La elegante dama se acercó a su madre, dándole un beso en la mejilla antes de tomar asiento en el comedor, mientras los empleados servían la cena. Parecía preparada para salir, por lo que su madre la miró con atención, esperando que el personal terminara de colocar los alimentos y sirviera el vino para darle sus claras recomendaciones. Ninguna agradeció cuando los empleados concluyeron; fue el mayordomo quien hizo una reverencia y fue el último en retirarse.
Sin dudarlo, la estilizada y hermosa pelinegra tomó del vino, pero cuando su madre no se movió ni un poco para empezar a cenar, bajó sus cubiertos y la miró con agudeza. La madura dama arqueó una ceja, y ella solo pudo devolverle el gesto.
—¿Y ahora qué sucede?
—¿Por qué vas a salir?
—Bueno, porque soy joven, tengo un grupo de amigas que disfrutan de mi presencia, y es sábado. El día se está acabando, y mañana descansaré lo que hoy sude en esa pista de baile —respondió casi en burla, mientras comenzaba a comer un poco—. No puedes volverte loca cada vez que salgo con mis amigas, mamá. Es demasiada intensidad para tu persona, ¿te recuerdo la edad que tengo?
—Veintiocho años, ya lo sé, Céline, y me sorprende que no entiendas hacia dónde realmente van mis palabras o por qué es mi molestia —la pelinegra suspiró, viéndola con agudeza—. Deberías estar ahora mismo adaptándote a tu nueva familia, conociendo a quienes serán tus hijos…
—Son mis sobrinos y ya los conozco —le soltó firme—. Mamá, Darcy ni por cerca ha considerado la posibilidad de casarse de nuevo, y te recuerdo que apenas han pasado nueve meses desde que enterramos a tu adorada hija —dio un brinco ante el golpe que su madre dio en la mesa—. Tengo que decirte la verdad y hablarte de frente. No voy a arruinar mis mejores años buscando a un hombre que no me quiere. La única vez que mencioné la posibilidad de una relación, no solo se burló en mi cara, sino que también dejó muy claro que nunca, absolutamente nunca, se fijaría en otra mujer que no fuera mi hermana. Heaven fue quien lo volvió loco desde el principio. Se hicieron novios en secundaria y se casaron apenas lograron la mayoría de edad, para empezar a tener hijos a los veinte. Eso no está en mis planes…
—No eres una niña, Céline, y sabes bien que un hombre como Darcy no puede estar soltero. Además, mis nietos necesitan y merecen una buena figura materna. ¿Qué mejor que tú para hacerlo? Ellos te adoran, te tienen un gran aprecio, y estoy segura de que si empiezas a relacionarte más con ellos, te será más fácil ganarte el corazón de Darcy. Está herido, pero no deja de ser un hombre, un hombre con necesidades…
—Oh, por Dios, qué cansado —se puso de pie, apenas terminándose el vino—. Entiendo que pienses que es la mejor opción, pero ya tengo un plan. Cuando se cumpla un año de la muerte de Heaven, empezaré a acercarme a ellos. Me mudaré, me quedaré en su casa, y por lo menos me libraré del peso mental que implica estarme metiendo con el hombre de mi hermana.
Cuando intentó salir, su madre la detuvo por la muñeca. Aún altiva y segura, se puso de pie en la cabecera que ocupaba en la mesa.
—Darcy no puede estar solo, son cuatro hijos, cuatro. Una bebé de apenas nueve meses y una adolescente que, si sale del control de su padre, se perderá en el mundo. La mejor manera de honrar la memoria de tu hermana es cuidando de sus hijos, de verdad —apretó la muñeca femenina, lo que provocó el ceño fruncido en Céline—. Y la mejor manera de honrar la de tu padre es consiguiendo ese matrimonio. Eres joven —se acercó a ella, rozándole el cabello arreglado—, hermosa, y estás, como bien dices, en tus mejores años. Desperdiciándolos en bares y con tus amigas solteras no lograrás nada, pero en la cama de un hombre importante, conseguirás un futuro donde un techo como este —le mostró la elegante estancia— nunca te hará falta.
—Pensé que Darcy te agradaba…
—Claro que sí, mi amor —continuó con un tono más suave—. Y por lo mismo, quiero quitarle a mi yerno un peso de sus hombros. Él ya sabe mi postura: me quedaré con dos de sus hijas, las menores, que con gusto criaré como míos. Les enseñaré lo mejor de nuestra familia y las haré mujeres de hogar, de grandes familias… O formaliza una relación contigo. Estoy segura de que podrás conquistar ese corazón —le puso la mano en la mejilla—. Heaven lo amaba, era una mujer buena, dulce, y eso fue lo que hizo que ese hombre se perdiera de amor por ella. Pero un hombre es un hombre, hija, y cuando falta una mujer, la buscan donde sea.
Céline se zafó del agarre de su madre y la miró a los ojos.
—Quiero pensar que no me estás tratando como si fuera algún premio de consolación para Darcy Jenkins. Mi cuñado ahora tiene mucho, y no pretendo llegar a su vida para que me compare —soltó entre dientes— con mi perfecta hermana. Así que será a mi manera o no será. Por ahora lo tengo vigilado, las dos enfermeras siguen trabajando con él, aunque Noa me advirtió que tiene una nueva niñera.
—¿Es hermosa?
—Ay, por favor, mamá. Es una gorda, una joven gorda que viste ropa de segunda mano y ha roto un montón de reglas. Ahora mismo la soportan porque es el payaso de la pequeñita, de Charlotte, pero espera a que agote la paciencia de Darcy y saldrá con una patada en el trasero de ese lugar —dio un paso hacia ella—. No quiero las sobras de mi hermana. Darcy es un gran partido, pero si no se muere por mí, no me arrastraré ante él ni ante nadie.
Finalmente, se dio la vuelta y subió al segundo piso para terminar de arreglarse. Se cepilló los dientes, se aplicó un perfecto labial borgoña y colocó perfume en los lugares estratégicos, luego tomó su cartera de diseñador y las llaves de uno de sus deportivos para salir. No se despidió de nadie, pero tras el volante, envió un mensaje a una de sus informantes en la casa de su cuñado.
#15 en Novela romántica
#9 en Chick lit
#7 en Otros
#6 en Humor
padre soltero millonario, chica curvy humor, amor familia humor
Editado: 25.11.2024