El desastre de Thea

46. Confesión

Las dos soltaron un suspiro cuando estuvieron ante el portón de la preciosa casa. La joven volteó hacia donde estaba su hermano, invitándolo a estar a su lado, y tras ingresar el código de acceso como empleada, buscó el interior junto a los dos jovencitos que no se separaron de ella. Millie tomó la mano de Thea de manera firme, sintiendo cómo su corazón se aceleraba con una mezcla de miedo mientras avanzaba hacia la casa.

Quería confiar en que su padre actuaría con raciocinio y ese amor tan inmenso que ella sabía que le tenía. Aunque la idea de ocultarle la verdad seguía en su mente, de pronto sintió la necesidad de refugiarse en el pecho de su padre, abrazarlo fuertemente y contarle todo lo que había vivido. En ese momento, su mente comenzó a convencerla de decirle todo, incluso sobre aquella escapada para conocer a un chico que nunca mereció su tiempo, su presencia ni el esfuerzo que puso en él.

Pasó saliva, apretando la mano de Dorothea antes de entrar en la casa. Thea le rozó la mejilla y besó su cabellera, siendo quien abrió la puerta para que pasaran. Le pidió respeto a Chase de manera suave, pero al final los tres ingresaron al lugar. El jovencito ya estaba impresionado con lo que había visto afuera, pero el interior de la preciosa mansión también le robó el aliento. El lujo era inconfundible, pero los tres pronto enfocaron su atención en ese apuesto hombre que bajaba las escaleras.

—Millie, mi amor, ¿qué pasó? —preguntó Darcy, confuso. Al verla, aceleró sus pasos para llegar hasta su hija—. Hija… —le acunó el rostro, mirando con profunda preocupación a Dorothea, quien solo suspiró cuando Millie, al fin, cedió al llanto y, abrazándolo, lloró.

Se sentía decepcionada y hasta tonta por haber luchado contra su padre cuando le dijo que no fuera a esa cita. Quizás debió escucharlo mejor. Aunque sabía que no era su culpa, no podía evitar sentirse mal por cómo todo había terminado. Cuando Darcy la separó de su pecho y le acunó el rostro, ella negó con la cabeza.

—¿Qué sucede, mi amor? Thea, ¿qué está pasando? ¿Qué haces tú con ella? —preguntó Darcy, aún más preocupado.

—Uhm, Millie me llamó —respondió Dorothea, dando un paso al frente—, porque no se sintió cómoda con la situación que vivió durante su cita. —Darcy miró a su hija con el ceño fruncido. En ese momento, los niños, emocionados al escucharla, bajaron para saludarla—. Mi amor, ¿por qué no vas a cambiarte a algo más cómodo y luego hablas con tu papá? —sugirió Thea.

Millie limpió sus lágrimas y asintió, mirando a su padre, quien aún no terminaba de procesar lo que ocurría. La joven solo posó sus ojos en Chase, quien le sonrió débilmente. Para entonces, la presencia del jovencito ya no pasaba desapercibida, por lo que Thea suspiró.

—Él es Chase, mi hermano menor —indicó, presentándolo a todos—. Él es el señor Darcy, mi jefe. —Darcy automáticamente frunció el ceño, pero terminó ofreciéndole su mano a Chase, quien asintió, aunque ya sabía quién era ese hombre—. Benny, Charlotte… ¿y Aurora?

—Duerme. Acababa de acostarla para su siesta cuando llegaron —respondió Darcy. Mirando por encima del hombro, buscó a su hija mayor, quien subía las escaleras para cambiarse—. Un gusto conocerte, Chase. Ponte cómodo. Thea, ¿podemos…?

—Sí, sí —respondió ella con una sonrisa dirigida a los niños, quienes ya notaban que algo malo había sucedido con Millie y su cita. Al final, Thea se inclinó hacia Chase—. Pórtate bien —le advirtió en voz baja.

—Claro, yo le digo si llaman mamá o papá —contestó el jovencito con seriedad.

En ese momento apareció Bernardo, quien recibió las instrucciones de Darcy para atender al joven, quien agradeció antes de volver a mirar hacia el segundo piso, como buscando a Millie. Aquel gesto fue captado por Darcy, quien clavó sus ojos en Dorothea, invitándola finalmente a su oficina para obtener una explicación clara de lo sucedido.

Aunque Thea no quería pensar que Darcy reaccionaría de manera grosera, no podía evitar sentirse nerviosa ante lo que iba a hablar con él. Podía imaginarlo alterado, porque así era cuando se trataba de sus hijos, pero al mismo tiempo temía que esa actitud no fuera positiva para darle a Millie un espacio de confianza.

Buscó los ojos claros de su jefe y novio, pero solo apretó los labios cuando encontró en ellos un verde tan intenso como el corazón de un bosque. Comprendió que ese no era el Darcy juguetón y romántico que una semana atrás la había apretado contra una camioneta para besarla antes de llevarla a un apartamento. Ya en la oficina, ella tomó asiento en uno de los sillones, mientras él se sirvió un vaso de agua antes de acomodarse frente a ella.

—¿Qué sucedió, Thea? —consultó con voz suave, intentando controlar su enojo—. ¿Por qué has llegado antes de la hora con mi hija alterada y tu hermano? Claramente estabas en tu casa…

—Sí, cuidaba de Chase, como te… —lo miró a los ojos con una mezcla de nerviosismo—. ¿Te tuteo o…?

—Thea… mi amor —respondió Darcy. Ella sonrió débilmente, pero él se puso de pie y se acercó para acunar su rostro. Le besó los labios con dulzura, aprovechando la soledad del momento—. ¿Qué sucede? Por favor, explícame. Estoy a punto de perder la cabeza.

Darcy, al final, tomó asiento junto a ella, tomando incluso su mano, que besó con delicadeza.

—Cuidaba de Chase, como te había dicho que iba a pasar —asintió él—. Mirábamos una película cuando ella me llamó. Estaba alterada y en el baño del cine. Me dijo que este chico, Gael, con quien tenía una cita, al parecer jugó sucio… —Darcy frunció el ceño—, porque en realidad ya tenía una relación con Patricia, quien es amiga de Millie. Esta niña llegó, y con ella, dos amigos de Gael, quienes esperaban que Millie se emparejara con uno de ellos. Uno de ellos hizo un comentario que no le gustó en el cine, y Millie decidió salir y llamarme para que fuera por ella.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.