El jovencito, aprovechando que estaba bajo el cuidado de su hermana mayor, se quejaba desde el sillón de manera audible, buscando recibir ese nivel de mimos que hacía semanas no recibía de ella. En la cocina, la curvilínea preparaba el almuerzo: unos sándwiches de queso junto con su deliciosa sopa de calabaza dulce, cuya receta su madre había conseguido en el supermercado el día anterior. Estaba sola con Chase, ya que no solo sus padres habían salido con Meyris para ver algo relacionado con la escuela, sino que Édison, para celebrar que Saint se sentía mejor, lo había llevado a pasear.
Claro que Georgina le había comentado, en el espacio de confidencias que compartieron el día anterior, que probablemente Édison tendría una cita dominguera con su compañera de trabajo y que aprovecharían para presentar a los dos niños. Aunque él no había hablado con su familia sobre el avance de esa relación, ambas ya sospechaban que las cosas iban más en serio de lo que se podría haber predicho. Conocían bien a Édison y sabían que él no presentaba a su hijo a nadie que no considerara seguro y de confianza.
—Thea, quiero un poquito de helado.
—Chase, estoy haciendo el almuerzo —advirtió mientras removía la sopa—. Además, el helado te hará daño porque sigues agripado. Ya casi está lista la sopa. ¿Quieres tu sándwich con varios quesos o solo mozzarella?
—Con varios, pero bien tostadito —pidió con entusiasmo—. ¿Puedes hacerme dos?
—Sí, sí, puedo hacerte dos.
El jovencito sonrió al salirse con la suya. Le encantaba ser atendido por su hermana, y es que Thea era un amor como enfermera. Afortunadamente, tanto él como Meyris se enfermaban muy poco. Ambos confiaban plenamente en la mano sanadora de la curvilínea, quien, con el celular apoyado contra la tostadora, observaba cómo la joven Millie se preparaba para su cita.
Incluso a la distancia, Thea apoyaba a Millie como había prometido. Desde que despertó, se había mensajeado con ella, y cada hora recibía un mensaje de la emocionada jovencita, que se mostraba nerviosa por su primera cita. Cuando Thea le sugirió que comenzara a arreglarse, Millie inició una videollamada que seguía activa desde hacía una hora.
Aunque la jovencita no lo expresaba directamente, era evidente que confiaba plenamente en Dorothea, a quien había hecho partícipe de todo su proceso, aunque no pudiera tenerla cerca como hubiera deseado. Ahora Millie estaba sentada frente a su mesa de luces, usando una secadora moderna que Thea solo había visto en TikTok. La manejaba con habilidad, haciéndose unas ondas suaves.
—¿Crees que debo maquillarme?
—Tienes una de las pieles más lindas que he visto en una adolescente. Yo diría que solo uses tu crema hidratante y, si quieres, una base ligera, como esas que llaman BB cream. ¿Tienes? O tal vez un protector solar con color.
—Tengo estas —respondió Millie, mostrando varias opciones que sorprendieron a Dorothea. Finalmente, le recomendó una base ligera tipo tinte, que la jovencita empezó a aplicarse con cuidado—. ¿Se ve bien?
—Sí, perfecto, Queen Bee. Me gusta. Un poquito de rubor, no mucho, máscara de pestañas y brillo. Es suficiente contigo —aconsejó Thea mientras preparaba los sándwiches—. ¿Tu papá te llevará?
—Sí, él y todos irán conmigo —se quejó la chiquilla, revisando su rostro desde todos los ángulos para asegurarse de que todo estuviera perfecto—. Anda tan nervioso como yo, pero no me dice nada —se burló, riendo—. Mira el reloj, suspira como frustrado y sigue con sus cosas.
Ambas se rieron ante la escena.
—Creo que esperaba que la cita no fuera realidad.
—Puede que sí, me parece que lo esperaba —respondió Thea mientras colocaba los sándwiches en la plancha y servía la sopa—. ¿Gael te ha confirmado? —preguntó con delicadeza—. ¿Te ha escrito en estos días? ¿Te saludó hoy?
—Sí, sí, lo hizo —respondió Millie, ya en confianza—. Me confirmó dónde nos veremos. Dice que llegará antes para comprar las entradas del cine. Ya sabemos qué película veremos, y para seguir ganándose la confianza de papá, cenaremos en la pizzería del centro comercial, pero en la zona viva.
—Perfecto. Recuerda que tu papá te dio una hora para terminar tu cita, y es importante cumplirla —le recordó Thea—. Eso le dará más confianza para una próxima salida o incluso para que este chico pueda visitar tu casa.
Volteó sobre su hombro al escuchar el quejido dramático de Chase, que aseguraba que se moría de hambre.
—Dame un minuto —pidió, mientras terminaba de organizar los platos para el almuerzo.
Thea puso el micrófono en silencio y se acercó a su hermano, quien, envuelto en mantas como un burrito, era sin duda el enfermo más intenso que había cuidado. Estaba segura de que ni Saint se habría comportado de manera tan mimada como su hermano adolescente. Sin embargo, no pudo evitar reír mientras él hacía pucheros y se hacía el muerto cada vez que ella le tocaba la frente y las mejillas para comprobar si tenía fiebre.
—Necesito tres sándwiches de queso fundido y helado —se quejó el jovencito con dramatismo.
—Dos sándwiches y la sopa —respondió Thea, volteando los ojos.
Chase arrugó el ceño; la sopa no era precisamente su comida favorita.
—Te hará bien. Ayudará a que sudes los mocos y la gripe. Además, quedó muy rica. Ve a cambiarte esa camiseta que ya está toda sudada. Voy a poner la mesa —le acunó el rostro con ambas manos—. ¿No te duele nada?
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Editado: 25.11.2024