El desastre de Thea

31. Playa

La jovencita tuvo que bajar la música cuando se encontró con una preciosa casa blanca al final de un camino de altas palmeras. El lugar era magnífico; ya habían visto el mar desde unos kilómetros atrás, pero, tal como Dorothea había previsto, se encontraban en la zona exclusiva del área, frente a lo que solo podía describirse como una preciosa mansión playera.

Cuando Darcy se estacionó finalmente, los niños bajaron de inmediato, emocionados, y salieron corriendo hacia el interior, que ya estaba abierto, limpio y preparado tal como el arrendador había indicado. Sin dudarlo, Darcy se acercó a Dorothea, quien tenía a la pequeña Aurora en sus brazos. Cerró la puerta de la camioneta y notó la expresión de asombro en Thea, que observaba no solo la preciosa mansión, sino también el amplio espacio alrededor.

—¿Decidió buscar una mini mansión en la playa? —consultó ella.

—Quería que la familia Tulipán estuviera cómoda —indicó, mirando a su hija, quien pronto pidió que la tomara en brazos—. Ven, fresita jugosa.

Thea le sonrió y pasó junto a él hacia el interior de aquel amplio y hermoso lugar. Su diseño era exquisito, con una amplia terraza, muebles de mimbre y una piscina que parecía infinita gracias a su borde, que conectaba visualmente con el mar que tenían de frente. La vista era, sin duda, fabulosa, aunque aquel lugar parecía diseñado para albergar a un batallón de quince o veinte personas.

—Papi, esto es muy lindo —dijo Millie encantada, mientras tomaba algunas fotografías.

Darcy se sintió complacido al ver la emoción en sus hijos.

—¿Les gustó?

—Sí, sí, es precioso —comentó Benny, mirando a su alrededor—. ¿Podemos ir al segundo piso?

—Claro, con cuidado —respondió Darcy—. Escojan habitaciones para refrescarse y luego bajen.

—¡Yo quiero meterme a la piscina! —anunció Charlotte, dándoles abrazos rápidos a todos antes de correr hacia el segundo piso.

La algarabía se escuchaba desde donde ellos estaban, mientras veían a Millie aparecer en el balcón de la habitación que había escogido. Cuando Darcy y Dorothea se miraron, se sonrieron con timidez.

—Ve a escoger tu habitación; luego bajamos las maletas.

Ella asintió, perdida en esos ojos que parecían reflejar todo lo verde y dorado de aquel hermoso lugar. Le agradeció con un tono delicado, besó el piecito de Aurora y subió al segundo piso, eligiendo una de las habitaciones con un precioso balcón desde el cual se veía un mundo espectacular. Tomó una fotografía de la vista y la compartió con su familia.

Pronto llegaron las respuestas, pero antes de leerlas se aseguró de que todos los niños estuvieran bien. Su risa fue inmediata al encontrar a Charlotte ya en su traje de baño rosado, acomodándose nuevamente las sandalias y los lentes.

—¿Vas a entrar conmigo a la piscina? —preguntó la pequeña.

—Sí, sí, puede ser, pero primero voy a ver si papá o Aurora necesitan algo, e iré a sacar tu bolso y una toalla, ¿sí?

—Sí —la niña se colgó de su cuello y le dio un gran beso en la mejilla—. Eres la mejor, Thea, la mejor, la mejor.

La sensación de ternura le llenaba el pecho a Dorothea cada vez que la pequeña Charlotte la trataba de esa manera. La abrazó y le dio un sonoro beso antes de dejarla partir. Emocionada, Charlotte invitó a sus hermanos, quienes le dijeron que pronto se unirían, pero que primero iban a bajar los bolsos, así que Thea se dirigió a la entrada para ayudar.

Era claro que estarían solos, y estaba segura de que podrían manejarlo; al fin y al cabo, era apenas un día y medio más una noche que ya tenían planeada para compartir en familia. Cuando llegó a la hermosa sala, vio a Darcy con Aurora, a quien le había colocado su gorrita de tiburón, comprada el día que fueron al centro comercial. Le mostraba todo lo que la rodeaba: las flores, las palmeras, la piscina y, a lo lejos, el mar que quizás ese mismo día conocerían.

Los mayores bajaron los bolsos, haciendo un par de viajes, pues habían llevado muchas cosas, sobre todo para el bienestar de la bebé. Al encontrarse con la mirada de un Darcy ruborizado, Thea solo le sonrió y volvió al segundo piso para prepararse para la piscina. Se quitó el vestido y se acomodó los senos en el traje de baño de una pieza que había comprado. A su cintura se amarró un pareo como falda, y, con sombrero, lentes y un bolsito con algunas cosas básicas, salió acomodando sus cosas en una bolsa.

Aunque Charlotte la llamó, no se metió de inmediato en la piscina, pero pronto Benny apareció para acompañar a su hermana menor, trayendo consigo una pelota para jugar. Dorothea se encaminó al interior de la casa, donde encontró a Darcy enseñándole a Aurora las distintas áreas y los espacios pensados para su disfrute. Al encontrarse con ella, él solo le sonrió.

—¿Le está dando un tour por la casa?

—Si le gusta, se la compro —los dos se sonrieron.

—Es muy hermosa.

—Entonces la compraré.

Ella negó, acercándose a él para que descansara un poco, aunque él no se había declarado cansado. Aprovechó el momento para cambiarse, pues sin duda quería refrescarse con sus hijos. Ya había indicado a todos, incluido Clive, que esos dos días no estaría disponible y esperaba que nadie lo llamara, ni por una emergencia laboral, ni mucho menos su suegra o cuñada, a quienes sabía que recibiría en su hogar en un mes y medio.




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