El desastre de Thea

38. Deber

Cuando la jovencita salió del vestidor para verse en el amplio espejo que tenía la tienda, el nuevo conjunto que se había armado solo le hizo arrugar los labios. Nada de lo que se había probado le gustaba, y es que no sabía bien cómo lucir en una primera cita. Tampoco ayudaba mucho que su niñera iluminara su sonrisa y su mirada cada vez que ella salía, como acababa de suceder. De pronto se sintió como una niña, y claramente no era la imagen que quería dar. Se miró desde todos los ángulos, pero cuando estuvo frente a Thea y sus hermanas, ellas levantaron los pulgares; al menos Charlotte y Thea lo hicieron.

Ella no estaba convencida y hasta presentía que su padre sin duda perdería la cabeza si decidía usar una falda para esa cita. Por eso, frunció los labios en una mueca de desagrado mientras se giraba una vez más frente al espejo. Ya era como la quinceava vez que salía, y estaban en la sexta tienda en la que revisaban prendas. Para Thea, todo le quedaba bien, pero era evidente que Melisande tenía una pequeña crisis de moda.

—Ese se te ve precioso.

—Parece que voy a un juicio —indicó, abriéndose la chaqueta de cuadros que hacía juego con la falda—. Me veo como una niña con la ropa de su mamá.

Thea solo sonrió. Dejó a Charlotte en el banquito donde ella había estado sentada y se puso de pie para acercarse a la jovencita, quien se cruzó de brazos.

—No quiero parecer una niña —le señaló en confianza—, ni mucho menos que parezca que me arreglé mucho o, peor aún, que parezca que no me arreglé. ¿Es tan difícil escoger ropa para una cita? —preguntó desesperada. Thea no dudó en tomarla de los brazos y sobárselos suavemente.

—A ver, respira —le pidió con voz delicada—. Eso, ahora estás llena de molestia y ciertamente sofocada porque llevamos unas horas en esto —Millie solo apretó los labios—. Yo creo que tienes cosas muy lindas en tu clóset e incluso puedo estar casi segura de que algunas son nuevas —la jovencita sabía que aquello era cierto—. ¿Por qué no compras la chaqueta que te gustó mucho, la estilo jean, y revisamos lo que tienes antes de hacer una nueva gira al centro comercial?

—¿Vendrías de nuevo conmigo?

—Sí, podríamos venir las dos para que las niñas no se sofoquen —las dos voltearon hacia donde Charlotte ahora jugaba con Aurora—. Charlotte acaba de salir de su clase de danza, debe descansar. Ya es un poco después del mediodía y tu papá se quedó para almorzar con todas; nos están esperando —Millie hizo un puchero—. Ven, Queen Bee, ven.

Sin ánimos de presionarla, Thea le abrió los brazos para que la jovencita se abrazara a ella, y al final Melisande cedió. No era así como imaginaba su día de compras, y es que no esperaba que comprar ropa para una cita al cine y a cenar podría ser una tarea tan complicada. Sabía que no podía mantener a sus hermanas aburridas y sin comer, ella misma ya sentía algo de hambre, por lo que se separó de Thea, viéndola a los ojos.

—Hoy organiza cinco conjuntos de tu ropa que te parezcan apropiados para ese día, y mañana haremos una especie de desfile de moda. Llevaré mi mascarilla de lodo para todas —la jovencita solo sonrió—, y antes de que me vaya, escogeremos algo que te haga sentir cómoda, pero también guapa y especial, como lo eres.

—¿Y te vas a quedar ese día? —le preguntó.

—Voy a ver, mi sobrino y mi hermano Chase están enfermos —Millie solo suspiró—. Sé que mamá no va a poder con todo, pero si puedo, lo haré, sabes que sí; y si no, estaré pendiente para que me cuentes todo, no importa a qué hora regreses.

—Con lo guardián que es papá, mínimo a las ocho de la noche ya estaré en pijama en mi casa.

—Pero habrás tenido tu primera cita, con permiso y la autorización de tu padre, quien confía en ti —Thea era suave, pero ayudaba a que la jovencita enfocara mejor sus ideas. Le acunó el rostro—. Eso es importante, para las siguientes citas es muy importante. Ahora busca la chaqueta; iré a comprarle una diadema de piernas de pollo que vi para Aurora.

Millie solo se rió, pero al final asintió y buscó el vestidor. Nada había salido como lo planeado, pero la compañía de Dorothea ayudaba a que incluso el fracaso se sintiera menos pesado. Antes de ingresar a su vestidor, notó cómo Charlotte se apretaba al brazo de la curvilínea, y la sonrisa que esta le dio a su hermana Aurora, bien activa y risueña en su cochecito, fue natural. Como hermana mayor, le preocupaba que sus hermanos se sintieran tristes o mal, pero ahora estaba segura de que, con Dorothea en sus vidas, eso no volvería a pasar.

Estaba cambiándose cuando miró el celular en su bolso vibrar, así que lo sacó para atender la llamada de su hermano.

—Hola, Benny, ¿qué sucede? Ya casi terminamos.

—Papá despidió a Noa —Millie abrió grandes ojos y se sentó en el banquito dentro del vestidor—. La mujer salió súper alterada hace como media hora y, aunque nadie me lo dijo, escuché a Bernardo y a la cocinera decir que ella se había buscado ese destino porque ya le habían advertido —continuó el chico—. Parece que papá discute con alguien en su oficina; se escucha serio en la llamada que tiene. Yo iba a decirle lo de mis hámsters, lo que él me había dicho. ¿Recuerdas que te conté?

—Sí, sí, que le dieras una lista de lo que necesitabas —respondió ella—. ¿Sabes si es con la abuela o tía Céline?

—No, no, ni toqué la puerta porque se escuchaba molesto —los dos suspiraron—. Espero que no esté de mal humor porque se había quedado para almorzar con nosotros, pero ahora no sé si va a querer hacerlo.




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