La jovencita solo volteó los ojos y, aunque supuestamente estaba pendiente de su celular, no dejó de observar cómo su hermana menor y la niñera bailaban ese merengue que las tenía con la piel sudada y la respiración agitada. Ambas se habían propuesto realizar un número de danza para el próximo encuentro familiar y, al parecer, el grupo Oro Sólido, con su ritmo de "Moviendo la cadera", resultaba la pieza de música ideal para el objetivo.
Millie solo pudo reír al ver a Charlotte con las manos en la cintura, moviendo las caderas a la derecha e izquierda, tal como indicaba la canción. Ese día, Dorothea había decidido que no era suficiente con su pantalón blanco de grandes flores de colores, sino que también lo combinó con una camisa rosa neón que, ciertamente, solo ella podía hacer lucir bien.
Los dos moños ya no se veían tan pulcros como a su llegada, pero Charlotte estaba peinada igual que ella, combinando nuevamente sus diademas. Para ese punto, la pequeña le indicó a su padre que necesitaría otro paseo al centro comercial, pues las opciones se estaban agotando. El miércoles llegó con Dorothea y sus colores, un desayuno en familia, una hora de ballet en la que nuevamente todos estuvieron presentes, y un almuerzo en el que volvieron a reunirse, aunque papá, en esta ocasión, no llegó como lo había hecho el lunes y el martes.
La jovencita dejó su celular para mirar a Aurora, quien jugaba en la alfombra con sus juguetes. A veces movía su cintura o aplaudía con un chillido de emoción al ver a su niñera colorida y a su hermana sudar con ese merengue. Cuando se puso de pie, apoyada en los sillones para mover también su pequeño trasero, Millie no dudó en apuntar la cámara y capturar el momento.
—¡Eh, eh, eh! —animaron todas, mientras la chiquilla, encantada, se soltaba del agarre y elevaba sus manitas.
Thea adivinó, por fortuna, el deseo de Aurora de lanzarse como en parkour y la tomó a tiempo, evitando que cayera en la alfombra. La atrajo hacia sí, pegando mejilla con mejilla para bailar con ella. Millie continuó enfocando la cámara hacia ellas, las tres, pues Charlotte giraba de la mano de Thea, envuelta en su risa infantil y encantadora.
De pronto, todas se alertaron, ya que el número de baile era una sorpresa. Millie pausó la música, que estaba conectada al sistema de sonido, pero suspiraron de alivio al ver a Benny entrar al salón donde todas estaban reunidas, tras haber tomado una siesta. De inmediato, Charlotte se acercó a su hermano.
—¿Quieres ver nuestro número de danza? —le consultó con dulzura, y él solo asintió.
—Me encantaría.
Benny se acomodó los lentes y se sentó junto a Millie, quien le ofreció la bandeja con los postres que habían preparado el lunes. La jovencita obedeció la petición de la agitada Thea y volvió a poner la canción desde el principio. Cuando Benny comenzó a reír, ella lo acompañó, observando a las dos bailarinas, un tanto descoordinadas, realizando su número de baile.
Cuando Charlotte iba hacia la derecha, Thea se movía a la izquierda; claro que se lo perdonaron, ya que cargaba a la pequeña Aurora, quien terminó en brazos de sus hermanos. Benny la sostuvo en su regazo, acariciando su cabello y la cabecita algo sudada, a pesar de que el aire acondicionado estaba encendido. Los tres terminaron aplaudiendo cuando las bailarinas finalizaron el minuto que habían preparado.
—¡Me encanta! —indicó Charlotte emocionada—. ¿Verdad que está bonito?
—Muy lindo —respondió Benny—, y es una música muy alegre. ¿Cuándo estará listo?
—Bueno, su padre me dijo el lunes que este fin de semana quiere que hagamos cosas juntos —confesó Dorothea, encaminándose al sillón para descansar un poco. Millie le acercó agua—. El viernes, dicen que entregarán la camioneta que vandalicé con brillantina, y él quiere que salgamos a cenar; el sábado, quizá vayamos a la playa porque le gustaría que Aurora conozca el mar, y el domingo haremos algo familiar.
Millie observó la sonrisa en sus hermanos.
—¿Volveremos a ser la familia Tulipán? —preguntó Benny.
—Sí, sí lo seremos, porque él quiere que yo vaya… y no sé si ustedes…
—¡Sí, sí, sí, sí, sí! —celebró Charlotte, lanzándose a sus brazos para darle un sonoro beso en la mejilla—. Debes venir con nosotros para hacer todo más bonito y para que nos riamos mucho, así papá tampoco verá su celular y solo estará siendo feliz —agregó la pequeña, mientras Thea le limpiaba el sudor de la cabeza.
—Entonces me tendrán tres días aquí, haciendo desastres y travesuras… o bien aplastándolos con mis doscientas libras de amor…
—¡Thea, no! —gritó Millie, al ver que la curvilínea niñera, con Charlotte en brazos, se lanzaba sobre ellos, cuidando de no lastimar a Aurora.
Se dejó caer, como desmayada, entre los tres. Aurora de inmediato quiso darle un beso en la nariz, pero la saliva de la niña la hizo removerse, divertida. Le encantaba escucharlos reír a carcajadas, verlos compartir como hermanos, cuidarse y atenderse sin discutir demasiado; era una de las cosas que más le gustaba a la joven, quien finalmente se acomodó en el piso, compartiendo postres y bebidas con ellos.
—¿Por qué no te quedas desde hoy? —preguntó Benny.
—Porque no puedo, tengo algunas cosas que hacer con mi hermana y mamá; hoy me iré puntual —les confesó—. Mamá y yo queremos ir al salón de belleza a hacernos las manos. Ella ha trabajado mucho con lo de la tienda, y sé que la pone triste haber tenido que cerrarla. Como tu papá me pagó, tengo una cita con ella —Millie sonrió; le gustaba mucho esa idea—. Vamos a arreglarnos las uñitas y luego a cenar —continuó Thea.
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Editado: 25.11.2024