Con una amplia sonrisa, acomodó el pequeño robot en su escritorio. Al roce apenas en su cabeza, este mostraba la hora, pero si no se tocaba, se convertía en una especie de juguete que hasta bostezaba, y eso lo descubrió cuando ocurrió ante sus ojos. Según Dorothea, lo habían llevado a vender apenas unos meses atrás, pero no tenían muchas instrucciones del mismo. Buscaron en internet el modelo y resultó ser un robot moderno tipo mascota, pero, al no tener el disco que venía con él, solo se podía programar para funciones básicas.
De igual manera, le gustaba. Junto al robot, también acomodó su nueva pluma favorita; le gustaba su peso y estaba seguro de que su estilo antiguo era exquisito para un coleccionista. Sintió pena al dejar su casa y a sus hijos, que comenzaban esa semana con sus deberes, aunque los veía realizarlos con un poco más de ligereza. Le emocionó y autorizó sin dudarlo cuando Millie señaló que iría con Charlotte a su clase de ballet y Benny se unió. Luego pasarían por el supermercado a comprar algunas cosas para hornear postres por la tarde.
Escucharlos hacer planes era algo que agradaba a Darcy, pero ver sus sonrisas amplias y miradas luminosas le convencía constantemente de la buena decisión que había tomado al contratar a la destructora de camionetas como niñera. Nunca imaginó que esa joven llena de brillantina, con su diadema de flores y su sed de venganza, se convertiría en una luz que ahora sentía necesaria para su hogar. Y es que, de pronto, ese domingo sin ella, aunque lo disfrutó con los niños, la extrañaron demasiado.
Tras un suspiro y al ver la hora en su nuevo amigo robot, comprendió que quizás se iría un poco antes de la salida para compartir tiempo con los niños y, tal vez, preparar juntos la cena, además de estar allí para cuando Dorothea se fuera. Los equipos se cargaban cuando tocaron la puerta, por lo que dio la orden de que pasaran. Tras Clive, llegó una de las recepcionistas con la taza de café que había ordenado.
—Me traes uno, por favor —pidió a la joven, quien asintió—. Buenos días, señor Jenkins.
Darcy volteó los ojos.
—Buenos días, Clive, ¿qué necesitas?
—Nada, saludarte —se acercó a él, acomodándose frente a su escritorio—. Te ves bien hoy, como feliz —Darcy entrecerró la mirada—. ¿Llegó nuevamente tu niñera?
—Sí, sí llegó, está trabajando para mí, por supuesto que llegó —respondió con seriedad. Clive, demasiado juguetón para su gusto, se puso a reír.
—Parece que mis sobrinos cada día la adoran más —Darcy suspiró—. Y es que es adorable; aún hablan los socios de lo bonito que se veía ese pantalón lleno de flores ante las cámaras.
Darcy entrecerró la mirada, acomodándose en su silla con la mandíbula apretada. Clive, al verlo de esa manera, solo se rió. No dijo nada más para provocarlo porque en ese momento llegó la asistente con su café. Los dos compartieron una mirada, y él incluso esbozó una sonrisa coqueta para la joven que se retiró, mientras la observaba, apreciando lo bien que lucía su pequeño trasero en aquella falda. Cuando Clive lo miró a los ojos, terminó soltando una carcajada.
—No puedo haberte borrado la emoción que traías con un comentario.
—Lo haces con tus acciones, y claramente puedes hacerlo con un comentario, sobre todo cuando ese comentario incluye a mi niñera —ese remarcado tono de posesión logró que Clive arquease una ceja—. Y sí, mis hijos la adoran ya. Su ausencia se sintió ayer, y es que tuvimos unos días especiales este viernes y sábado —comentó un poco—. El viernes tuvimos una noche de películas; estábamos en ella cuando llamaste —Clive asintió—. Y el sábado fuimos al zoológico y al acuario, como Benny te comentó.
—Me parece muy bueno que hayas tenido ese espacio con ellos y además lo hayas disfrutado —Darcy lo miró fijamente, pero al final asintió, tomando de su café—. ¿Y cómo llevan esa dinámica? ¿Está trabajando gratis o...?
—No, no, claro que no, no podría hacer eso —indicó con seguridad, dándole un trago a su café—. Le ofrecí un salario, y ella está abonando un porcentaje del mismo para su deuda —Clive asintió—. Mi camioneta la entregarán a finales de la semana; quizá hasta invite a la familia a cenar para celebrar lo mismo, con ella incluida, claramente —su socio lo miraba con atención—. Y ya que me lo has recordado, debo irme temprano porque el viernes no le pagué; como se quedó en casa, lo olvidé.
Clive asintió, pero esbozó una sonrisa.
—¿Qué, Clive? ¿Por qué la sonrisa?
—Nada, nada, hombre, deja de estar a la defensiva. Solo estaba observándote —Darcy frunció el ceño—. Vamos, no puedes pretender que las personas que te estimamos no nos sintamos complacidos y felices de verte bien, de saber que, después de todo lo que han pasado, tú y tus hijos están un poco mejor —Darcy apretó la mandíbula—. No digo que ella sea la responsable de todo eso, pero es claro que es buena influencia en tu familia. Por eso quiero conocerla —de inmediato, su amigo negó—. Vamos, no seas tan aguafiestas. Me pareció bonita, es divertida, encantadora y tierna. Además, tantas cosas buenas has dicho de ella, y ver cómo ha cambiado la dinámica de tu familia me incentiva a querer conocerla. Además, ¿quién sabe? Quizá sea una curvilínea la que termine conquistando mi, ¿cómo lo llamas?, superficial corazón.
Darcy tensó la mandíbula con claridad. Miró a su amigo a los ojos y tuvo que tomar café para calmar sus emociones, pero tampoco funcionó. Se reacomodó en la silla; tenía mucho que decir, pero más allá de exigirle a Clive que no se acercara a Dorothea porque era suya y quería declararla como tal, lo que sería una locura, sabía que no podía hacer nada para evitar que su socio se acercara a su niñera, porque era eso, solamente eso, su niñera.
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Editado: 25.11.2024