Con la mandíbula tensa, elevó su mirada viendo cómo el grupo se iba reuniendo con confusión en las escaleras. La castaña mirada se posó en él de una manera muy profunda, lo que lo llevó a suspirar con algo de preocupación, pero terminó desviando sus claros ojos hacia la pelinegra, que amplió la sonrisa cuando se encontró con sus sobrinos.
Los mismos no parecían demasiado emocionados de verla tan pronto en casa. Incluso Charlotte se pegó un poco a la pierna de Dorothea, quien solo pudo pasar saliva de nuevo al observar a esa hermosa mujer, mientras Darcy lucía pálido, serio y con los pómulos bien marcados debido a la fuerza que claramente ejercía en sus muelas.
Cuando Millie se unió y notó lo mismo, solo abrió grandes ojos al encontrarse con su tía. De pronto, Dorothea se encontraba rodeada de los chiquillos. Incluso Benny le tomó de la mano, por lo que ella lo miró unos segundos con algo de confusión.
—Parece que están viendo un fantasma —señaló Céline con voz alegre, acercándose a ellos—. Hola, niños, soy yo, la tía Céline. ¿No piensan saludarme? —Su voz parecía calmada, pero dentro de sí misma se sentía decepcionada de tener que darle la razón a la enfermera: algo había cambiado en los Jenkins—. ¿Niños? —insistió.
Sonrió con algo de confusión hacia Darcy, que parecía preocupado.
—¿Tus hijos ya no saludan?
—Uhm...
La primera en bajar, al ver la incomodidad de su padre, fue Millie, quien no dudó en darle el doble beso a su tía para luego abrazarla como siempre lo hacía.
—Qué bellísima estás, mi Melisande, toda una señorita ya —le acarició el cabello, pero luego le acunó el rostro, rozándole un par de granitos en la mejilla—. Aunque parece que estás abusando de los dulces, mi amor. Recuerda que es importante cuidar la alimentación en esta etapa de tu vida.
Dorothea, al escuchar esto, terminó de bajar con los otros tres niños pegados a ella. La mirada que Céline Rolland deslizó por su cuerpo fue completamente juzgadora, como cuestionándose qué hacía ante su presencia. No es que Thea tuviera necesidad de retar a la tía de los menores, porque no era algo que quisiera que sucediera, pero estaba más que segura de que, siendo familiar o no, no permitiría que nadie se metiera con la integridad de sus chicos: ni física, ni emocional, ni mental.
—Benson, querido, cuánto has crecido —señaló Céline. El jovencito, al final, se separó de su niñera. Quieto y casi en posición de guardia, recibió ese doble beso. Céline le elevó el mentón viéndolo a los ojos—. Una copia exacta de tu apuesto padre —comentó, mientras buscaba a Darcy sobre su hombro. Él se había mantenido inmutable desde su llegada, apenas logrando salir del asombro para saludarla—. Ya pronto empiezas a romper corazones, ¿cierto?
Thea frunció el ceño. Para ese punto, sentía que la hermosa mujer iba perdiendo puntos en su escala de soporte.
—¿Y mi princesa Charlotte?
—Hola, tía —se animó la pequeña a acercarse a ella, quien se acomodó en cuclillas para verla a los ojos—. Es una sorpresa que esté aquí.
—Exactamente, preciosa. Era una sorpresa para los Jenkins —indicó Céline, tomando la mano delicada de Millie, quien solo le sonrió—. Qué linda estás, ¿vas a salir?
Charlotte miró a su padre, por lo que Darcy solo aclaró su garganta, despegándose del espacio donde se había quedado. No entendía nada sobre la presencia de su cuñada, y ciertamente no la quería ahí; no la necesitaba entre ellos, quienes iban avanzando, compenetrándose, sanando y construyendo algo que era bueno para todos, incluidos los niños.
—Oh, mi pequeña Aurora, tan bella, cómo has crecido —sin dirigirle una sola palabra a Dorothea, incluso casi ignorándola, Céline tomó a la bebé de los brazos de Thea.
Pronto, Aurora empezó a ponerse inquieta. Se removía en el agarre mientras Céline se alejaba más de Thea, quien solo pasó saliva al ver cómo la niña estiraba los bracitos hacia ella. Sin embargo, la mujer insistía en hablarle y presentarse. Cuando Aurora empezó a llorar de verdad, Dorothea no tuvo siquiera la fortaleza de quedarse quieta; avanzó de inmediato hacia ella y le quitó a la bebé de los brazos.
—Mamá, mamá —repitió Aurora, acomodándose en el hombro de Thea, quien al fin vio de frente a la elegante mujer.
—¿Mamá? —consultó Céline. Los menores también quedaron sorprendidos ante ese ruego infantil, pero Thea no dudó en moverse unos pasos hacia atrás—. ¿Tú quién eres? —preguntó al fin, viéndola de frente.
—Yo...
—Ella es Thea —respondió Darcy con firmeza y seriedad, acomodándose cerca de su niñera—. Dorothea es la nueva niñera de mis chicos —continuó con seguridad. Pronto se encontró con la mirada castaña de Thea y las palabras claras en la punta de la lengua—. Y mi... —Fue la mano de Thea en su espalda, una que incluso Melisande notó, la que logró que Darcy solo suspirara—. Y mi mano derecha en la crianza de mis hijos y en mi casa.
Céline no pudo evitar arquear una ceja.
—Vaya, no pensé que podrías necesitar una mano derecha, pero imagino que es una chica muy capacitada para obtener ese puesto —comentó Céline, mirando a Dorothea con un aire desafiante—. Céline Rolland —se presentó a sí misma—. Soy la tía materna de los niños, cuñada de Darcy —buscó a Darcy con la mirada, ampliando la sonrisa—. Y por las siguientes semanas, inquilina en esta hermosa casa.
#128 en Novela romántica
#58 en Chick lit
#26 en Otros
#17 en Humor
padre soltero millonario, chica curvy humor, amor familia humor
Editado: 17.01.2025