Aunque las ganas de dormir una siesta lo convencieron al llegar, cuando Darcy recibió un par de correos, decidió trabajar un poco mientras sus pequeños descansaban. Ya se había cambiado y se dio incluso una ducha tibia, donde los pensamientos, que no debería tener y se convencía de que eran errados, lo llevaron a aliviar un poco de sí mismo, sintiéndose peor luego de hacerlo. La protagonista de esas ideas era una mujer que no podía tocar, ni mucho menos alejar de su vida, porque la necesitaba, cuánto la necesitaba.
Con el celular en mano, salió de la habitación, pero antes se detuvo a revisar a sus hijos. Aurora dormía plácidamente, Charlotte estaba enterrada entre sus peluches, y Benny aún seguía despierto, ya cambiado a ropa más cómoda. Darcy se quedó unos minutos con él, quien atendía a su hámster.
—¿Cómo están Marie y Pierre? —le preguntó Darcy, viendo a los animalitos que parecían reconocer y querer a su hijo.
—Bien, el seguro que hicimos para su jaula ha funcionado —respondió Benny, asintiendo—. Aunque creo que pronto voy a necesitar más aserrín, y quisiera comprarles una de esas bolas que pueden usar en el exterior.
—Claro que sí, hijo. Envíame el enlace y las pedimos —el jovencito lo miró con ojos grandes.
—¿En serio?
—Sí, mi amor, en serio. Haz una lista de lo que necesites para mejorar el hábitat de tus hámsters, y lo ordenamos para que ellos también estén cómodos —Benny asintió, acomodándose los lentes, y luego le regaló una sonrisa a su papá—. ¿Vas a dormir un poco? Creo que tus hermanas ya están profundamente dormidas. Fue un día agitado, pero bonito.
—Lo fue, muy bonito en realidad —Benny lo miró a los ojos—. Me gustó que estuvieras con nosotros —le dijo con voz suave—, que estuvieras de verdad, y que disfrutaras también. Te veías feliz.
Darcy asintió, tomando su mano.
—Sé que todos hemos estado tristes desde que mamá se fue. Ha sido muy difícil la vida sin ella, porque ella era… —miró su mano unida a la de su padre—. Mamá era especial, todo con ella se sentía especial, incluyéndonos. Y cuando se fue, siento que dejamos de sentirnos así, hasta que Thea llegó —Darcy le acarició el cabello—. Thea nos hace sentir especiales, nos recuerda que podemos ser geniales siempre. Y aunque es un poco alocada… —los dos sonrieron—, me gusta, nos gusta, y te agradezco que la hayas traído a casa. La necesitábamos.
Darcy no pudo responder de inmediato, pero no dudó en atraer a su hijo a su pecho, donde Benny se abrazó esos segundos que le hicieron bien.
—¿Quieres ver qué me regaló?
—Sí, claro, me encantaría.
Emocionado, Benny buscó en su mesita el pequeño regalo de Dorothea. Primero le mostró la lupa, que Darcy admiró con atención, disfrutando de la historia que la curvilínea le había contado a su hijo, una que Benny consideraba cierta. Luego, la risa de Darcy fue clara al ver a su hijo con el extensor de lupa acomodado en sus lentes.
—Está genial, ¿verdad? Me va a servir cuando tengamos piezas pequeñitas. Ya dejamos todo ordenado, y quizás el lunes empecemos a armar el primer Lego. Estoy emocionado —confesó Benny.
—Me alegra mucho escuchar eso, hijo. Si Thea necesita más tiempo, podemos hablarlo y le consigo el transporte a su casa para que se quede contigo —el jovencito abrió grandes ojos—. Lo hablaré con ella el lunes, para ver cómo está su tiempo y si le parece la idea.
—Está bien, papi. Me gusta esa idea —Darcy asintió, le dio un beso en la cabellera y se puso de pie—. Quería leer un poco, ¿puedo hacerlo en tu oficina mientras trabajas?
—Me encantaría. Vamos.
El pequeño tomó la mano de su padre, un espacio que siempre le resultó seguro y al que le gustaba volver. Dejó sus obsequios en su lugar y buscó su último libro, una afición que había heredado de su padre, a quien había visto ser un gran empresario y lector desde muy pequeño. No era nada nuevo ver a Benny disfrutando de un buen libro en la comodidad de la oficina mientras Darcy trabajaba; solía ser algo de ellos, y al padre le complacía y encantaba volver a vivirlo.
Bajaron conversando animadamente sobre el día y lo que podrían hacer al siguiente. Ni padre ni hijo pensaron en quehaceres, tabletas o deberes; había sido el primer fin de semana en meses que realmente disfrutaban. Y parecía que muchos más se avecinaban con la presencia de ese desastre castaño y curvilíneo que había llegado a su casa con sus colores, flores y curvas remarcadas.
Benny tomó el sillón, donde la manta que siempre se mantenía allí la acomodó sobre sus piernas, mientras Darcy se sentaba en su escritorio, mirando con una sonrisa a su hijo. El silencio reinó de forma delicada, no era tenso ni molesto, sino suave y apacible, para disfrutarlo. Darcy encendió su computadora y se dispuso a responder los correos pendientes, que eran varios.
Comenzó con la oferta de un proyecto que Clive estaba gestionando. Al ver la licitación aprobada para un proyecto de cincuenta millones, revisó las nuevas condiciones del cliente para proceder. Apenas envió una respuesta, recibió una videollamada que Darcy aceptó en la computadora.
—Volvió el jefe —saludó Clive apenas respondió.
—No molestes, y cuidado con lo que dices que Benny está aquí —respondió Darcy, mientras su hijo volteaba a verlo.
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Editado: 25.11.2024