolso de estampado de cebra.

Llevaba protector solar, sus lentes, una dotación de las galletas que habían sobrado y, por supuesto, su celular bien cargado para tomar muchas fotografías. Ya había avisado a su familia que pasaría el día con los Jenkins, aunque aclaró que no se quedaría a dormir. Si bien su padre estuvo un poco reacio, al final explicó que no era por trabajo, sino para ir a pasear con ellos. Fue su madre quien estuvo de acuerdo de inmediato, y tras la bendición, se sintió más segura del plan.

Todos tomaron sus lugares en la camioneta. Millie en el asiento delantero; Thea, Aurora y Charlotte en el del medio; y Benny en el último, con su tableta para entretenerse durante el viaje. Sin embargo, apenas la usó, porque cuando pusieron música, Thea inició una sesión de karaoke, y no dudó en incluirlo, incluso dándole la mano en algún punto del camino para que cantaran juntos.

Darcy se sentía maravillado con lo que veía. Se recriminaba por todo el tiempo que había permitido presentarse como un guardia ante sus hijos, dejando que el dolor y el miedo causados por la pérdida de su esposa lo alejaran de quienes eran realmente sus tesoros, aquellos por quienes daría la vida y a quienes amaba más que a nada en el mundo. En ese momento, con su camioneta llena y las voces desafinadas cantando canciones de Queen, comprendió que eso era lo que ellos necesitaban en aquel momento tan oscuro: tenerlo más presente que nunca. Y eso era lo que ahora les daría.

Cuando se unió al karaoke, Millie sonrió con debilidad, apretando el termito en sus manos porque, de pronto, se ponía emocional. Todo parecía como en el pasado, pero con cierto nivel de nostalgia. Mamá ya no estaba, eso ninguno lo podía ignorar, pero papá estaba regresando. Con sus juegos, su humor, su compañía, que era segura y positiva para todos ellos, con su presencia, que los hacía sentir especiales y amados en todo momento. Y eso la llenaba de mucha felicidad.

Al final, también terminó cantando. El plan era sencillo: irían al zoológico y, ahí mismo, al acuario. Luego buscarían un buen lugar para almorzar, y después otro para el postre, para llevar a Dorothea a su casa. No había horarios, solo la necesidad de pasar ese sábado en familia, como los pequeños Jenkins al fin se sentían. Si bien aquel era un día libre para muchos, algunas empresas trabajaban, por lo que el zoológico estaba ligeramente vacío.

Se estacionaron en un espacio bajo un frondoso árbol. Los chicos bajaron de inmediato, pero Darcy se acercó a Dorothea, que llevaba en brazos a la pequeña Aurora. Al verse a los ojos, ambos se sonrieron.

—Creo que lo mejor es llevarla en el cochecito, y luego la podemos poner en el portabebés —indicó él con voz grave.

—Sí, para que esté cómoda y pueda ver todo.

Él asintió, buscando la cajuela para sacar las cosas. Armó el cochecito donde Thea acomodó a Aurora, y esos gatos con boinas que cubrían los bonitos glúteos lograron que la mirada de Darcy se posara sobre ellos, sonriendo al descubrir algunos vestidos con camisetas de rayas, como la que él llevaba. Al final, terminó negando con la cabeza y buscó el bolso de la bebé y ese otro que Bernardo había preparado con cosas para los otros chicos, guardando todo en el compartimiento bajo el cochecito.




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