La mesa se llenó de aperitivos y ambos ya tomaban su segunda copa. Dorothea había sido alimentada por ese hombre de mirada brillante y dilatada, quien, con su voz grave, le relataba lo que había sido su primer amor. Heaven fue descrita, con cierta nostalgia, como una mujer hermosa, de sentimientos nobles y muy sensible al mundo. Darcy la consideraba una persona de mucha paciencia y sumamente pacífica, aunque si le tocaban algo importante para ella, demostraba su carácter sin dudar. Hasta el final de sus días, sus hijos se convirtieron en lo más importante para ella.
Tras el nacimiento de Benson, le detectaron un tumor en la zona mamaria; aunque en ese momento fue operable, unos meses después encontraron otro en el estómago, que pronto evolucionó en cáncer. De inmediato y sin dudarlo, se sometió a tratamientos, y tras dos largos años de lucha, celebraron que su cuerpo había vencido. Darcy confesó que, quizás en esas celebraciones, fue cuando concibieron a Charlotte.
—Aunque la idea o el plan era tener seis —indicó, armando una pequeña bruschetta para ella, que sonrió—. Llegamos a la conclusión de que con Charlotte sería suficiente —Thea tomó el pancito, comiéndolo ante sus ojos, lo que logró que él sonriera. Darcy se sentía cómodo, seguro, y es que el espacio que Dorothea le daba era completamente especial—. Los años pasaron, los niños crecían y de pronto... —pasó saliva—, el cáncer había vuelto, esta vez más agresivo, en el hígado. La operaron, pasó por tratamientos y llegamos de nuevo a ese punto de remisión, con la esperanza de que lo hubiera superado…
—¿Quedó embarazada de Aurora teniendo la enfermedad?
—En esos meses donde su cuerpo estaba libre, aparentemente. Celebramos con un viaje, sin los niños, y ella era mi esposa; claramente quería cuidarla, nunca hubiera hecho algo que la pusiera en peligro, pero celebramos —pasó saliva— y sucedió. Unos meses después me confesó que no le bajaba el periodo; pensamos que había sido por los tratamientos, porque la radiación y la quimioterapia pueden ser altamente invasivas —Dorothea asintió—, pero ella tenía sus sospechas, conocía mejor que nadie su cuerpo, y se hizo la prueba: positivo —había nostalgia en la voz de él.
—No suena como algo que esperabas o querías.
—Es que no lo esperaba —confesó él, mirándola a los ojos, y se encogió de hombros—. Por favor, no me juzgues, te ruego que no lo hagas, pero la verdad es que, para ese momento, tampoco lo quería. Analizamos la situación; durante unos días consideramos tomar otra decisión, sobre todo pensando en su salud, pero al final, ella decidió continuar con el embarazo —de pronto, Dorothea se sintió mal por esa realidad, porque notaba en los ojos de Darcy que él no lo deseaba y que eso lo llenaba de culpa—. Tenía cinco meses cuando el cáncer volvió; estaba en todos lados: hígado, estómago, pulmones —ella frunció el ceño—. La esperanza de vida de mi esposa se redujo a seis u ocho meses como máximo…
Darcy tomó de su vino, pero cuando ella apretó su mano, él solo sonrió. No dudó en darle algunos besos; fue delicado y cariñoso con esa Dorothea que le brindaba un espacio cómodo para hablar de algo que no había exteriorizado ante nadie, ni siquiera ante los terapeutas que contrató para sus hijos en ese momento.
—Heaven fue muy valiente, admirable en realidad en su forma de actuar, en su resistencia. Siempre se mantuvo positiva, atenta a los niños, porque la necesitaban. Yo no puedo decir lo mismo de mí —Thea percibió la pena en sus palabras—. Sentía que me desmoronaba cada vez que la miraba o cuando me encontraba con sus ojos. Sufrí su muerte antes de verla morir —Thea hizo un puchero cuando vio el temblor en el mentón de Darcy—. Ella, por supuesto, continuó con el embarazo; no quiso interrumpirlo, dijo que no podría irse de este mundo sabiendo que se llevaba a nuestro angelito.
Darcy suspiró para calmarse, comió una pequeña aceituna de los platos frente a él, y tomó de nuevo su vino. Thea le sostuvo el mentón para darle un beso.
—Puedo imaginar que fue duro; ni siquiera puedo decir que sé por lo que pasaste, porque no lo he vivido, y aun si lo hubiera hecho, sé bien que ninguna experiencia es igual a otra —señaló ella—. Estoy segura de que ella partió de este mundo sabiendo que sus hijos quedaban con el hombre que iba a dar todo de sí para cuidarlos, y creo que eso mismo hizo esos meses tan duros un poco más ligeros para ella.
Cuando Darcy negó, ella solo le apretó la mano, sintiendo pena al ver sus ojos dorados cubrirse de lágrimas. Quizás no era el mejor lugar para una conversación tan pesada, pero él controló sus emociones antes de continuar.
—Habíamos acordado que a los ocho meses se programaría una cesárea, para que ella pasara inmediatamente a radiación, porque era el tratamiento que no había podido hacerse —suspiró profundamente—. Una semana antes de la fecha programada, Charlotte cayó enferma. Heaven estaba recibiendo quimioterapia, a pesar de tener un diagnóstico que mostraba la magnitud del cáncer en su cuerpo; estaba convencida de que podía lograrlo, de que lo lograría por nosotros, porque sus hijos iban a crecer con ella a su lado —Darcy miró al frente, recordando ese momento—. Intentamos que nuestras rutinas fueran lo más normales posible para no cargar a los niños con más estrés del que ya tenían, así que yo trabajaba y ella estaba en casa.
Darcy cerró los ojos, y cuando una lágrima corrió por su mejilla, Thea sintió una presión en el pecho, pero él mismo la borró de inmediato.
—Charlotte volvió del kínder, encontró a su madre dormida, sus hermanos mayores no regresaban hasta más tarde y la niña se fue a dormir. Una empleada la encontró convulsionando —Thea se cubrió la boca por la impresión—. Mi hija llegó con fiebre, no tenía a nadie que la atendiera, que cuidara de ella. Ni siquiera recuerdo si la llevé al médico cuando empezó con el resfriado; puedo estar seguro de que no. Fue mi suegra quien finalmente la llevó al hospital, y eso desencadenó una serie de circunstancias que hasta el día de hoy me pesan.
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Editado: 25.11.2024