La risita nerviosa de la chiquilla hizo que Thea ampliara la suya, pero continuó esparciendo la mascarilla de barro por el suave rostro de Charlotte, quien de reojo se miraba en el espejo con luces que su hermana tenía en la habitación. Al concluir, le ajustó bien la diadema de orejas de oso peludita que la pequeña llevaba puesta. Luego, tomándola de la mano, la condujo hasta la cama, donde un jovencito, con pepinos en los ojos y las manos elevadas para no arruinar la mascarilla que le habían puesto, parecía profundamente dormido.
Thea tuvo que contener la risa al ver a Benny en esa posición y no dudó en tomar el celular que descansaba en la mesita de noche para fotografiarlo. Todos llevaban mascarillas de barro y diademas de orejitas que Thea había llevado de su casa. Estaban en la habitación de Millie, quien preparaba una pequeña pasarela para que le ayudaran a escoger qué usar en su gran cita del domingo, una fecha que de pronto se le antojaba demasiado cercana.
El viernes estaba llegando a su fin, y la semana había pasado demasiado rápido para el gusto de la jovencita. El día anterior había tenido una cita en el salón de belleza para arreglarse las manos y los pies. Thea fue su acompañante, y ambas disfrutaron ese breve espacio que compartieron en soledad. Millie exteriorizó sus nervios, y Thea intentó darle los mejores consejos para no abrumarla ni empeorar su ansiedad ante su primera cita.
Con el correr de los días, la idea de que Dorothea y Darcy debían mantener distancia y mostrarse indiferentes parecía más difícil con cada momento que pasaban juntos. Las miradas no mentían, y la forma en que se seguían entre ellos dejaba más que claro, al menos a los jovencitos atentos, que algo estaba pasando. Solo era cuestión de tiempo para que dieran las buenas noticias, algo que, aunque no lo dijeran en voz alta, ya estaban celebrando.
—¿A qué hora viene papá? —preguntó Millie, saliendo del baño con su mascarilla y diadema puestas.
—Dijo que hoy tenía reuniones hasta tarde, pero que esperaba estar aquí antes de las siete —respondió Thea. Millie asintió y se acercó a Aurora, que jugaba en la alfombra peluda con algunos de sus juguetes—. Podemos empezar. A ti te quedan como diez minutos de la mascarilla.
—Está bien.
Millie miró a su hermano. Las manitas elevadas de Benny la hicieron reír, y no dudó en tomarle una fotografía.
—Benny, ¿estás dormido?
—No, solo no quiero arrugarme —contestó, hablando con los labios estirados.
Las dos se rieron. Pronto, Charlotte también quiso una mascarilla para sus manos, así que Thea le aplicó apenas unas cremas, consciente de que la chiquilla no necesitaba demasiado.
—Voy a ver si ya llegó la cena —indicó Millie, dirigiéndose a la puerta.
—Okay, y trae un dulcecito para el postre —pidió Thea, haciéndola asentir.
Con los dos niños acomodados en la cama y la pequeña Aurora en la alfombra, Thea solo pudo sonreír. Le gustaba aquello; en realidad, le encantaba. La facilidad con la que convivía con los niños, esos momentos especiales donde el ocio se sentía bien, y lo sencillo que era incluso realizar los quehaceres. Ese día, por la mañana, había limpiado el clóset con Charlotte, y el lunes lo haría con Benny, sacando prendas y accesorios que ya no usaban o no les quedaban, para donarlos. Era una experiencia que ninguno había tenido, y ella se sentía bien al enseñarles algo tan significativo.
Saber que Millie confiaba en ella, tanto como para invitarla a su habitación y compartir ese pequeño espacio de "spa", era algo que la hacía sentir especial. Sin dudarlo, se acercó a los pies de los niños y los hizo reír al aplicarles crema en los deditos, masajeándolos uno a uno.
—Thea —llamó Benny con voz suave.
—¿Sí, mi niño?
—¿Cuándo empiezas a vivir con nosotros?
—Sí, sí, sí. ¿Cuándo te quedarás para siempre? —preguntó Charlotte, sentándose en la cama—. ¿Puede ser hoy?
Ella solo esbozó una sonrisa, viendo cómo Benny se quitaba un pepino de los ojos para mirarla con los ojitos achicados por no llevar sus lentes.
—Hoy no puedo. Este fin de semana tengo que cuidar a mis hermanos. Mi hermano Chase sigue algo agripado, y mi papá trabajará mañana en un doble turno. Mamá estará sola con los tres porque mi sobrino no tiene guardería —señaló con voz suave—. Ya tengo casi un mes con ustedes. Bueno, la otra semana lo cumplo. Ha sido muy rápido en realidad. Según lo que hablé con su padre, después del mes veremos la posibilidad de que me quede a dormir.
—¿Cuando cumplas un mes podríamos celebrar? —preguntó Charlotte, emocionada—. ¡Con pastel!
—Oh, sí, me encantaría —respondió Dorothea, sonriendo—. Me parece bien. Cuando cumpla un mes, haremos un pastel para celebrarlo. Y cuando empiece a quedarme en casa, les avisaré. Pero primero tengo que hablar con el señor Darcy, porque él debe autorizarlo.
—Yo digo que él dirá que sí —afirmó Benny, tomando con cuidado sus pepinos para volverlos a colocar sobre sus ojos—. Le agradas muchísimo a papá.
Thea solo sonrió con ternura. Pronto, yacía ruborizada, aunque la mascarilla lo camuflaba muy bien. Terminó suspirando ante la profundidad de aquello. Desde la perspectiva de los niños, parecía claro que a Darcy ella le caía bien, le importaba y muchísimo. Eso le daba la sensación de que, tal vez, los pequeños, al menos los mayores, no eran exactamente ajenos a cómo ellos se miraban, se buscaban o se rozaban. Pero, sobre todo, la idea de que esa realidad no les molestara hacía más profunda la posibilidad de que, tal vez, no sería tan difícil pasar de ser la niñera a ser la madrastra.
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Editado: 25.11.2024