Sentía cómo el corazón le latía aceleradamente en la boca, pero no le importaba. Sabía muy bien que, apenas se detuviera, su cuerpo colapsaría, ya que el oxígeno que llenaba sus pulmones no era suficiente. Sin embargo, tenía una misión, y esa era encontrar a su niña. A su inocente adolescente, quien había vivido un mal momento, y no iba a permitir que nadie, ni siquiera otros mocosos, se burlaran de ella o le hicieran daño alguno. Sacaría garras y dientes si fuera necesario para defenderla.
Por lo bajo, maldecía al taxista que los había dejado en el extremo opuesto al que debían llegar. Sus piernas rollizas, no obstante, se movían con una sorprendente rapidez, mientras su hermano avanzaba unos pasos delante de ella. Buscaban a la jovencita a la que su hermana mayor le había contado que le habían jugado una mala pasada. Thea se tocó el pecho cuando finalmente llegó al área concurrida, llena de restaurantes y cadenas de comida rápida. Se acomodó el cabello, que apenas lograba mantenerse recogido en una coleta, y terminó avanzando hacia la cafetería.
Chase, su hermano, le abrió la puerta con un gesto sencillo pero considerado. Cuando ella estuvo en el marco, sus ojos encontraron de inmediato a la jovencita, quien tenía la vista perdida en la ventana y un café helado frente a ella. En el momento en que Millie la vio, no dudó en ponerse de pie. Con un gesto lleno de desamparo, se lanzó hacia ella sin titubeos, estrellándose contra su pecho en medio de la concurrida cafetería. La niñera la estrechó con fuerza, presionándola contra su ser mientras dejaba suaves besos en su cabello de un dorado color miel.
—Ya, mi niña, ya… Aquí estoy. Tranquila —le susurró Thea con ternura, mientras Millie la abrazaba aún más fuerte, intentando contener las lágrimas que brotaban sin cesar—. Ya vine, no te preocupes más. Vamos a salir de aquí.
—Yo… yo pensé que… que le gustaba… —susurró la adolescente con un hilo de voz apenas audible.
Cuando Millie finalmente se separó un poco de Thea, se limpió los ojos rápidamente, lanzando una breve mirada al apuesto joven que estaba tras su niñera. Chase observaba la escena con una mezcla de sorpresa y admiración. El muchacho, visiblemente nervioso, se acomodó la camiseta y pasó una mano por su cabello, un poco largo y con ligeras ondas, antes de esbozar una sonrisa apenas perceptible. Millie respondió al gesto con una tímida sonrisa propia, lo que hizo que Thea girara la cabeza hacia su hermano.
—Él es Chase, mi hermano —indicó con voz suave, presentándolos. El jovencito dio un paso adelante, colocándose junto a ella—. Y ella es Millie, una de las niñas que cuido.
—Un gusto conocerte —dijo Chase, extendiendo la mano hacia la joven. Millie asintió y, tras un suave suspiro, se la estrechó brevemente—. ¿Quieres agua? —ofreció el muchacho con amabilidad, dejando entrever cierta caballerosidad en su tono.
Thea frunció el ceño ante la actitud de su hermano, achicando los ojos mientras lo observaba con suspicacia. Chase, sin embargo, aclaró su garganta y se dirigió hacia la barra tras obtener un silencioso asentimiento de Millie. La jovencita, sin dudarlo, volvió a refugiarse en el pecho de su niñera, quien la condujo hasta la mesa que antes había ocupado.
Habían sido veinte minutos de angustiosa soledad los que había pasado Millie, esperando por ella. Ambas se acomodaron en el mismo banco, mientras Chase regresaba con botellas de agua para su hermana y para Millie.
—Gracias —murmuró la jovencita con timidez. Chase asintió y, tras ponerse de pie de nuevo, fue a buscar servilletas para que Millie pudiera secarse las lágrimas. La joven le dedicó una sonrisa agradecida.
Dorothea no le quitaba el ojo de encima a su hermano, observando cada uno de sus movimientos y gestos. No hacía falta ser experta en lenguaje corporal para notar que el muchacho estaba dejando en evidencia lo que sentía. Era más que obvio: Millie le había gustado, y no podía ni siquiera intentar disimularlo. Sin embargo, en ese momento, Thea sólo estaba concentrada en la seguridad de la joven, quien bebió un sorbo de agua antes de volver la mirada hacia su niñera.
—¿Qué sucedió? —le preguntó, tomando su mano con suavidad sobre la mesa.
Millie suspiró profundamente, lanzando una breve mirada de reojo hacia Chase. Este, percibiendo la necesidad de privacidad, se acomodó en una esquina, aparentando desinterés mientras miraba hacia otro lado.
—Cuando llegué, él estaba solo —comenzó a explicar—. Fue amable; me dijo que lucía bonita —Thea asintió, animándola a continuar—. Luego me dijo que se había equivocado con las entradas, que las había comprado para una hora más tarde. Yo le dije que no había problema, que podíamos ir por un helado o caminar mientras esperábamos, pero él no quiso. —Millie tragó saliva antes de proseguir—. Me dijo que mejor conversáramos en el cine, así que nos sentamos en una mesa. Fue en ese momento que te envié la foto. —Thea asintió de nuevo, atenta—. Todo estaba bien, pero de pronto lo vi atender una llamada. Estaba diciendo algo sobre dónde estaba, y no pasó mucho tiempo antes de que aparecieran tres chicos… incluida Patricia, mi amiga.
—¿La del club? —preguntó Thea. Millie asintió, pero su mentón comenzó a temblar.
—Ella fue directamente hacia él… y se puso de puntillas para besarlo… —Su voz se quebró—. Lo besó… muy intensamente. Me sentí confundida, de verdad. Intenté disimular, porque… —Volvió a tragar saliva, sus ojos brillando por las lágrimas contenidas—. Yo realmente pensé que yo era la que le gustaba. Pero entonces ella vino y me dijo, con ese tono suyo tan desafiante, que me agradecía por haber entretenido a su novio… —Millie suspiró profundamente, tomando otro trago de agua antes de negar con la cabeza—. Fue Patricia quien me presentó a los amigos de Gael. Dos de ellos lucían mucho más grandes. Uno incluso tenía una barba muy cerrada y era corpulento. Era como… —Se detuvo, frunciendo el ceño mientras buscaba las palabras adecuadas—. No quiero decirlo de forma despectiva, pero era…
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Editado: 25.11.2024